Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 1 de diciembre de 2002
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Política
BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

La guerra biológica de Baby Bush: del ántrax a la viruela

Polémico plan de vacunación masiva

Apoyo a las grandes empresas farmacéuticas

BABY BUSH SE HA lanzado a una frenética carrera armamentista biológica (en forma ofensiva y defensiva), bajo la débil coartada de combatir el bioterrorismo elusivo de Irak y Norcorea, que podrían poseer cepas del bacilo del ántrax y del virus de la viruela montadas en armas letales.

EN RELACION CON el pánico montado en Estados Unidos por el envío selectivo de misivas con esporas de ántrax a senadores y periodistas (¡ojo!), los excelsos microbiólogos de ese país evidenciaron su origen en los laboratorios militares, que al parecer buscan estimular el consumo de antibióticos para beneficio del poderoso complejo farmacéutico. En el intermezzo de la ignominia de la desinformación, los multimedia de los diez grandes y la publicracia de los cuatro grandes endosaron las esporas letales al régimen de Saddam, que se ha vuelto el basurero favorito del que se sirve el equipo de Baby Bush para avanzar en su agenda inconfesa. No es gratuito que los congresistas y los periodistas de alcurnia sean los principales enemigos del nuevo totalitarismo orwelliano que ha sentado sus reales en la muy ennegrecida Casa Blanca.

NI VALE LA PENA desempolvar toda la cacofonía cataclísmica sobre la montada epidemia bioterrorista del ántrax, manejada por comentaristas sin escrúpulos, quienes no solamente carecían de cultura científica sino que, peor aún, exhibían lastimosamente su falta de rigor profesional al contribuir a la escenografía del pánico que sirvió de catalizador para el control del Congreso por Baby Bush.

EN NUESTRO LIBRO Los 11 frentes antes y después del 11 de septiembre: una guerra multidimensional (Editorial Cadmo & Europa, próximo a salir) avanzamos la hipótesis de que la "guerra biológica" constituye uno de los múltiples frentes bélicos que Bush ha desplegado en el planeta para revertir, primero, su inocultable quiebra financiero-económica y, luego (si tiene éxito), intentar imponer, por medio de la guerra preventiva, el nuevo orden mundial de la petrocracia texana, basado en el imperio romano.

EN ESTE TENOR, el equipo de Bush, que insiste en que Irak y Norcorea poseen grandes reservas del virus de viruela, ha diseñado una muy polémica vacunación masiva para prevenir un ataque bioterrorista que causaría la muerte de la tercera parte de los infectados. Debido a las muertes que ocasiona la vacuna de la viruela (tres muertos por cada millón) y a sus severos efectos colaterales (uno de cada 10 mil), el equipo de Bush ha diluido sus ansias de vacunar a 284 millones de pobladores de Estados Unidos (lo cual hubiera redituado un negocio redondo) y ha sido obligado a circunscribirse en una primera etapa a 500 mil soldados y 500 mil trabajadores de la salud y, luego, a 10 millones de trabajadores de los servicios de urgencia. ¿Tan repentinamente se volvieron peligrosos Saddam Hussein y Kim Jong Il, quienes se encontraban postrados en una hibernación obligada? ¿Cuándo han atacado Irak o Norcorea a Estados Unidos en su suelo? ¿No ha sucedido justamente lo contrario, es decir, que Estados Unidos continuamente se ha refocilado en agredir bajo cualquier pretexto a Irak y Norcorea?

UNA ENCUESTA DE la muy seria Escuela de Salud Pública de Harvard (a diferencia de la Escuela de Administración, que acaba de ser mancillada por sus nexos fraudulentos con la quebrada empresa petrolera texana Harken Energy y con el megaespeculador George Soros) encontró que 59 por ciento de la población está dispuesta a vacunarse, pese a los efectos colaterales severos. Uno de los ingredientes de la vacuna, el thimerosal, fabricado por la poderosa empresa farmacéutica Eli Lilly, parece provocar trastornos cerebrales como el autismo. El primer problema de la vacunación masiva que planeaba en un inicio el equipo de Bush radica en que solamente se cuenta con 15 millones de vacunas aprobadas y, en forma extraña, la Enmienda de Seguridad de la Patria, recientemente aprobada, que fusiona 22 agencias federales en una superestructura burocrática de corte orwelliano, incluyó protecciones legales para quienes fabrican y administran las vacunas.

LA EMPRESA FARMACEUTICA beneficiada es Eli Lilly, el principal donador de la industria al Partido Republicano en las recientes elecciones (The New York Times, 29 de noviembre). Se podrá decir lo que sea de la dinastía Bush, menos que no gratifica con creces a sus donadores especiales. No hay que olvidar que el padre del actual presidente fue miembro del consejo de administración de Eli Lilly en la década aciaga de 1970, y ahora nada menos que el director de la Oficina de Presupuesto de la Casa Blanca, Michael E. Daniels Jr., fue un anterior ejecutivo de la empresa farmacéutica agraciada con tantas canonjías. Más aún: Sydney Laurel, el jefe supremo de Eli Lilly, fue nombrado en junio pasado por Baby Bush miembro dilecto del consejo presidencial sobre seguridad doméstica. ¿Dónde quedan los probables trastornos cerebrales que provoca un ingrediente de la vacuna? Al Congreso no le importó, y ahora para cubrirse aducen que en forma "misteriosa" fueron introducidas las protecciones legales al sector farmacéutico en la orwelliana Enmienda de Seguridad de la Patria. ¿No será acaso la obra divina de la esotérica mano invisible, ya muy vista, de Adam Smith, que sigue gobernando el capitalismo desregulado, la más salvaje de sus variantes teóricas?

POR LO PRONTO, la Academia Nacional de Ciencias instó a las empresas fabricantes de vacunas a eliminar urgentemente el polémico thimerosal. ¿Le harán caso, con tantas protecciones?

LA VACUNACION CONTRA la viruela daría pie a un negocio inicial de 800 millones de dólares (USA Today, 21 de diciembre de 2001). La recuperación de la economía de Estados Unidos no puede prescindir de las empresas farmacéuticas, que generan negocios multimillonarios en una sociedad adicta al consumo. Se empiezan a notar los preparativos de lo que pudiera desembocar en una biocracia fomentada por tantas necesidades de seguridad, y en la que desempeñaría un enorme papel la información seudocientífica de los diez grandes multimedia y las cuatro grandes de la publicracia para operar la guerra multidimensional en varios frentes operativos que afloraron a partir del 11 de septiembre, cuyas fallas flagrantes a la seguridad han sido encomendadas a la "investigación" de una comisión presidida por el etnocida global Henry Kissinger (a quien la Red Voltaire francesa señala como uno de los presuntos autores intelectuales de los atentados contra las Torres Gemelas). ¿Quién va investigar a Kissinger?

AUN ESTA POR ESCRIBIRSE el lado oscuro del negocio de las vacunaciones en el Tercer Mundo. Existe un antecedente macabro de un programa de inoculación masiva en Filipinas en 1917 (en ese entonces territorio de Estados Unidos), aplicado coincidentemente por empresas farmacéuticas estadunidenses, que poseían un "excedente" de vacunas contra la viruela. Resultado: de 25 millones de filipinos "vacunados", 163 mil desarrollaron la enfermedad y 75 mil 339 fallecieron, según revela Tim O'Shea en la sexta edición (por salir en 2003) de su controvertido libro La santidad de la sangre humana. El doctor Tim O'Shea ha sido despreciado por la alcurnia científica debido a que es un quiropráctico. ¿Qué tiene que ver? ¿De cuándo acá los científicos, no se diga los médicos, han sido vacunados contra la crítica ciudadana, muchas veces bien fundada? Pues este quiropráctico, a quien acusan los medios -muy bien lubricados por la publicracia todavía mejor aceitada por las empresas farmacéuticas- de haber publicado un infumable pasquín, aporta varios datos muy persuasivos en un reciente escrito que resume su sexta edición ("Viruela: cómo regresan a la vida una enfermedad erradicada").

SIN ACEPTAR LAS teorías paramédicas de O'Shea (muy simpáticas, debido a su formación), destaca la subestimación flagrante por el equipo Bush de las probables muertes por la vacunación masiva de viruela y resalta el reporte demoledor de un artículo de Reuters (10 de septiembre de 2002) sobre las advertencias del Centro de Enfermedades Infecciosas, con sede en Atlanta, que recomienda no usar la vacuna de la viruela en los infectados por VIH ni en quienes ingieren medicamentos inmunosupresores (una población nada despreciable de enfermos de cáncer y otro tipo de males inmunológicos) ni en quienes padecen eccema. O'Shea recuerda que "la mayoría de los estadunidenses mayores de 31 años han sido ya vacunados contra la viruela, desde que la inoculación dejó de ser aplicada en 1971", lo que lo lleva concluir de que solamente 10 por ciento de la población podría ser vacunada. Esta cifra quizá sea muy abultada, y sin menospreciar el aspecto cuantitativo, el debate se debe centrar más bien en el cualitativo. ¿Por qué tanta prisa de Baby Bush para vacunar solamente contra la viruela a un buen segmento de la población de Estados Unidos? En caso de que Saddam y Kim Jong Il posean tales armas biológicas (que los soviéticos fabricaron generosamente y nunca fueron empleadas contra Estados Unidos, y hasta donde se sabe contra nadie), ¿no sería mejor negociar con ellos que exponer a un amplio segmento de la población de Estados Unidos? ¿Y si resulta que la cepa de los bioterroristas es diferente a la de la vacuna? Pues ganarían la guerra Saddam Hussein, Kim Jong Il y Al Qaeda, por un error de la inteligencia de Estados Unidos, cuya población sería diezmada. ¿Es posible creer que la vida de los estadunidenses penda de la espada de Damocles del muy elusivo bioterrorismo? La población de Estados Unidos ha mostrado su disposición a creerlo después del reforzamiento condicionado al que está siendo sicológicamente sometida y bombardeada por la desinformación de los diez grandes multimedia y los cuatro grandes de la publicracia, que ambos también tienen su papel en la parte de la guerra cibernética que libra Estados Unidos en su lid multidimensional, cuando la petrocracia texana se ha aliado a la biocracia de las poderosísimas empresas farmacéuticas.

A DIFERENCIA DE las demás armas de destrucción masiva (atómicas y químicas), las biológicas son particularmente ominosas por su contagio, virulencia y mutacionalidad, frente a los cuales los antibióticos, antídotos y antivirales se verían totalmente rebasados. Ya lo decía el genial astrofísico británico Stephen Hawking, que el género humano podría extinguirse por incontrolables agentes biológicos que no pueda combatir el sistema inmunológico. La peor tragedia sería que fuese por uno de los agentes biológicos experimentados como armas en los laboratorios de la muerte de quienes pretenden proteger de sus estragos a su población.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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