GUERRA CONTRA IRAK
"Yo creo que ellos están atemorizados",
afirma el ministro de Información
En Bagdad arden edificios, pero la elite gubernamental
dice que no pasa nada
Seguiremos capturando a "esos villanos", expresa el
titular del Ministerio del Interior
ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL THE INDEPENDENT
Bagdad, 21 de marzo. Hoy fue el día de los
clips. Cuentan que allá en 1945, cuando los primeros tanques soviéticos
se acercaban rugiendo por la Benderstrasse de Berlín, los empleados
civiles de un edificio de la zona preparaban la dotación de clips
para 1946 en el Tercer Reich. Nadie se había asomado por la ventana.
Y hoy, en Bagdad, había clips por incontables centenares en los
escritorios de las oficinas, junto con chinches y viejas carpetas e instrucciones
de computadora, documentos y tarjeteros. Los archivos hace tiempo que se
fueron junto con las computadoras, los protectores de vidrio de los escritorios,
los libros y los cuadros de arte gubernamental que siempre adornan las
oficinas del partido Baaz. Al otro lado del camino, casi a la vista de
las ventanas de la villa anexa, el Ministerio de Planificación seguía
achicharrándose después de ser destruido horas antes por
los misiles crucero.
Pero
los ministros de Saddam saben cómo lidiar con el día de los
clips. Irak seguirá combatiendo. Los ejércitos invasores
son mercenarios. Ni un solo soldado iraquí se ha rendido. Los estadunidenses
intentaron asesinar a la familia de Saddam... y fallaron. El ejército
mercenario angloestadunidense será derrotado. De hecho, Saddam en
persona ofreció una variedad de recompensas por actos individuales
de valor de sus soldados, de lo cual se hablará más tarde.
Así que volvamos al día de los clips.
El escenario: la villa anexa al Ministerio de Información,
en la ribera del río Tigris, presidida por un retrato enmarcado
de Saddam Hussein. La hora: poco después de la una de la tarde,
mientras las televisiones vía satélite del mundo anunciaban
la inminente captura del puerto de Umm Quasr por infantes de Marina estadunidenses,
la caída accidental de un helicóptero estadunidense con pérdida
de 12 vidas, y mostraban imágenes de hombres vestidos con uniformes
iraquíes rindiéndose a tropas británicas. Los personajes:
Mohamed Said al-Sahaf, de lentes, ministro iraquí de Información,
y Mahmoud Diab al-Ahmed, ministro del Interior, que empuña en la
diestra un rifle Kalashnikov color plata. Testigos: más de
100 periodistas iraquíes y extranjeros.
Periodista: ¿Es cierto que los estadunidenses están
a punto de capturar Umm Quasr? Mohamed al-Sahaf: Reconocieron que no fueron
a Umm Quasr y que fracasaron en capturarla. Dijeron que se habían
adentrado 160 kilómetros en el desierto y les están mintiendo
a ustedes. Mostraron una cinta en la que lo único que se ve es un
desierto. Periodista: ¡Pero están en Irak! Al-Sahaf: ¿De
veras? No lo sabemos. ¿De veras? Periodista: ¿Están
ustedes preocupados? Al-Sahaf: Para nada. Para nada. Yo creo que ellos
están atemorizados. Hemos destruido dos de sus aparatos aéreos.
No juzgamos las cosas por el primer día, el segundo día.
Los conocemos bien desde la agresión en gran escala de 1991. Conocemos
sus trucos, sus tácticas. Sabemos que nuestra moral y la de nuestras
fuerzas armadas no dependen de esto o de aquello. Nuestra moral radica
en nuestra resistencia, en nuestra buena comprensión de la situación,
en nuestra profunda creencia de que nosotros estamos del lado de la justicia
y ellos son los villanos. Luchamos contra mercenarios y criminales. Periodista:
¿Qué hay de los iraquíes tomados prisioneros? Al-Sahaf:
No hay nada de eso, nada. No son soldados iraquíes, no son miembros
de las fuerzas armadas iraquíes. Son sólo unas personas que
cayeron en manos de los británicos.
Y
así por el estilo. La parte más importante de la perorata
del señor Al Sahaf fue una expresión de su horror moral porque
los estadunidenses hayan intentado asesinar a Saddam la mañana del
jueves. Mostró fotografías de civiles iraquíes heridos
-estaban fijadas con chinches en un pizarrón a sus espaldas- que
también fueron víctimas de "estos villanos de Washington
y Londres".
Y todo el tiempo el señor Al-Ahmed observaba en
silencio, con el Kalashnikov plateado colgando de su mano derecha
o descansando en su hombro derecho, con el cinturón de municiones
alrededor de un chaleco antibalas de color caqui.
El script continuó, apropiado para cualquier
representación de Macbeth. "También atacaron a la
familia de Saddam Hussein", decía Al-Shalaf. "Los atacaron, pero
Dios los protegió. ¡Su familia! Pero están a salvo.
Esto es un juego. Este es el Demonio. Es una completa desgracia. Son una
superpotencia de villanos, una superpotencia de Al Capone. El (Bush) es
el tirano oficial de Estados Unidos. El Diablo está en la Casa Blanca.
Seguiremos capturando a esos villanos, estos mercenarios. Bush se enfrentará
a esta tragedia."
El señor Al-Ahmed habló con menos vehemencia.
Antes ministro de Irrigación, de quien se dice que a menudo trabajaba
arduamente en lugares lejanos de su oficina, despachó con rapidez
la idea ridícula de que Umm Quasr hubiera caído. "Tonterías.
Un Quasr es un puerto iraquí y seguirá siéndolo. Sería
muy difícil para ellos tomarlo." De vez en cuando Al-Ahmed levantaba
su rifle plateado para apoyarlo significativamente en su hombro entre el
ronroneo del avance automático de las cámaras. "No queremos
matar a la gente de Estados Unidos y Gran Bretaña, no tenemos problemas
con ellos, pero ya recibieron una primera probada de lo que les puede aguardar
cuando 12 de ellos fueron incinerados."
Y ahora hablemos de la más reciente recompensa
de Saddam. Por desgracia se ofrece en el siempre menguante dinar iraquí,
pero va como sigue: por derribar un aparato aéreo estadunidense
o británico, 100 millones de dinares (unos 50 mil dólares).
Por la captura de un soldado estadunidense o británico, alrededor
de 25 mil dólares. Por matar a un soldado estadunidense o británico,
unos 12 mil 500. Lo que ilustra que los iraquíes valoran mucho más
un soldado enemigo prisionero, con todos sus usos propagandísticos,
que muerto.
Hubo
hoy otros llamados iraquíes menos impresionantes a la victoria.
Estuvo, por ejemplo, el sermón de viernes del jeque Abdul-Latif,
quien instó a "árabes y musulmanes" a atacar Estados Unidos,
porque "dondequiera que estén, su Irak, el país de los luchadores
y los creyentes, está siendo sujeto a la agresión más
inaudita de la historia por uno de los estados más arrogantes de
la historia". Fue esa misma cantinela de "maten a los infieles" que tan
a menudo hemos escuchado.
¿Y la verdad? Al otro lado del camino, la gran
mole del Ministerio de Planificación -¿tendría Tarek
Aziz una oficina allí?, nos preguntábamos todos- seguía
arrojando humo entre los escombros. Por supuesto, no había tanques
en el exterior. Por lo menos hoy no. No cuando la victoria eterna está
al alcance de Irak. Pero sí encontré allí un camión
estacionado, lleno hasta el tope de espejos, libreros, refrigeradores,
televisiones e incluso una obra de arte moderno iraquí, con pintura
verde aplicada en minúsculas motas sobre un paisaje del río
Tigris. Los clips seguían dentro del edificio.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya