Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 9 de enero de 2003
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Capital

Emilio Pradilla Cobos

El Centro Histórico hoy

Sin duda, el Gobierno del Distrito Federal asumió el mejoramiento del Centro Histórico de la ciudad como una de sus políticas importantes. Sin embargo, parece necesario discutir a fondo los objetivos prioritarios y los métodos aplicados en este programa.

El Centro Histórico de la ciudad de México es patrimonio arquitectónico, urbano y cultural de los mexicanos y de la humanidad, como producto de la combinación de la acción constructiva o destructiva y la apropiación cotidiana de muchas generaciones de aristócratas y plebeyos, empresarios pequeños y grandes, trabajadores y administraciones públicas. A lo largo de los siglos se fueron superponiendo y amalgamando en su perímetro actual los grandes inmuebles y espacios públicos del poder económico y político, diseñados y construidos por arquitectos reconocidos y las pequeñas obras de o para los sectores populares, formando una trama compleja de actividades y sectores sociales, signada por los procesos sucesivos de cambio de su papel en relación con el todo urbano y de reapropiación por las distintas clases sociales.

Hasta mediados del siglo XIX fue toda la ciudad; con el crecimiento urbano de finales del XIX y la mayor parte del XX pasó a ser su centralidad; en la transición de la ciudad a la metrópoli, ocurrida desde mediados del XX, pasó a ser el centro más importante, acompañado de otros en formación en distintos puntos del territorio metropolitano; desde los años 70 toda la megaciudad se ha venido estructurando como red de corredores urbanos terciarios, incluido el Centro Histórico, mismo que conserva su carácter simbólico pero ha perdido el papel de estructurador fundamental de la vida económica, social y cultural y la organización territorial de la ciudad.

En la primera etapa fue una estructura jerarquizada de actividades y clases sociales; en la segunda, las clases dominantes relocalizaron su vivienda en otros ámbitos urbanos y las populares penetraron en su corazón, compitiendo con el comercio en expansión y las actividades de la administración pública posrevolucionaria; en la tercera, cuando el comercio se expandió en otros lugares de la metrópoli en formación, sin dejar su presencia en el Centro, éste se convirtió en área predominantemente administrativa y de vivienda y economía popular, pero en la etapa en curso el sector popular residente está siendo expulsado del Centro Histórico por la expansión del comercio informal o ilegal -popular o empresarial-, la recuperación por la industria cultural y turística, la degradación social y el deterioro inmobiliario, incluido el producido por los sismos de 1985.

Su existencia está amenazada por múltiples y complejos procesos estructurales: el grave deterioro inmobiliario causado por la falta de mantenimiento, el hundimiento del suelo, el cambio de actividades y el uso inadecuado de los inmuebles, las modificaciones constructivos y los eventos naturales; la ocupación de sus calles y plazas por el comercio en vía pública y de sus inmuebles por bodegas de grandes distribuidores de mercancía legal, pirata, de contrabando o robada, de empresarios y mafias; el aumento de la delincuencia sustentado en el desempleo y la pobreza causados por las crisis económicas y la aplicación del neoliberalismo; el deterioro de los servicios públicos y la contaminación ambiental.

Enfrentados a la compleja situación, los programas de recuperación y revitalización emprendidos por distintos gobiernos desde los años 70, con orientaciones dominados por el fachadismo y la museografía, tuvieron resultados muy limitados, sin consolidarse ni abrir un proceso sostenido de mejoramiento.

Luego de los sismos, los sectores populares residentes lograron imponer un esquema de permanencia habitacional que a su pesar, debido a la baja calidad de la vivienda construida por Renovación Habitacional Popular, hoy es parte del problema. Entre 1998 y 2000 se intentó impulsar un plan estratégico para la regeneración y el desarrollo integral del Centro Histórico, pero el actual gobierno capitalino cambió los objetivos y prioridades y los organismos mismos.

Hoy, sin visión estructural e integral de futuro, se tratan de aplicar dos líneas de acción contradictorias: el repoblamiento popular y el desarrollo como ámbito turístico-cultural empresarial; los instrumentos y acciones puestas en marcha parecen no responder a los objetivos mismos de la política. En ausencia de un programa integral de intervención que responda a la complejidad del Centro Histórico, sin consenso social sobre el futuro logrado a partir de la participación ciudadana, se superponen las acciones pragmáticas y efectistas que buscan un difícil equilibrio entre intereses divergentes. Parece necesario abrir este debate desde la sociedad civil, porque el Centro Histórico es un patrimonio colectivo que debe mantenerse como bien público apropiado por todos los capitalinos y usuarios de hoy y mañana.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
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