Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 22 de marzo de 2003
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Política
DESFILADERO

Jaime Avilés

Descubren arma bacteriológica en EU

El virus infectó las células cerebrales del pueblo estadunidense y el sistema nervioso de la ONU

AUTOPSIA: para entender el sentido de una vida individual o de una etapa cualquiera de la historia -los casos de Napoleón o de Mozart, si usted quiere, la invasión de América por Europa en 1492 o la destrucción de Naciones Unidas en 2003, da lo mismo-, los griegos decían que el mejor procedimiento era abrir el cadáver y leer sus vísceras. Si analizamos los restos mortales de la ONU, descubriremos claramente las causas de su defunción. Yo lo hice y, créanme, estoy muy satisfecho con los resultados.

Encontré que la ONU falleció a causa de un arma biológica de destrucción masiva denominada ''la familia Bush'', un agente patógeno poderosísimo que produce esporas de fuego en forma de corn-flakes de metal. Estas se esparcen a gran velocidad y matan a miles de personas en pocos minutos. Cuando aislé el virus, impopularmente llamado Baby Hitler, vi que se trataba de un microrganismo de múltiples cabezas, pero carente de cerebro o de corazón. Hurgué en su estómago y supe que se nutría de un aceite subterráneo que tiene la densidad de una piedra blanda. Al explorar sus riñones entendí que si algo explicaba esa necesidad compulsiva de arrojar esquirlas de metralla a diestra y siniestra, era su dependencia del mencionado líquido, por otra parte, espeso y negro.

Exámenes de laboratorio revelaron que este maligno bicho se incubó en los ochenta en un forúnculo del entonces presidente Ronald Reagan. En 1988 comenzó a actuar por su propia cuenta y en el breve lapso de cuatro años consiguió incrustarse en el tejido social de Irak, donde permanecería en estado latente ocho años más, debilitando sin embargo el sistema inmunológico de esa nación. Su agresividad se hizo más palpable a partir de 2001 cuando, en septiembre, infectó las instituciones democráticas de Estados Unidos, contaminó las estructuras de la ONU y entró en auge. Veamos.

Una vieja enfermedad crónica

En 1979, durante la presidencia imperial de James Carter, se produjeron dos hechos muy importantes. Una rebelión popular, dirigida por los líderes religiosos islámicos de Irán, derribó al gobierno proestadunidense de Mohamad Reza Pahlevi. Al mismo tiempo, una larga lucha de resistencia encabezada por un grupo de nacionalistas y socialdemócratas puso fin a la dictadura de la familia Somoza en Nicaragua. Estados Unidos no pudo impedir el ascenso del ayatola Jomeini, pero toleró la llegada al poder del Frente Sandinista, considerando que ésta iniciaría una modernización de los regímenes bananeros de Centroamérica.

Un año más tarde, a finales de 1980, una turba de seguidores de Jomeini invadió la embajada de Washington en la ciudad de Teherán, frustrando los planes de Carter, que pretendía relegirse. Con la victoria electoral de Reagan, el imperio definió dos políticas independientes pero complementarias para derrocar al ayatola y también a los sandinistas. En el primer caso, apoyó con todo al nuevo hombre fuerte de Irak, Saddam Hussein, que acababa de entronizarse en Bagdad con el respaldo del partido Baaz (de los "compañeros"), compuesto por sectores musulmanes y cristianos, de orientación más bien laica. A juicio de la Casa Blanca éste era el antídoto ideal para combatir el fundamentalismo de Jomeini.

Estados Unidos no escatimó dinero, armas convencionales y agentes bacteriológicos y químicos para fortalecer al ejército de Hussein, antes de alentarlo a que declarara la guerra contra Irán, conflicto que iba a prolongarse a lo largo de ocho años. Mientras tanto, para liquidar la revolución sandinista, la CIA organizó a los miembros de la Guardia Nacional de Somoza, que se hallaban asentados en Honduras, al otro lado del río Coco, y recaudó fondos entre las familias de la oligarquía nicaragüense exiliadas en Miami, así como de la mafia cubana de Florida.

Cuando Reagan pidió la autorización del Congreso de su país para usar el dinero de los contribuyentes en favor de las bandas terroristas de la contra, que habían empezado a actuar en el norte y en la costa atlántica de Nicaragua, se topó con el rechazo del Partido Demócrata. Ante esto, la CIA montó una operación subrepticia a cargo del coronel del ejército estadunidense Oliver North. Este diseñó una red de narcotraficantes que adquiría opio, heroína y otras drogas en Afganistán -país que Estados Unidos ayudaba mediante los talibanes a rechazar la invasión soviética, iniciada en 1978-, y con la venta de tales sustancias ilícitas en Irán, obtuvo dólares frescos para comprar las armas que necesitaba la contra. El día que la justicia estadunidense descubrió el escándalo Irán-Contras, Oliver North fue procesado y expulsado del ejército, no obstante lo cual se convirtió en un héroe de la ultraderecha gringa.

A lo largo de su doble mandato, valiéndose en ambos casos de una agresión indirecta, Reagan destruyó económicamente a Irán y Nicaragua, pero no pudo liquidar a sus gobiernos. En 1988 entregó el poder a George Bush padre, a quien le tocó presidir el fin de la guerra en Mesopotamia y la derrota electoral de los sandinistas. Entonces, mientras el paisito centroamericano era recuperado por sus antiguos dueños de siempre -aun cuando ya no existían los instrumentos de terror de Somoza, cuya destrucción fue el único logro importante de los sandinistas-, la embajada estadunidense en Bagdad habló con Hussein y le puso una trampa.

La única esperanza

A través de su representante diplomática, Bush padre aconsejó al dictador iraquí, sin ambages, que invadiera Kuwait. Más aún, le garantizó que no habría represalias. Hussein contaba con las muy abundantes riquezas petroleras de su país, pero vio en este plan la posibilidad de aumentar sus ganancias para reconstruir la infraestructura devastada por la guerra contra sus vecinos persas. Además, confiaba en la administración del Partido Republicano, porque ésta lo había secundado en sus campañas de exterminio contra los kurdos, renovando puntualmente su arsenal de armas químicas y biológicas.

El 2 de agosto de 1990, los tanques de Irak atravesaron la frontera de Kuwait y se adueñaron de sus pozos petroleros. Para sorpresa de Hussein, Bush padre reaccionó con iracundia y llamó a constituir una coalición para expulsar del emirato a sus ex socio. Una vez que recabó la adhesión de la comunidad internacional, en febrero de 1991, desató la tormenta en el desierto y en pocos días trituró a las mejores unidades de combate del ejército iraquí. No conforme con ello, Estados Unidos e Inglaterra patrocinaron en la ONU enérgicas sanciones económicas contra el régimen de Hussein, entre ellas un boicot de alimentos que en 1998 había provocado ya la muerte de 500 mil niños por hambre.

En noviembre de 1992, Bush padre perdió la relección ante el vil Clinton, pero éste, respetuoso de los planes a mediano plazo de las empresas petroleras ligadas a la cúpula republicana, mantuvo intacto el castigo contra Irak, ordenó incontables misiones de bombardeo a las defensas antiaéreas de aquel país y siguió debilitándolo de manera sistemática hasta el fin de su segundo período presidencial. En ese momento, Baby Hitler, el arma biológica más nociva conocida jamás por la humanidad, subió a escena.

Bajo la batuta de Bush padre y con el auxilio de su hermano Jeb en Florida, el virus enfermó de muerte a las instituciones democráticas de su país al dar un golpe de estado, concebido y ejecutado como fraude electoral. Una vez en el poder, aprovechando los buenos contactos de su familia y de los socios comerciales de su padre con Osama Bin Laden, utilizando como correo a Colin Powell, el bicho planeó y llevó a cabo los monstruosos atentados de septiembre de 2001, que le permitieron infectar las células cerebrales de la mayor parte de la población estadunidense, así como los centros neurálgicos de la ONU.

Después de inocular su veneno en el sistema inmunológico del mundo y en el corazón de su país, Baby Hitler tomó Afganistán, estableciendo una cabeza de playa en el centro de Asia. Acto seguido, comenzó los preparativos para triturar a Hussein. En enero de 2002, eligió a sus próximos blancos de ataque: Irak, Irán, Corea del Norte y... Cuba. Pero decidió concentrarse en el primero, con el falso argumento de que había nexos entre Bin Laden y Hussein, pese a que ambos han sido enemigos por décadas. Lo demás ya lo sabemos.

Mientras aceitaba la maquinaria militar más poderosa del planeta, el virus introdujo la discordia entre los miembros de la OTAN y de la ONU. Sin perder tiempo, obedeciendo las pautas de un cronograma implacable, colocó a sus tropas en el golfo Pérsico en tanto destruía el sistema jurídico que por medio siglo rigió las relaciones políticas de todos los países de la Tierra. Y el jueves de esta semana que nadie olvidará mientras viva, fue a las islas Azores en el atlántico africano, pulverizó las bases legales del Consejo de Seguridad y empezó a barrer las fronteras, los desiertos, las aldeas, las ciudades, los techos, los muros, los muebles, los baños, las toallas, los jabones, las camas, las cunas, los juguetes, los biberones, los pañales, los libros, los tenedores, los zapatos, los tapetes, los cerillos, los clips, las motas de polvo y todo cuanto hay relacionado con la vida humana en Irak.

Escribo estas líneas inútiles con el profundo deseo de aullar a causa del dolor insoportable que procuro, al mismo tiempo, olvidar escribiendo. Pero esta página se agota por hoy y no quiero apartar los ojos de la pantalla que agrupa estos signos ni volver a escuchar las voces de los extraños que ahora, de día y de noche, habitan mi casa. Gente como Jorge Gestoso, el inexpresivo y por ello paradójico robot de CNN en Washington; Ari Fleischer, que parece sacado de una sátira de Woody Allen contra los judíos; Donald Rumsfeld, con su aspecto de golfista jubilado, que a cada rato me dice que Estados Unidos "prevalecerá". De eso estoy seguro, aunque no tenga un solo motivo para creerlo. Sin embargo, para que esa nación en verdad prevalezca, Rumsfeld, y Fleischer, y Cheney, y Powell, y Perle, y Condolencia, y por supuesto Baby Hitler, su padre y su hermano, deberán ser juzgados como criminales de guerra por un tribunal como el de Nuremberg. Es la única esperanza que en estos momentos le queda a la humanidad.

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