Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 19 de enero de 2003
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Capital

CON VISTA AL ZOCALO

José Agustín Ortiz Pinchetti

Discriminar te duele

EN LA CAPITAL se vive intensamente el racismo. La discriminación es obvia. Las personas están separadas tanto por su origen étnico como por su participación en la cultura dominante. Este sistema y sus contradicciones pueden provocar una explosión. Estas afirmaciones podrían haber correspondido a un viajero ilustre de visita en la ciudad de México en los primeros años del siglo XIX, capaz de pronosticar la revolución de Independencia. Pero un observador de la vida capitalina podría ratificarlas 200 años después, en nuestros días.

SE HA EXHIBIDO con éxito la película Amar te duele (México, 2002, 104 minutos. Director: Fernando Sariñana, con Luis Fernando Peña, Martha Higareda, Ximena Sariñana y Pedro Damián). No puedo ni debo calificarla en el plano cinematográfico. Apenas puedo decir que no me gustó la forzada paráfrasis de Romeo y Julieta o de West Side Story. Sin embargo, sus méritos como instrumento de denuncia son excepcionales. En el cine mexicano muy pocas obras se han atrevido a tratar este tema en la forma directa y brutal con que Sariñana devela el fenómeno. He aquí algunos puntos destacables:

EL RACISMO. LA capital de México está marcada por el racismo. El mito del pueblo mestizo y fraternal, sin más división que la generada por la propiedad o no de los medios de producción, típica de cualquier sociedad industrial, es una invención criolla. Sirve para enmascarar la dominación criolla sobre el resto de la sociedad, correlacionada con la detentación del poder económico y del poder político. Es un sistema de exclusión heredado de las castas novohispanas, que se ha ido transformando sin que sus estratos se hayan disuelto. La película presenta, a través de diversas técnicas, las formas crueles y estúpidas de discriminación. La más importante de ellas, la sexual, pero no la única.

NO ESTAN QUIETOS los estratos raciales que subsisten. La dominación no está garantizada. La violencia y la rebeldía viven potencialmente, aunque aún están bajo control. En la película, los sentimientos destructivos de odio, envidia, miedo, repugnancia, que propician las pugnas internas, están firmemente dibujados. La criollada es semiconsciente de los graves riesgos en que se encuentran sus privilegios, por eso vive cada vez más en reductos. Fortifica sus casas, cierra sus calles, se aísla. Pero no existe una perversidad consciente. La vieja (y mala) conciencia católica, que denunciaba las injusticias de México sin hacer mucho por remediarlas, ha sido sustituida por un cinismo individualista. En la película apenas hay algún destello de conciencia sobre la desigualdad, pero éste pronto es borrado por la prepotencia o por un pragmatismo patético. La discriminación nos duele a todos y por eso la negamos. Nos duele a los que discriminamos y a los que somos discriminados.

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