México D.F. Viernes 6 de junio de 2003
Autobiografía americana reúne
una decena de novelas del escritor haitiano
Matar las cosas que amamos implica gozar de más
libertad: Laferrière
Para vivir en Quebec, Canadá, debió eliminar
su lengua nativa, el creole
El humor y los tabúes constituyen el común
denominador en sus libros
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
Asesino y ladrón. El escritor Dany Laferrière
reconoce sus dos delitos: mató su lengua nativa, el creole,
para vivir en Quebec, y robó detalles de aquí y de allá
para escribir sus novelas: 10 en total que, con sus 3 mil páginas,
forman un solo libro que tituló Una autobiografía americana;
americana como el gentilicio de los que nacen en América, no como
sinónimo de estadunidense.
Nació en Haití en 1953 y a los 23 años
salió exiliado de la isla con destino a Canadá. Gobernaba
la nación caribeña el dictador Jean-Claude Duvalier. Años
antes, su padre, Windsor Klébert Laferrière, periodista y
líder sindical, salió al exilio por la dictadura de Françoise
Duvalier.
Dany
Laferrière dejó Haití, donde ejercía como periodista,
tras la muerte de uno de sus mejores amigos, Gasner Raymond. Salió
en secreto, con 20 dólares en la bolsa y sin conocer a nadie en
la ciudad quebequense de Montreal. Pasaron nueve años y diversos
trabajos para que escribiera su primera novela Comment faire l'amour
avec un nègre sans se fatiguer (Cómo hacer el amor
con un negro sin cansarse). El título sorprendió y se
convirtió en un éxito inmediato.
De ahí siguieron títulos como Eroshima,
L'odeur du café, Cette granade dans la main du jeune nègre
est-elle une arme ou un fruit?, Pays sans chapeau, Le charme
des après midi sans fin y Je suis fatigué, su
libro más reciente. Algunos son provocadores y, sin embargo, Laferrière
no se considera un incitador.
''La provocación tiene algo de efímero.
No se puede escribir un libro y provocar en todo momento. Podemos hacerlo
una vez, pero el sueño de un escritor es permanecer un poco más
de tiempo.''
En sus libros el común denominador del humor y
el rompimiento de temas tabú como el sexo, el racismo o el etnocentrismo.
Ese humor mezclado con lo político ''no viene exactamente de mí.
Los haitianos tienen una forma muy personal de ver la tragedia, lo que
es muy común en todos los pueblos que viven en una situación
difícil. Es una manera de no perder la esperanza'', dice el también
periodista, quien radica en Montreal.
Robo sin escrúpulos
A Dany Laferrière no le gusta ser llamado un escritor
haitiano, canadiense o quebequense. Es, expresa en entrevista, un escritor
americano. ''Escribimos con lo que somos, y lo que somos es donde uno pasó
su infancia, su adolescencia, pero también escribimos con lo que
hemos leído, con nuestros sueños y lo que los amigos nos
cuentan".
Habla el ladrón de detalles: ''Escribimos con tantas
cosas que es muy difícil saber de dónde provienen. Yo mismo
cuando releo mis libros no me acuerdo de la fuente de esas historias.
''A menudo mis historias más detalladas y precisas
son las más falsas. Puedo ver por la ventana, observo algún
detalle y lo incluyo en la novela. Un día leí un libro en
la biblioteca y retomé lo que estaba leyendo. Un escritor no tiene
escrúpulos. Tiene que robarse todo lo que tiene al alcance".
No obstante el éxito de sus libros, que incluyen
poesía y autobiografía, Laferrière decidió
dejar de escribir novelas, ''porque ya escribí lo que tenía
que escribir. Nunca he tenido problemas con la página en blanco,
no busqué los temas y me dije que nunca los buscaría. No
soy un escritor. Sólo escribo.
''Un escritor es aquel que busca escribir y yo estoy buscando
una manera de no hacerlo. Para algunos es un vicio, pero yo no soy vicioso.
Es muy importante mi libertad y por ello nunca acepté el látigo
de la escritura."
Guionista, nueva faceta
Por ahora, Laferrière se dedica a escribir guiones
para películas, dos de las cuales ya se filmaron y se basan en sus
libros Comment faire l'amour avec un nègre... y Le goût
des jeunes filles (La tentación de las chicas).
El autor no teme a los cambios y ahora deja hablar al
asesino: ''No hago las cosas para quedar satisfecho, por eso es justamente
que cambio. Matamos las cosas que amamos para pasar a otra cosa. Eso da
más libertad. En Francia una vez me preguntaron sobre la lengua
francesa y dije: 'sí, es posible amarla, pero tampoco voy a defenderla
hasta la muerte', porque para vivir en Quebec maté mi propia lengua,
el creole, y nadie me dio sus condolencias. Las personas piensan
que es normal que hable su lengua, pero debemos mirar cómo mueren
las cosas, cómo cambian. Así que no me aferro a las cosas
porque ya he matado".
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