Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 4 de noviembre de 2002
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Sociedad y Justicia
APRENDER A MORIR

Hernán González G.

¿Heredar en vida?

Cuidado, suele haber sorpresas muy desagradables
Dos historias casi increíbles

LA RICA FOLCLORIZACION de la muerte suele ir en detrimento de conceptos lúcidos y más humanos en torno de la ruptura definitiva del individuo con este mundo. No son sólo los millones de pesos que cada 2 de noviembre la sociedad mexicana gasta en recordar a sus muertos, sino sobre todo en la escasa atención que esa sociedad presta al problema de la muerte, con el consiguiente pánico que le sigue generando.

ENFRENTAR Y ACOMPAÑAR nuestra condición de mortales exige más que ofrendas con calaveritas, veladoras, tamales, pan de muerto, calabaza, mole, dulces, bebidas y juguetes preferidos por el difunto, flores de cempasúchil, papel de china y demás elementos de la liturgia popular, así como un increíble despliegue artesanal y de mendicidades diversas. Todo ello soslaya o difiere esa condición, mientras creencias, costumbres y prácticas variopintas dificultan una actitud más natural hacia la muerte, todavía considerada tabú.

ESTOS MIEDOS ACUMULADOS de la persona ante su muerte -morir en un hospital, solo, con sufrimientos, hambre, indignidad o malos tratos- con frecuencia pretende disminuirlos mediante decisiones tan precipitadas como perjudiciales, entre otras heredando en vida a seres queridos o de mayor confianza, con la intención, casi nunca externada, de ser atendidos por ellos siquiera en el último trance o etapa terminal, cuando el deterioro de una o varias funciones vitales del organismo es irreversible e incurable.

SAMUEL GAITAN, SOLTERO de 81 años, hace seis heredó su casa a un sobrino, hijo de una hermana que vivió con Samuel sus últimos años y a la que éste cuidó hasta su muerte. Animado por la idea de honrar la memoria de su hermana tomó esa decisión, dejando de lado a otros dos hermanos y a sus hijos.

EL RESULTADO NO pudo ser más contraproducente: El sobrino beneficiado, con la herencia segura, se desentendió por completo de su generoso tío, mientras que los hermanos y sobrinos restantes, al ser excluidos del testamento, no consideraron "justo" interesarse por el estado del anciano, quien en compañía de su gato sobrevive con una insignificante pensión y eventualmente es asistido por algunos vecinos.

ARTURO ARREDONDO Y su esposa, en otro gesto de previsión inadecuada, heredaron en vida a sus dos únicos hijos. A él, la casa cuya planta baja habitaban y a ella una casa contigua. Con el tiempo, el hijo que vivía con su familia en la planta alta de la casa paterna, requirió de más espacio, por lo que pidió a sus padres que dejaran el inmueble. Al no estar ellos de acuerdo, el hijo entabló un juicio de desahucio, y logró sacarlos de "su" propiedad. Tamaño gesto provocó al poco tiempo la muerte de la afligida madre y meses después y la de don Arturo.

LA FALTA DE actualización de leyes y legisladores determina en gran medida el tremendo rezago legal del país ante las realidades cotidianas, por lo que la tentación de heredar en vida ha de sopesarse al máximo.

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