Escrita por Maeterlinck, se incorpora performance
e instalación, explica su director
La juventud sin asideros, tema de Los ciegos
CARLOS PAUL
Los ciegos, del dramaturgo belga Maurice Maeterlinck,
es una poema dramático en un acto escrito en 1891, en el que el
escritor ilustra ''su teoría sobre la tragedia inmóvil'',
situación que ''es reflejo de lo que hoy viven los jóvenes,
que no encuentra guías ni asideros", explica Luis Martín
Solís, director del montaje.
A partir del diplomado Teatro del Cuerpo, impartido por
Jorge Vargas, Alicia Laguna y otros especialistas, a los alumnos de dicho
taller y a Solís se les presentó la oportunidad de explorar
técnicas y métodos corporales, por lo que decidieron poner
en escena esta obra.
El
teatro de Maeterlinck, comenta Solís, ''es una teatro simbolista,
en el que no es la anécdota lo que lleva al espectador, sino una
serie de temáticas expresadas con frases mínimas, y en el
caso de esta obra, me pareció adecuada para traducirla al lenguaje
corporal. Aunque el texto no lo eliminamos, lo contamos de una manera distinta.
''Pensando en los jóvenes, tomamos elementos del
performance y la instalación, para acercarnos a este
texto hermético, denso y que de entrada invita al espectador a realizar
su propio armado, como las artes alternativas.''
Se cuenta la historia de ''un grupo de ciegos en espera
el regreso del viejo sacerdote que los condujo hasta un bosque oscuro,
dejándolos con la instrucción de aguardar su llegada. El
guía no volverá. Unos creen que se ha extraviado, otros que
ha ido por alimentos, pero nadie se atreve a hacer algo. Todos tienen pequeños
impulsos, pero no hacen nada, aun cuando se dan cuenta de que están
muriendo siguen sin hacer nada. Esperan el regreso de su líder inmóviles,
incapaces de tomar una decisión, lo que me parece -apunta Solís-
es el reflejo de la actual generación de jóvenes que viven
en una época en la que no existen asideros, donde las utopías
han fracasado, donde la religión se ha convertido en un mercado
impune y donde ni siquiera el individualismo tiene cabida''.
De la obra, agrega, ''nos apropiamos de las ideas y las
pasamos por un examen de conciencia de los interpretes y presentamos los
contenidos a veces desde el personaje o el comentario del actor.
''Fieles a las evocaciones sonoras del texto, en el que
los ciegos escuchan y confunden una serie de sensaciones como: pasos sobre
la tierra, la proximidad del mar, las hojas que caen, el viento, el aleteo
de las aves. Jugamos con elementos naturales como agua, tierra, piedras
y hojas para sugerir temas como la pérdida del origen divino, inseguridad
o miedo".
En muchos sentidos, concluye Solís, la obra es
precursora de Esperando a Godot, de Samuel Becket, y de El extraño
jinete, de Michael Ghelderode, la cuestión es: ¿quiénes
son hoy los ciegos de los que habla Maeterlinck?
La obra se estrena el 6 de marzo a las 20 horas en el
Foro de las Artes del Centro Nacional de las Artes (Río Churubusco
y calzada de Tlalpan).