Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 29 de abril de 2003
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P O L I T I C A
.. José Blanco

Desarrollo y reforma del Estado

El 25 y 26 de abril gobernadores de PRI, PAN y PRD, con la participación de los dirigentes de esos mismos partidos, acordaron reactivar el debate nacional sobre la reforma del Estado. Se habló de una amplia variedad de temas, pero es preciso destacar una tesis de orden general expuesta por el PRD, partido que dijo no entender "la reforma del Estado sin la construcción de un nuevo pacto social, que ponga en el centro la necesidad de un desarrollo nacional con equidad, justicia y libertad". Expresada por muchas voces en el pasado, es imposible exagerar la importancia central de esta tesis decisiva.

Sin un "acuerdo en lo fundamental", como quería Mariano Otero, sencillamente es imposible toda imposibilidad el desarrollo. Todas las experiencias históricas exitosas de desarrollo en los siglos xix y xx fueron proyectos encabezados por el Estado. Todas. Inglaterra, Francia y Alemania; Estados Unidos, Dinamarca o Suecia, Japón o España, el sudeste asiático o Corea, pasaron a ser países desarrollados a través de un proyecto nacional de largo plazo detrás del cual se conjugaron la mayor parte de las fuerzas y corrientes dinámicas con las que contaba cada uno de esos países.

Algunos corrieron por vía autoritaria, otros por vía democrática, en grado diverso, según el momento histórico. No es necesario insistir en que México está saliendo de una experiencia autoritaria no exitosa en términos de desarrollo, y que nuestra vía futura no puede ser sino el consenso democrático. Aunque hemos de asumir que la vía democrática es sensiblemente más lenta. Pero, sin ese consenso quedaremos atrapados sin duda ninguna en la parálisis que hoy vivimos.

Un acuerdo en lo fundamental entre los partidos tiene que incluir a una parte de la sociedad civil: las organizaciones de productores agropecuarios, las de los trabajadores asalariados y las de empresarios, porque son, junto con el Estado, los protagonistas principales de la economía nacional.

Como ha definido Joseph Stiglitz, "el desarrollo consiste en la transformación de la sociedad". La formulación significa, precisamente, el paso de una sociedad tradicional reacia al cambio hacia una sociedad dinámica en la que la constante es el cambio. Y cambio quiere decir innovación continua en todos los ámbitos de la sociedad.

La innovación y el dinamismo no son un asunto puramente de voluntad. Es necesario construir las condiciones sociopolíticas que generen tensiones sociales capaces de mover a la sociedad hacia la innovación y el cambio. En los países desarrollados la tensión social fundamental que creó las condiciones de la innovación y el dinamismo fue la que se estableció entre salarios y ganancias. Los actores económicos que representan a esas dos categorías económicas deben contar con todos los derechos, todas las libertades, toda la autonomía, toda la fuerza de negociación, para que esa tensión social se vuelva productiva y ponga en una vía dinámica a la sociedad. Por supuesto, nada que ver con la doctrina cristiana de Abascal. Por eso es punto cardinal que la reforma laboral oficial no pase, porque atenta contra el desarrollo económico y social a largo plazo, y no pueden ser sino las propias organizaciones de asalariados las principales defensoras de otro proyecto de poder para ellas mismas.

Los productores agropecuarios requieren también de esa fuerza de negociación. Y tendrán que ser principalmente sus organizaciones quienes tienen que alcanzarla. En este momento se encuentran en un trance decisivo. Pueden conjuntamente dar un paso -hayan o no firmado el pacto con el gobierno-, o pueden retroceder si ese acuerdo los divide.

Una reforma del Estado con vistas a un proyecto nacional de desarrollo de largo plazo pasa obligadamente por una distribución del poder entre los protagonistas de la economía, porque las tensiones sociales entre esos actores constituye el motor del dinamismo social y económico. Esa es la experiencia histórica de los países que se desarrollaron por una vía democrática. El control político de los productores agropecuarios y de los asalariados es el antidesarrollo por antonomasia; es nuestra experiencia.

México en los últimos años ha acentuado el dualismo estructural, social y económico que lo ha acompañado durante el último siglo. Posee algunos espacios dinámicos, productivos y de servicios, incorporados a los circuitos globalizados, y otros grandes espacios socioeconómicos ligados a la vida socioeconómica interna instalados en la tradición, en grados diversos. Aquí se ubica el vasto espacio de antidesarrollo de la economía informal.

Esta dualidad entraña un grave peligro, porque quienes viven en los circuitos globalizados, viven en un dinamismo que mira a la metrópoli; son cosmopolitas, tienden a integrarse hacia el resto del mundo, más que a la nación. Este es uno de los grandes retos del desarrollo mexicano. El punto está en una política de Estado para un desarrollo integrado.

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