Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 28 de marzo de 2003
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Editorial
 

EL HACKER BUSH

Los intercambios internacionales y nacionales de información, comunicaciones y noticias han sido, en la agresión militar lanzada por Estados Unidos e Inglaterra contra Irak, uno de los "teatros de operaciones" de la guerra en curso, y en él, de acuerdo con una expresión tan común como certera, la verdad ha sido la primera baja de la confrontación. En este terreno, y en la circunstancia presente, el régimen iraquí se ha conformado con proseguir su conocida hostilidad represiva hacia todo lo que suene a información independiente. En cambio, el gobierno de Estados Unidos, que se ostentaba como defensor de la libertad de expresión y del derecho a la información, y cuyos mecanismos de control sobre los medios informativos y de comunicación eran mucho más sutiles que los de las dictaduras formales, ha ido cerrando los márgenes informativos, ha restablecido la censura de Estado y ha entablado acuerdos implícitos o explícitos con los consorcios propietarios de los medios para manipular a discreción toda la cobertura de la guerra, tanto la de medios estadunidenses como la que realizan entidades periodísticas de otros países.

Además de modelar a su antojo los despachos y los reportajes que las cadenas informativas del país vecino presentan al público, Washington ha lanzado una campaña indignante y vergonzosa contra la emisora qatarí Al Jazeera, la cual se ha distinguido por su profesionalismo, su sentido de la oportunidad periodística y su independencia ante los poderes públicos y los bandos en pugna. En el mundo árabe Al Jazeera es, de hecho, una excepción luminosa que le ha valido prestigio y reconocimiento en todo el mundo, menos en Estados Unidos. Desde los días posteriores a los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando esa emisora difundió videos de Osama Bin Laden, la Casa Blanca satanizó el trabajo de Al Jazeera y la acusó de ser un aparato de propaganda de Al Qaeda. En el momento actual, la empresa televisiva ha sido acusada de violar la Convención de Ginebra debido a que transmitió imágenes de soldados estadunidenses muertos o capturados, a pesar de que CNN, NBC, ABC, BBC, Univisión y demás consorcios angloestadunidenses han transmitido, desde antes, fotos o videos de prisioneros de guerra iraquíes y de los muertos en los bombardeos contra la nación árabe agredida.

Más allá de los improcedentes e injustos señalamientos contra la televisora qatarí, ésta ha sufrido, en días recientes, ataques informáticos de toda clase: desde los ilegales bloqueos de sus servidores por hackers -presumiblemente al servicio del gobierno de Bush- hasta la negativa de empresas estadunidenses a brindarle conexión a Internet, pasando por la expulsión de sus corresponsales de la Bolsa de Nueva York. En forma involuntaria, esa persecución ilegal contra un medio informativo revela hasta qué punto el gobierno de George W. Bush y su aventura bélica en Irak se han vuelto vulnerables a la difusión de la verdad.

Otro aspecto alarmante de la guerra informática que se produce como correlato de la guerra a secas es la súbita desaparición o el bloqueo de casi todos los sitios iraquíes en Internet, fenómeno del que difícilmente podría considerarse ajenos a los poderes políticos y económicos de Estados Unidos. Este arrasamiento virtual, que configura un bloqueo informativo al conjunto de la sociedad de Irak, pone de manifiesto la necesidad de redistribuir y descentralizar por todo el planeta los sistemas que controlan y gestionan la red mundial y que por ahora se encuentran concentrados, en su gran mayoría, en la nación vecina. Adicionalmente a la exigencia de parar la agresión criminal contra Irak, las sociedades deben incluir en sus movilizaciones la demanda de quitar a Estados Unidos la atribución de facto de sacar a un país cualquiera del conjunto de conexiones informáticas mundiales. Tal atribución constituye, en el contexto de desarrollo tecnológico contemporáneo, una amenaza contra la soberanía de todas las otras naciones.
 

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