Con su esposo conquistó la cima del Lhotse

La montaña no respeta sexos, dice Badía Bonilla

JORGE SEPULVEDA MARIN

El pasado 20 de mayo, a las 11 horas, los escaladores mexicanos Badía Bonilla y su esposo Mauricio López Ahumada conquistaron la cima del monte Lhotse, de 8 mil 516 metros de altura.

Diez segundos después iniciaron el descenso por las condiciones climáticas adversas que los sorprendieron en la cúspide; frío inclemente y fuertes ráfagas de viento. Apenas tuvieron tiempo suficiente para filmar y tomar fotografías, pruebas de su logro.

Habían viajado alrededor de 15 mil o 16 mil kilómetros desde la ciudad de México, más otros ocho y medio hasta la cima. Invirtieron 25 mil dólares en la experiencia.

Con la hazaña, Badía se convirtió en la primera mujer mexicana y latinoamericana en pisar la cúspide de cuatro ochomiles, -antes había logrado el Cho-Oyu de 8 mil 201 metros sobre el nivel del mar, en 2000, y el Everest (8 mil 850) y el Shisha Pangma (8 mil 46) durante 2002-.

Ahora la alpinista dice que requeriría "estar un poco más loca" para continuar su aventura de conquistar el resto de los picos mayores de esa altura. A lo sumo prefiere sólo tres más, pero lo pensará en 2004.

Los escaladores regresaron al país la noche del miércoles y aunque la siguiente semana explicarán con detalle la travesía de 58 días, Badía habló brevemente de sus experiencias.

La nutrióloga de profesión comentó que luego de esta aventura se dio cuenta de "que no hay límites para las mujeres, salvo los que nosotras mismas nos pongamos".

Afirmó que como mujer sí le costó mucho trabajo lograr la cima, "porque las montañas no respetan el sexo; lo mismo tiene que cargar la mujer que el hombre, prepararse igual, soportar igual. Es como pagar un precio alto por ser mujer".

Pero no se queja, da gracias de haber obtenido este cuarto logro al lado de Mauricio y con la imprescindible ayuda de Fura Dorgee Sherpa y Mam Barum Gurum.

Recordó que aunque anunciaron que harían cima sin oxígeno debieron usarlo y aunque no sufrieron congelamiento, sí padecieron enfriamiento extremo de las yemas de los dedos de las manos y los pies.