Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 18 de abril de 2003
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Política

Horacio Labastida

Animalización del hombre

En la medida que la doctrina de guerra preventiva, declarada por George W. Bush y sus más cercanos colaboradores en la Casa Blanca, se ha puesto en marcha poco después de los acontecimientos del 11/9, surgen día a día con más claridad las categorías que inspiran la renovada ideología del dominio que hoy, capítulo primero, se extiende en Medio Oriente. En tres puntos claves hay manifestaciones de sus terribles consecuencias. En Gaza y Cisjordania las tropas israelíes asesinan sin piedad a civiles palestinos, incluidos niños, mujeres y ancianos que defienden sus territorios lanzando piedras contra los tanques de Ariel Sharon. Nadie detiene las órdenes criminales de ocupación, frecuentemente aplaudidas y apoyadas por la alta burocracia de Washington, y de este modo el pueblo sacrificado desde que se creó el Estado judío es diezmado por quienes manipulan a la autoridad de Jerusalén.

La tragedia palestina se inició cuando respondiendo a presiones de encumbrados personajes judíos en la política estadunidense, la Asamblea General de Naciones Unidas llamó al establecimiento de una organización política judía en el Estado árabe de Palestina (noviembre de 1947), y en el momento en que concluido el mandato británico (mayo de 1948), un grupo de líderes proclamó el Estado de Israel sin que concomitantemente se instituyera un Estado árabe independiente. Al día siguiente de esta proclamación los estados árabes vecinos invadieron al nuevo gobierno, victorioso éste hacia enero de 1949 y en sucesivos ataques que concluirían con la derrota árabe al ser bombardeado Egipto por aire y tierra entre el 5 y 9 de enero de 1967. A partir de entonces y a pesar de los acuerdos pacificadores de Oslo nada se ha arreglado entre israelíes y Yasser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina; tampoco tuvieron éxito los convenios israelí-palestinos suscritos en Washington (septiembre de 1995). Con mucha razón el viejo fundador del partido Baaz, Michel Aflaq (1910-89), representante en sus inicios de la unidad revolucionaria árabe, acentuó que el palestino era el problema clave de vida o muerte en el movimiento árabe liberador.

En medio de la orgía de sangre palestina, regístranse las otras dos instancias que muestran lo que está ocurriendo en el mundo. Con el pretexto de derrotar el terrorismo de Osama Bin Laden (n. 1957), el Tío Sam descargó en Afganistán sus bombas multiasesinas, y hoy este país goza de la libertad y la democracia que comandan los señores de la guerra y de la droga a través de un procónsul estadunidense nativo. Los terribles caciques que suplieron al fundamentalismo talibán imponen sus caprichosos mandatos con la complacencia de la Casa Blanca a cambio de que consientan y no estorben el traslado de hidrocarburos desde las fuentes del Caspio hasta los mercados petroleros que generan altos beneficios monetarios y tutelares a las empresas representadas por el grupo gobernante estadunidense. Y la segunda bacanal sanguinaria se ha repetido en Irak antes y después de la caída de Saddam Hussein, masacre vesánica simbolizada en dos hechos descritos por el brillante corresponsal de The Independent, Robert Fisk.

El pasado 10 de abril en medio de la turba de saqueadores en Bagdad y los soldados invasores fue testigo de una escena alegórica de la oligofrenia reinante. En la zona de Adamiya, un francotirador marine apostado en no muy alta azotea disparó, hirió y probablemente mató a los tripulantes de un auto, donde viajaba una pequeñuela; después dirigió su fusil contra un iraquí que se asomó al balcón de su casa para ver lo que sucedía, y más tarde el propio soldado descargó su metralla contra un camión de pasajeros, matando entre éstos a una joven mujer. Seguramente el asesino vive hoy condecorado por su heroico comportamiento.

Pero no sólo la ideología democrática de la Casa Blanca comprende la eliminación física de las gentes; además, purga y anonada los valores culturales y civilizadores del hombre, según consta en el aniquilamiento de la herencia espiritual de la humanidad cobijada en el Museo Arqueológico, la biblioteca de los Coranes y el Archivo Nacional de Irak, atracados y reducidos a cenizas, advirtiéndose que en la comisión de tan grave vandalismo hubo manos expertas que propiciaron los incendios.

La doctrina de la guerra preventiva no sólo busca pillar la riqueza ajena y la extinción material de las personas, sino ante todo derruir la cultura y la libertad creadora para garantizar una radical deshumanización del hombre y su conversión en animal de trabajo. Hoy sabemos que El castillo, de Franz Kafka (1883-1924), está en Washington y no en vieja colina de la Praga antigua. Así lo exhibe en nuestro tiempo el teatro de la globalización neoliberal.

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