Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 3 de marzo de 2003
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Librería   
  La Jornada de Oriente
  La Jornada Morelos
  Correo Electrónico
  Búsquedas 
  >

Política

Iván Restrepo

"Pavoroso" déficit ecológico

Por enésima ocasión se conocieron datos que muestran el inmenso deterioro que sufren los recursos naturales en México, que equivale a 11 por ciento del producto interno bruto anual.

Esta vez el diagnóstico fue por cuenta de organizaciones campesinas que asisten al diálogo nacional por una política de Estado para el sector rural y que aprovecharon la presencia de las autoridades ambientales para exponer sus problemas.

Se trata -dijeron- de un "pavoroso" déficit ecológico que incidirá negativamente en las futuras generaciones, debido al manejo irracional de los recursos hídricos y del bosque, lo cual está a punto de causar un colapso productivo y ambiental, pero también se debe a las erráticas políticas oficiales para conservar y acrecentar un patrimonio considerado asunto de seguridad nacional.

Varias veces nos hemos referido aquí a esos problemas y a las evaluaciones realizadas por especialistas en las que señalan los incontables daños sociales y económicos que arrastra el país por falta de cubierta vegetal o por la contaminación y mal uso de las áreas agrícolas, los ríos, lagunas y áreas costeras.

Un buen ejemplo de lo anterior es el estado de Yucatán.

Hace 60 años la entidad contaba con 3 millones de hectáreas arboladas; hoy apenas tiene 600 mil. En unas cuantas décadas perdió la mayor parte de una riqueza que tardó miles de años en formarse. Una buena proporción de la selva que se derribó en Yucatán tuvo como origen políticas oficiales destinadas a sacar de la pobreza a los campesinos y a la necesidad que tienen de expandir la frontera agrícola a costa del bosque como forma de sobrevivencia.

Pero los árboles no solamente son pulmones verdes y asiento de una enorme diversidad biológica, también sirven de barrera de contención y reducción de la fuerza de los huracanes, ya que cuando no hay cubierta forestal descargan su fuerza en la tierra con mucha más intensidad originando daños mayores. Precisamente esta situación influyó para que Isidore hiciera de las suyas el año pasado en algunas partes de Yucatán. Lo mismo ocurrió hace tres años con Mitch en varios países centroamericanos.

Como ya solamente quedan manchones de lo que fue una selva baja densa, continua y muy vigorosa, Isidore derribó con facilidad árboles pequeños en mal estado y sembradíos viejos de henequén. Mas los fenómenos naturales no vienen solos: al huracán se añade ahora una sequía alta. El mes pasado llovió en Yucatán casi 90 por ciento menos que en la misma época de años anteriores. En buena parte se debe a la falta de la humedad que proporcionan los árboles y a que éstos ayudan a conservarla también en la superficie. Y como ha llovido menos, los meses siguientes pueden ser muy peligrosos porque se conjunta la sequía con altas posibilidades de incendios forestales en las zonas donde hay madera y arbustos secos. Así, no solamente tenemos daños a los recursos naturales, sino que las cosechas pueden ser más magras que de costumbre por falta de agua oportuna y suficiente.

El gobierno tuvo que dedicar millones de pesos a auxiliar a los damnificados que dejó Isidore e invertir en la reparación de la obra pública destruida. Aun así las pérdidas son notables y abundan las quejas por la forma se atiende a los afectados. Ahora tendrá que gastar otros millones en apoyar a los campesinos si no hay lluvias suficientes para sus siembras y si tienen, además, que combatir los incendios forestales.

Si enfocamos los efectos que deja la deforestación en Yucatán en términos de costo-beneficio (técnica muy grata a la mayoría de los funcionarios que deciden la suerte de la gente en este país), nos daríamos cuenta de que es muchísimo más favorable invertir en evitar la tala y en reforestar, en impedir que destruyan los ecosistemas costeros, que después acudir mal en auxilio de los damnificados por los huracanes o la sequía. O en poner en marcha políticas agropecuarias fuera de la realidad, en las que se invierten millones de pesos que no surten los efectos esperados. No es gratuito que en Yucatán la pobreza sea elevada y que no terminará con ella el reparto de bicicletas, máquinas de coser o despensas. Allí, como en otras regiones del país, el prometido desarrollo agrícola es un espejismo, mientras crecen los desajustes ambientales, sociales y económicos.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año