José Blanco
Desarrollo y reforma del Estado
El 25 y 26 de abril gobernadores de PRI, PAN y PRD, con
la participación de los dirigentes de esos mismos partidos, acordaron
reactivar el debate nacional sobre la reforma del Estado. Se habló
de una amplia variedad de temas, pero es preciso destacar una tesis de
orden general expuesta por el PRD, partido que dijo no entender "la reforma
del Estado sin la construcción de un nuevo pacto social, que ponga
en el centro la necesidad de un desarrollo nacional con equidad, justicia
y libertad". Expresada por muchas voces en el pasado, es imposible exagerar
la importancia central de esta tesis decisiva.
Sin un "acuerdo en lo fundamental", como quería
Mariano Otero, sencillamente es imposible toda imposibilidad el desarrollo.
Todas las experiencias históricas exitosas de desarrollo en los
siglos xix y xx fueron proyectos encabezados por el Estado. Todas. Inglaterra,
Francia y Alemania; Estados Unidos, Dinamarca o Suecia, Japón o
España, el sudeste asiático o Corea, pasaron a ser países
desarrollados a través de un proyecto nacional de largo plazo detrás
del cual se conjugaron la mayor parte de las fuerzas y corrientes dinámicas
con las que contaba cada uno de esos países.
Algunos corrieron por vía autoritaria, otros por
vía democrática, en grado diverso, según el momento
histórico. No es necesario insistir en que México está
saliendo de una experiencia autoritaria no exitosa en términos de
desarrollo, y que nuestra vía futura no puede ser sino el consenso
democrático. Aunque hemos de asumir que la vía democrática
es sensiblemente más lenta. Pero, sin ese consenso quedaremos atrapados
sin duda ninguna en la parálisis que hoy vivimos.
Un acuerdo en lo fundamental entre los partidos tiene
que incluir a una parte de la sociedad civil: las organizaciones de productores
agropecuarios, las de los trabajadores asalariados y las de empresarios,
porque son, junto con el Estado, los protagonistas principales de la economía
nacional.
Como ha definido Joseph Stiglitz, "el desarrollo consiste
en la transformación de la sociedad". La formulación significa,
precisamente, el paso de una sociedad tradicional reacia al cambio hacia
una sociedad dinámica en la que la constante es el cambio. Y cambio
quiere decir innovación continua en todos los ámbitos de
la sociedad.
La innovación y el dinamismo no son un asunto puramente
de voluntad. Es necesario construir las condiciones sociopolíticas
que generen tensiones sociales capaces de mover a la sociedad hacia la
innovación y el cambio. En los países desarrollados la tensión
social fundamental que creó las condiciones de la innovación
y el dinamismo fue la que se estableció entre salarios y ganancias.
Los actores económicos que representan a esas dos categorías
económicas deben contar con todos los derechos, todas las libertades,
toda la autonomía, toda la fuerza de negociación, para que
esa tensión social se vuelva productiva y ponga en una vía
dinámica a la sociedad. Por supuesto, nada que ver con la doctrina
cristiana de Abascal. Por eso es punto cardinal que la reforma laboral
oficial no pase, porque atenta contra el desarrollo económico y
social a largo plazo, y no pueden ser sino las propias organizaciones de
asalariados las principales defensoras de otro proyecto de poder para ellas
mismas.
Los productores agropecuarios requieren también
de esa fuerza de negociación. Y tendrán que ser principalmente
sus organizaciones quienes tienen que alcanzarla. En este momento se encuentran
en un trance decisivo. Pueden conjuntamente dar un paso -hayan o no firmado
el pacto con el gobierno-, o pueden retroceder si ese acuerdo los divide.
Una reforma del Estado con vistas a un proyecto nacional
de desarrollo de largo plazo pasa obligadamente por una distribución
del poder entre los protagonistas de la economía, porque las tensiones
sociales entre esos actores constituye el motor del dinamismo social y
económico. Esa es la experiencia histórica de los países
que se desarrollaron por una vía democrática. El control
político de los productores agropecuarios y de los asalariados es
el antidesarrollo por antonomasia; es nuestra experiencia.
México en los últimos años ha acentuado
el dualismo estructural, social y económico que lo ha acompañado
durante el último siglo. Posee algunos espacios dinámicos,
productivos y de servicios, incorporados a los circuitos globalizados,
y otros grandes espacios socioeconómicos ligados a la vida socioeconómica
interna instalados en la tradición, en grados diversos. Aquí
se ubica el vasto espacio de antidesarrollo de la economía informal.
Esta dualidad entraña un grave peligro, porque
quienes viven en los circuitos globalizados, viven en un dinamismo que
mira a la metrópoli; son cosmopolitas, tienden a integrarse hacia
el resto del mundo, más que a la nación. Este es uno de los
grandes retos del desarrollo mexicano. El punto está en una política
de Estado para un desarrollo integrado.
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