Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 7 de octubre de 2002
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Política

Armando Labra M.

Asuntos locales. Remedios, trapitos

Las cifras oficiales no dejan dudas: se reconoce la existencia de 54 millones de mexicanos pobres, que en un descuido pudieran ser 65 millones según las cifras del Comité Técnico para la Medición de la Pobreza en México, creado por la Secretaría de Desarrollo Social. Pese a todo lo que se hace por distraernos con fuegos fatuos, estamos entrampados en una economía que reproduce la desigualdad y la pobreza a tal escala que ya debe ser considerado como un asunto de seguridad nacional. El propio Banco Mundial (BM) admite que la integración económica global no genera crecimiento en todos los países. Admite que la misma receta no funciona igual para todos, cosa que ya sabíamos todos de mucho tiempo atrás. Sólo falta que lo admita -y reaccione- el gobierno del cambio.

El remedio y el trapito. La experiencia internacional y la propia, sobre todo, revelan dos ámbitos fundamentales en los que podemos actuar con eficacia en el combate a la desigualdad y la pobreza. En primer lugar, para reducir la desigualdad y mejorar el bienestar de la mayoría de la población es indispensable desdogmatizar, ni siquiera eliminar, la instrumentación del modelo económico neoliberal. En efecto, se requiere una economía nacional inserta en los procesos globales, pero sin sacrificar la capacidad de crecimiento sostenido ni las posibilidades de generar los empleos productivos que demanda la sociedad. Ello plantea reasumir el vasto espectro de políticas económicas, hoy por hoy desdibujadas, en materia industrial, agropecuaria, hacendaria, monetaria, financiara, cambiaria, comercial, tecnológica, etcétera. Lo hemos hecho antes, lo podemos hacer ahora y sin incurrir en los errores del pasado. Y sin coscorrones del BM, tan temidos. En segundo lugar y en un espacio más novedoso, las posibilidades de disminuir la desigualdad y la pobreza crecen con la articulación entre las políticas públicas nacionales y los ámbitos regionales y locales. Pero no como gracia oficial, sino como consecuencia de la exigencia y participación de la sociedad organizada, precisamente, para influir e inducir la toma de decisiones públicas. Abatir la pobreza más que programas asistenciales, dadivosos o filantrópicos, exige estrategias y esfuerzos no convencionales surgidos del tejido social para redireccionar el ahorro interno, privilegiar las inversiones productivas generadoras de empleos remuneradores y con ello reactivar las economías locales, que es donde se aloja la mayoría de los mexicanos. ƑPor qué no nos aplicamos a explorar lo que ya nos ha salido bien? Con diversos nombres, variantes y resultados, los mexicanos hemos incursionado en la construcción de auténticas redes sociales orientadas a promover opciones políticas y económicas de interés compartido. No todas han tenido éxito pero muchas redundan en la generación de empleos productivos y socialmente justificados. Las experiencias más ricas han demostrado servir como medio para avanzar hacia una sociedad más desarrollada y democrática, y hacia políticas públicas que sirvan a la sociedad y no al revés. A diferencia de los enfoques que nos llegan de afuera y que animan el espíritu emprendedor del individuo aislado, la experiencia e idiosincrasia mexicanas se asientan en la aptitud, también emprendedora, pero con vocación social.

Avanzar en esa dirección requiere no confrontar ingenuamente, pero sí trascender y elevar con eficiencia los márgenes de la política económica actual. No sólo no todo está perdido, sino que la sociedad está abriendo un nuevo espacio imbatible asentado en el hecho de que la política económica ya no es sólo asunto gubernamental sino, crecientemente, social. Al apropiarse de tramos de la política económica, antes coto de caza del gobierno, la política pública se torna efectivamente pública. En esa perspectiva mucho se puede exigir de las políticas públicas desde la sociedad para vigorizar la economía local.

Remedios y trapitos:

En lo fiscal, fortaleciendo la autonomía financiera de los municipios y elevando el peso específico de las agencias municipales con medidas tributarias que animen la recaudación pero asimismo la disposición real de mayores recursos destinados a la inversión local.

En lo financiero, relanzando estrategias de la banca de desarrollo para considerar el apoyo a organizaciones y redes sociales de vocación productiva. Ampliar y eficientar el apoyo a la banca social, como un ejercicio de abajo hacia arriba, no al revés.

En lo económico, demandando la expansión de los programas de apoyo a pequeñas y medianas empresas de propiedad social.

En lo político, exigiendo el reconocimiento de las potestades legales, de información y administrativas del "cuarto nivel de gobierno".

En lo científico y tecnológico, vinculando las universidades e instituciones que realizan o impulsan la investigación técnica y humanística, con el desarrollo integral de las economías locales. Ello implica un vuelco de las instituciones educativas y científicas hacia el interés y problemas de los ciudadanos.

En lo cultural, demandando el crecimiento cuantitativo y cualitativo de la educación pública y privada en todos los niveles; asociar los programas de estudio a los intereses locales del desarrollo y al fortalecimiento de la identidad comunitaria, nacional y universal.

En suma, debemos pensar y asumir nuestras ventajas como comunidad, como localidad y como nación que sabe distinguir entre las manos unidas por la democracia y las invisibles pero tortuosas manos del mercado.

 

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