Enviar a los menores a la frontera norte, esperanza para pobres de Renacimiento

Madres guerrerenses buscan a sus hijos, arrebatados por la migra de EU a coyotas

En la coloniia acapulqueña La Frontera esta práctica va haciéndose común El sueño americano hace que niños y niñas sean expuestos al ponerlos en manos de traficantes

MISAEL HABANA DE LOS SANTOS CORRESPONSAL

acapulco, gro., 14 de mayo. A sus 72 años de edad, y a punto de perder una pierna por la diabetes, para Esther Carmona el centro de este puerto está tan lejano como la frontera con Estados Unidos, donde su hija Ana Bertha Osuna Carmona, de 35 años, se encuentra esperando cruzar y recuperar a dos de sus cuatro hijos que le fueron arrebatados por la migra a una coyota.

Paradójicamente, la anciana casi ciega vive en la colonia La Frontera, situada al otro lado del río La Sábana, que colinda con Ciudad Renacimiento. Al escuchar el nombre de su hija suelta el llanto, que sólo amaina con la noticia de que sus nietos se encuentran bien en alguna institución de beneficencia.

''Lo único que sé de ella es que apenas el lunes me habló para decirme que le habían quitado a sus hijos; bueno, no a ella, sino a la coyota a la que le pagó para que le llevara a los dos pequeños al otro lado. Sus otros dos hijos más grandecitos ya están allá con su hermana'', dice.

Recuerda que el pasado viernes Ana Bertha y sus cuatro hijos -Omar, de 13 años; Pepe, de 7; José Roberto, de 5, y Heberto Filadelfo, de 3, salieron de La Frontera, colonia de Acapulco, rumbo a la ciudad de México; de ahí viajaron con destino a Atlanta, Georgia. Antes de partir rumbo a Estados Unidos, Ana Bertha trabajaba en el mercado de Renacimiento; su marido, de oficio albañil, también se encuentra en la frontera esperando recuperar a sus dos hijos y con la confianza de alcanzar el llamado sueño americano. Sus otros dos vástagos ya se encuentran en ''el otro lado'' con algunos familiares.

Mientras tanto, doña Bertha, enferma y esperando mejorar de la infección en un pie para evitar la amputación, se ha quedado acompañada por tres de sus nietos huérfanos de madre que ella cuida y mantiene; la mayor tiene 14 años y le ayuda a vender pan. Comenta que su hija ni siquiera se quiso quedar a festejar el 10 de mayo, porque quería cruzar la frontera norte y ponerse a trabajar para sus hijos. La abuela recuerda al más pequeño de los nietos que corría bajo los cocoteros del patio gritando cariñosamente su nombre; esa remembranza le provoca llanto sólo de ''pensar lo que están sufriendo mis niños en manos de gente desconocida''.

Desde ayer vive pegada al teléfono esperando una llamada de su hija que le diga si ya recuperó a sus nietos, los que le fueron arrebatados por la migra estadunidense a una coyota.

Historias paralelas

En Ciudad Renacimiento estas historias se repiten con personajes de nombres distintos que viven en lugares azotados por la pobreza o el desempleo. Tal es el caso de Patricia Godínez Martínez, de 25 años de edad, quien hasta el pasado 28 de abril vivía con su hija María del Rocío, de 9 años, en la casa que tiene su padre en la calle Olímpica, a orillas del contaminado río La Sabana.

La casa número 11, Manzana 72, se diferencia de sus vecinas donde prevalece el sonido fuerte de las estaciones de radio y los gritos de los niños. Esta vivienda parece abandonada hasta que un hombre mayor abre la puerta. Es Juan Godínez, padre de Patricia, quien sólo espera arreglar los papeles de su pensión en el Instituto Mexicano del Seguro Social para alcanzar a su esposa y a sus hijos que ya viven en Estados Unidos.

Los encarguitos

Dice que su nieta, María del Rocío, ya fue recuperada por su hija el pasado 4 de mayo, 24 horas después de que la migra detuvo a la coyota que transportaba a la niña. Narra que la traficante de menores es bien conocida en estos menesteres y es famosa por no tener frontera para sus actividades. Así, don Juan supo la noticia y se dispone a viajar ''a tierra de gringos''.

Da detalles: ''Mi hija desconocía que la coyota ya estaba bien fichada por la migra. Se la habían recomendado porque decían por aquí que era muy segura, que llevaba los encargos hasta su domicilio'' en Estados Unidos.

Don Juan Godinez está contando los días para cerrar su casa y acompañar a su familia, a su esposa, a su hijo Juan, a Patricia y a todos sus nietos, que decidieron cambiar de residencia.

''Voy a esperar a arreglar lo de mi pensión y yo también me voy a Estados Unidos, porque (aquí) ya no se puede vivir'', concluye triste.