Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 29 de abril de 2003
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P O L I T I C A
.. Magdalena Gómez

El acuerdo incómodo

Ayer en la ceremonia de la firma del Acuerdo Nacional para el Campo se mostró a la sociedad una foto de la realidad del gobierno del cambio que poco tiene que ver con tal adjetivo. Los priístas podrán describir, con cierta sorna, la escenografía oficial, recordando tantas y tantas otras similares en su largo pasado de ejercicio de gobierno. Nada nuevo encontrarán en el proceso de elaboración del acuerdo, en su contenido, en la lógica política de las organizaciones que finalmente lo suscribieron como en el discurso del presidente Vicente Fox: ¿Nueva forma de hacer política?, ¿un gobierno que cumple su palabra? Que le pregunten a los pueblos indígenas.

Finalmente ninguna de las organizaciones campesinas defiende de manera contundente el acuerdo y a la hora de la firma se dividieron, las que no firmaron requerirán de un amplio trabajo de información y de fortalecimiento interno, que les permita resistir los impactos de corto plazo, sobre todo si se empiezan a distribuir algunos recursos y, como es de suponer, se privilegia a quienes lo hicieron. Será difícil mantener la unidad en las movilizaciones y en las demandas, pues necesariamente irán en sentidos distintos. Pronto se verán las implicaciones de estas decisiones, cuando se pase a la prueba de los hechos y se vea que existen diversas valoraciones sobre el mismo acuerdo y diversos grados de compromiso. Habrá sectores del gobierno que lo consideren en el nivel de concesión máxima, por más que sus firmantes campesinos insistan en que es un primer compromiso y un avance. Por otra parte, del Congreso no parecen haber obtenido respaldo consolidado, en especial del Senado que se mantiene hasta 2006; los gobernadores en la práctica decidirán si están conformes en focalizar para el campo los recursos adicionales por ingresos petroleros.

Con su decisión, en uno y otro sentido, también el movimiento campesino se toma su foto de familia. Lamentablemente no se logró superar la historia que cada organización y sus líderes trae detrás. En el álbum podemos encontrar a algunas de ellas en 1992, firmando otro acuerdo para dar espaldarazo a Salinas de Gortari en la contrarreforma al artículo 27 constitucional por más que algunos digan, como Alvaro López, de la UNTA, que entonces lo hicieron bajo protesta y que se enojó mucho el Presidente con ellos.

Lo cierto es que será difícil lograr pronto otra movilización como la del 31 de enero pasado, que abrió la posibilidad de la unidad estratégica y con otros sectores sobre el proyecto de nación. Sin embargo, la demanda de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte se conectaba con las de otras fuerzas que también buscan promover un modelo alternativo para enfrentar al neoliberalismo. También está en juego esa dimensión, la capacidad del conjunto del movimiento social para unificar agendas.

Por lo pronto quedan ahí marcadas diferencias que no parecen ser tan coyunturales. En el mejor de los casos con el acuerdo, si se cumple, se administrará la crisis del campo y se habrá aplazado una vez más la posibilidad de ir tejiendo propuestas de fondo que alimenten la reforma del Estado.

Porque no queda claro que una etapa trivial y minimalista sea el abono para los verdaderos cambios, más allá de quien sea o deje de ser diputado o diputada en esta coyuntura. Ya hemos visto que la consistencia en las demandas exige pagar costos y me temo que los aliados gubernamentales de los firmantes del acuerdo incómodo pueden tener mucha voluntad, en el mejor de los casos, pero no parecen tener fuerza cotidiana en el funcionamiento del aparato gubernamental que mueve las finanzas. Por ahí se dice que es mejor un mal acuerdo que un buen pleito, pero esa es la lógica de los "huizacheros"; para transformar al país en serio y a fondo, se habrán de impulsar pleitos buenos y muy largos y desechar malos e incómodos acuerdos. En esa ruta van las organizaciones que se hicieron a un lado de esta fiesta.

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