Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 30 de agosto de 2002
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Cultura
Ofrece en su libro un ensayo sociológico sobre algunos pudientes del país

En Ricas y famosas, de Daniela Rossell, el dinero sólo es la mitad de la mirada

Sus fotografías se exhibieron en España y Estados Unidos, donde recibieron elogios

La artista rehúye el contacto con los medios, pero la puerta del ''escándalo'' se abrió

CESAR GÜEMES

Sin proponérselo, Daniela Rossell consiguió un impecable ensayo sociológico sobre algunas de las (y los) integrantes de la clase más adinerada del país. Su libro Ricas y famosas (Océano), así lo indica.

Y es verdad también que no sólo es realidad e historia lo que narran sus elocuentes imágenes, detrás hay una educada forma de mirar, un concepto de lo que implica el término entorno cotidiano y una sensibilidad formada pictóricamente en la Academia de San Carlos y en las aulas de teatro de la UNAM.

La exposición precedente con el mismo título del libro se presentó en España y Estados Unidos, países en los que recibió elogiosos comentarios de la crítica y del público. Sin embargo, en cuanto el trabajo de Rossell regresó a su país de origen en forma de libro, comenzaron los problemas. Muchas de las personas retratadas se consideraron ofendidas con la aparición del volumen. Lo que en su momento no era sino el retrato de un sujeto (o mujer) en su entorno adquirió, en contraste con la realidad económica del país, tonos de indignación. Curiosamente, algunas de las retratadas se llamaron a ofensa e iniciaron, hasta donde la autora y los editores tienen conocimiento, una serie de acciones legales contra la fotógrafa. A ello se sumaron, con creciente preocupación, las amenazas contra Rossell. Así, no resulta extraño que pese al éxito que va alcanzando Ricas y famosas, la fotógrafa se niegue a tener contacto con los medios. Como la puerta del ''escándalo" está abierta, por ahí pueden colarse con facilidad intereses poco o nada relacionados con la manufactura de una imagen.

Pasarela sin elección de marco

Durante la presentación del libro, por ejemplo, Rossell decidió no exponerse y nunca tomó el micrófono. Y como viene del teatro, creó una representación de ella misma que se vistió a su usanza, tomó su nombre y expresó algunas palabras de agradecimiento. Sobre la actriz, que prefiere guardar su identidad, se volcaron cámaras y micrófonos. Daniela estaba atrás de la tercera fila de reporteros y fotógrafos, pero nadie la vio. Estuvo ahí todo el tiempo, horas antes, incluso, de que comenzara el acto. Ella organizó y tuvo decisión sobre espacios, sonidos, comidas y bebidas. Invitó a los presentadores -Eduardo Abaroa, Antonio Alatorre, Marcela Rivero Lake, Mauricio Rossell, Gaby Vargas y Carlos Monsiváis, quien se disculpó por no asistir-, los recibió y finalmente se despidió de ellos. Se encontró presente, pues, para todo aquel que quiso verla, sólo que pocos la miraron. De alguna suerte se convirtió en un icono como los de su libro: un personaje al que determina su entorno y que no requiere de que su nombre aparezca al calce, una fotógrafa que no lleva gafete y que no lo busca ni lo aceptaría.

A lo largo de Ricas y famosas, como si se tratara de una pasarela impresa, desfilan muchas personas, en su mayoría mujeres y casi todas muy jóvenes. Y como señaló la autora del volumen en conversación con La Jornada, muchas de ellas no eligieron el marco que las define, nacieron con él o a él se adecuaron. El lector -en los varios sentidos que admite el sustantivo- se encontrará entonces, si nos atenemos al orden de aparición, desde un portal que debe tener por lo menos ocho metros de alto y al centro una mujer de las más olvidadas en una casa, la trabajadora doméstica, hasta las de una mujer rubia que aparece en lo que puede ser un despacho con cantina personal integrado y que sostiene un singular letrero en oro: ''He who dies with the most toys, wins", que al castellano en uso sería tanto como decir: el que llegue al final del camino con más fichas, gana.

En el medio sumará el lector recámaras de ensueño (pesadilla del mal gusto para unos, seductora realidad para otros), colecciones de muñecas que envidiaría cualquier asiduo del programa Coleccionistas, cuadros que lucen como originales y han de serlo; animales disecados, estatuas de tamaño natural, mesas de billar dignas de Paul Newman en El color del dinero, vistas panorámicas en las que el punto de vista es símbolo de todo lo que el dinero puede comprar, imágenes religiosas varias, retratos o pinturas de personajes de la historia nacional, candelabros por toneladas, salones internos con amplias fuentes de agua teñida, comedores de tal tamaño que podrían albergar a un regimiento y la reproducción de un Buda que de alto, aunque sentado esté, debe andar por lo menos en los cuatro metros, sin contar el nicho sostenido por columnas que lo alberga.

En Ricas y famosas, sin embargo, el dinero no lo es todo, es tan sólo la mitad de la mirada, la mitad que va y que se complementa con la mitad que viene.

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