José Cueli

El toro soñado

El toro Vinatero de Pepe Garfias, penetró alegre en la cueva de la Plaza México. Palidez de muerte lo acompañaba. Giraba y se revolvía en el redondel carcelero. Cuajaba caprichosas esculturas de acento negro grave. Planeaba en círculos entre cercas incrustado. El belfo espumoso, la cerviz erguida y altiva la mirada, acometía a lo que se movía en largo recorrido, quedando fijo con el rabo agitado y frenético. šEl toro soñado!

Encastada nobleza en las entrañas y muerte en los pitones tenía el espléndido Vinatero. Encastada nobleza de abismal temple del toro mexicano curtido en el sol del bajío. Quebradiza planeación que surcaba la arena sobre las tinieblas del coso, mientras los aficionados rendían pleitesía a su nobleza pidiendo unánimemente el indulto.

Vinatero se fue a la ganadería y en el camino escuchaba la solea torera, este huracán de embestidas espontáneas. Hilando se quedó en la plaza, tejiendo los hilos del capote y muleta de Fermín Spínola que lo acariciaban. Tardó el torero en encontrar la distancia y centrarse en él, para terminar jugando al toro en variedad de lances. Vibra torera que transmitía a su nuevo amigo, no matador y contagiaba por su ardor y misterio šOh que belleza de cuadro el embestir de este toro singular en la querencia!

A ritmo de dodecasílabo fue el trote del cárdeno torillo en lo que parecían cuatro gusanos de luz, martillos de sus patas, que, se empujaban hacía los capotes de las cuadrillas que sentían el acicate de su nobleza. La plaza se quedó esta noche, acompañada de Vinatero, gira que gira en circular alucinación... en corrida que por circunstancias personales tuve que presenciar por la televisión.