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México D.F. Jueves 15 de mayo de 2003

Considera la educación pública un baluarte del país

Teresa Aguirre, testigo durante 70 años de la precariedad de mentores

CLAUDIA HERRERA BELTRAN

aguirre_teresa 2-cEn 70 años de dar clases, la profesora María Teresa Aguirre Pérez ha visto muchas transformaciones en México y en la educación pública, pero lo único que en su opinión no ha cambiado es la situación de precariedad de los maestros.

La maestra comenzó su carrera en una escuela rural de Tetelcingo, Morelos, en noviembre de 1932, y a sus 90 años sigue conviviendo con niños, ahora como supervisora escolar en la zona de Tacubaya.

En todo este tiempo también se ha convencido de que por más críticas que se hagan a la educación pública, ésta sigue siendo un "baluarte" de México, porque está al alcance del pueblo.

"Los ataques a la educación pública son injustos, porque sigue formando a millones de niños. šClaro! Como en todo, hay escuelas que son mejores y otras peores, pero todas son de calidad", afirma la profesora.

Mostrando su medalla dorada que conmemora siete décadas de trabajo, se declara "encantada de la vida". No hay duda que tiene razones para estarlo, pues goza de una trayectoria de 18 años como maestra de primaria, 14 de directora, 22 de dar clases en la escuela normal superior y 16 de supervisora.

La profesora fue entrevistada en su oficina de la escuela República de Costa Rica, cerca de la delegación Miguel Hidalgo. Su padre, José Aguirre, fue compañero de armas del general Lázaro Cárdenas, y su madre, Celia Pérez, la impulsó a seguir la carrera magisterial, le decía: "La maestra fea, bonita, joven, vieja o quedada siempre es respetada".

Y al paso de los años lo ha comprobado, porque esta profesión le ha permitido trabajar por mucho tiempo y recibir reconocimientos impensables en otras actividades. A lo largo de los años ha acumulado medallas como la Rafael Ramírez, la Ignacio Manuel Altamirano y ha estrechado la mano de cuatro presidentes.

Con ayuda de su secretaria que le sostiene el brazo cuando camina, la profesora sigue puntual su rutina: por las mañanas camina por la escuela República de Costa Rica y en ocasiones se da el gusto de dar alguna clase. Además, a lo largo del año escolar hace visitas a medio centenar de planteles.

En el trayecto de su recorrido por la escuela, la maestra platica sobre sus primeros días en el magisterio.

"En aquel tiempo ganaba el mismo sueldo por trabajar en la mañana y en la tarde, eran 109 pesos mensuales. Pero no me importaba, porque estaba muy orgullosa de ser maestra. No me alcanzaba la boca para decir: 'soy normalista'.

"En la escuela de Tetelcingo sólo éramos dos maestros y teníamos alumnos de todos los grados. En el salón había tres o cuatro pizarrones, en los que les enseñábamos a los chiquitos y a los grandes.

"Cuando regresé al Distrito Federal me asignaron una escuela nocturna y ganaba menos que los otros maestros. Pero seguía orgullosa, porque enseñar a los adultos era un enorme reto."

Tanto tiempo de estar en las aulas también le ha enseñado a ver las reformas educativas sin sobresaltos y a confiar más en el trabajo individual del maestro. Su máxima consiste en que "el niño aprende haciendo", y por eso rehuye a teorizar en clase.

Explica que tampoco es partidaria de usar calculadora en las clases de matemáticas. ƑY dónde queda la memoria?, se pregunta. "Las computadoras facilitan las cosas, pero no hacen trabajar la mente del niño".

Y así lo demuestra con el grupo de quinto grado, al que le da una clase el día de la visita. A los niños les pide sus lápices y los agrupa en decenas. "Es la mejor forma de que los niños entiendan a hacer operaciones", comenta mientras los acomoda en el escritorio.

La otra lección que aprendió y que puede provocar polémica es la de no dejar tareas. "Una vez le dejé a mis alumnos una plana del uno al mil. Una madre de familia que había sido maestra me hizo entender que estaba equivocada, porque esas tareas las terminan haciendo el papá, la mamá o el hermano grande".

De los miles de alumnos que han tomado clases con ella, no recuerda más que a algunos, como a Eduardo Maliachi (ex secretario de Educación de Guerrero y quien fuera rector de la Universidad Pedagógica Nacional). "Son tantos que ya no los guardo en la memoria, pero cuando me los encuentro y me reconocen, los saludo con mucho cariño".

Al preguntarle quién fue el mejor o el peor secretario de Educación Pública, responde: "No sé, porque eso es cosa de política. A este sector ha venido el licenciado Edmundo Salas (director de Operación de la Subsecretaría de Servicios Educativos en el Distrito Federal), porque los de más arriba no bajan".

-ƑEs cierto que antes los maestros tenían mayor vocación? -se le pregunta.

-Es un dicho, todos tenemos el mismo deseo de que el niño aprenda, de dedicarnos a los chicos que no captan igual que los demás.

Pero si alguien es ejemplo de vocación perenne es la profesora Aguirre. "Mis compañeras me dicen jubílate, pero no he querido. Mi vida es la escuela".

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