Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 13 de abril de 2003
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Cultura

Carlos Bonfil

Lejos del cielo

En poco más de 15 años, desde su curiosa experimentación paródica con muñecas barbie, Superstar, the Karen Carpenter show (1987), hasta Lejos del cielo, su reciente homenaje al cine de Douglas Sirk, el realizador independiente Todd Haynes ha dado un formidable salto al cine comercial, conservando intactos, afinando incluso, algunos de sus temas favoritos: el melodrama hollywoodense de los cincuenta y su carga mitológica, las paranoias de la clase media estadunidense (Safe, 1995), temerosa siempre de amenazas externas (degradaciones ambientales, epidemias, corrupción moral, colapso de un estilo de vida), y finalmente la heterodoxia sexual, con sus retos y complejidades, ya sea en el marco de la cultura pop (Velvet Goldmine), o en el universo poético de Jean Genet (Poison, 1991), o en el clima opresivo de discriminación racial e intolerancia sexual que presenta Lejos del cielo.

Para su más reciente largometraje, Todd Haynes toma como inspiración un clásico del cine hollywoodense de los cincuenta, Lo que el cielo nos da (All that heaven allows), de Douglas Sirk (Sublime obsesión, Imitación de la vida), cinta que a su vez inspirara, en 1973, a Rainer W. Fassbinder para su película El miedo devora las almas. Haynes propone una variante más del drama de una mujer madura enamorada de un jardinero en la cinta de Sirk (conflicto de clase), o de un inmigrante marroquí treinta años menor, en el melodrama alemán (conflicto racial), o de un jardinero negro en Lejos del cielo. Haynes añade un elemento más: Cathy Whitaker, el ama de casa que interpreta notablemente Julianne Moore, está casada con Frank (Dennis Quaid), un homosexual reprimido, con lo que la versión más reciente de esta historia combina, de modo sugerente, el estigma homosexual y el prejuicio racista.

Sin sucumbir de modo alguno a la tentación de adaptar con toda fidelidad la película de Sirk (algo que infortunadamente sí acometió Gus Van Sant al volver a filmar Psicosis, de Hitchcock), Haynes elige la relaboración estilística, una recreación sensual de la paleta cromática de Douglas Sirk y de sus efectos de iluminación (fotografía de Edward Lachman), con una banda sonora de Elmer Bernstein que completa y afina el trabajo de ambientación. El personaje que interpreta Julianne Moore permanece fiel al esquema de una figura femenina trágica, una gran perdedora en el clima de intolerancia social. Frank Whitaker, en cambio, reserva sorpresas mucho mayores en su tránsito de la culpabilidad atormentada a una realización, al parecer plena, de su preferencia sexual. En este giro dramático que presenta a un Frank finalmente enamorado, y feliz al margen de la vida familiar, reside la maliciosa trasgresión con la que Haynes (cineasta queer de primera línea), sella su relectura del clásico de Douglas Sirk.

Lo que el cine de los cincuenta no podía mostrar (una secuencia de suspenso que culmina con la imagen de dos hombres besándose), se vuelve en Lejos del cielo un elemento natural de la narración: la infiltración en el clima de intolerancia moral de una afirmación sexual novedosa. De este modo se entrecruzan y confunden los esquemas narrativos de dos épocas, los cincuenta y el posliberacionismo sexual contemporáneo. Haynes se revela así un estupendo intérprete de la evolución de hábitos sexuales, y todo un virtuoso en la recreación estilística. ƑDe qué otro modo habría de lograr un mínimo impacto popular una cinta anclada en una estética vieja de medio siglo, si no mediante la actualización de sus temas, la sofisticación visual, y el talento de intérpretes de la talla de Quaid y Julianne Moore? Muchos espectadores (y la casi totalidad del público joven) desconocen el cine de Douglas Sirk -ignorado en cine clubes y cinetecas, rescatado ocasionalmente por la televisión, el DVD y el video. Con todo, y pese a esta ausencia referencial, la cinta de Haynes funciona admirablemente. En parte porque consigue rescatar, en esta época de rutinas narrativas, la eficacia y dignidad del melodrama clásico, y en parte, porque señala, con lucidez y agudeza crítica, la persistencia del prejuicio social y las múltiples resistencias que continuamente le opone la creación artística.

Una de las mejores propuestas en la cartelera comercial.

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