Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 3 de marzo de 2003
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Editorial
 
LOS TROPIEZOS DE BUSH

sol-2El pasado fin de semana hubo tres hechos que obstaculizan de manera significativa los esfuerzos del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, por llevar al mundo a una nueva guerra en el golfo Pérsico: la negativa del parlamento turco de permitir que su país sea utilizado como trampolín para la agresión bélica estadunidense contra el vecino Irak; la presteza con que éste manifestó una clara actitud de cooperación en materia de desarme con los inspectores internacionales que dirige Hans Blix, así como el absoluto rechazo formulado por la Liga Arabe -reunida el sábado en Charm el-Cheij, Egipto- a una incursión bélica contra cualquiera de sus miembros.

Ayer, el gobierno de Ankara manifestó su intención de no volver a presentar al Legislativo -al menos por ahora- la propuesta de autorización para más de 60 mil soldados y cerca de 200 aeronaves estadunidenses en territorio turco. De esa manera, y habida cuenta de la negativa de Arabia Saudita a prestarse como punto de partida para los ataques contra Irak, Washington se queda sin bases terrestres para lanzar la ofensiva contra ese país -con excepción de Kuwait-, lo que implica un grave revés a los designios bélicos de Bush.

En el ámbito político y diplomático, el mandatario estadunidense también tendrá que cambiar de estrategia, ya que "el desarme de Irak" es, a todas luces, un proceso en curso. Las autoridades de Bagdad no sólo están desmantelando sus misiles Al Samoud -los cuales, según los inspectores internacionales, tienen un rango superior a las limitaciones impuestas al armamento iraquí por el Consejo de Seguridad de la ONU-, sino que el domingo informaron al equipo de inspectores de diversos remanentes de armas químicas y biológicas y manifestaron su disposición a destruirlas. Ante esos hechos, la justificación de una guerra orientada a desarmar a Saddam Hussein pierde toda verosimilitud, como la perdió, en su momento, el alegato estadunidense sobre supuestos vínculos entre Bagdad y Al Qaeda.

Bush mismo parece haberse dado cuenta de ello y ahora empieza a hablar de la imperiosa necesidad de derrocar al gobernante iraquí. Pero el canciller francés, Dominique de Villepin, salió ayer mismo al paso de esa maquinación, al recordar que la resolución 1441 del Consejo de Seguridad, que exige el desarme iraquí, no dice nada acerca de un cambio de régimen en Bagdad.

Por lo que hace a México y Chile, los dos países latinoamericanos que ocupan sitios no permanentes en el Consejo de Seguridad, parecen transitar caminos divergentes. Mientras que el gobierno de Vicente Fox persiste en dar preocupantes e inadmisibles señales de alineamiento con Washington, el de Ricardo Lagos ofrece expresiones cada vez más claras de su rechazo a la solución militar: ayer, el embajador chileno ante la ONU, Juan Gabriel Valdés, si bien quiso mostrarse equidistante de las posturas estadunidense y francesa, se adhirió al propósito de "encontrar otra posición que permita avanzar en el desarme pacífico" de Irak y señaló que "una guerra no es un paso como cualquier otro", en alusión al injustificable costo humano que tendría un conflicto bélico.

En los días recientes, en suma, el gobierno de Estados Unidos se ha topado con nuevos e importantes obstáculos políticos y estratégicos para la guerra injusta que desea emprender. Cada uno de esos tropiezos debe verse como un ensanchamiento de las perspectivas de paz y como un factor que fortalece la precaria estabilidad mundial.
 

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