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México D.F. Jueves 12 de junio de 2003

Carlos Montemayor/ I

De Fernando Pessoa a Alberto Caeiro

Carlos Montemayor ha dedicado buena parte de su tiempo a la traducción literaria. Entre sus primeros trabajos en este rubro está Oda marítima de Alvaro de Campos, publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México en 1977; también, La imaginaria ventana abierta, de Ledo Ivo, que diera a conocer bajo el sello Premiá en 1980. Ensayista destacado, dio a conocer en 1979 Los dioses perdidos y otros ensayos, y en 1981 Tres contemporáneos: Cuesta, Owen, Gorostiza. Poeta temprano, uno de sus primeros poemarios, Las llaves de Urgell, le valió el Premio Xavier Villaurrutia; en forma posterior afianzó su participación en la poesía con títulos como Abril y otros Poemas y Finisterra. Por su parte, Mar de piedra, Las minas del retorno y Guerra en el paraíso son obras representativas de su novelística. Esta diversidad creativa, en cierto sentido heterónima, es la que lo acerca, además de sus intereses particulares, como la música, a Fernando Pessoa (1888-1935) y los diferentes personajes literarios en que necesitó desdoblarse el poeta lusitano, de quien este viernes 13 conmemoramos el 115 aniversario de su natalicio.

Luis de Camoês y Fernando Pessoa constituyen aún las cimas principales de la poesía portuguesa. Sus obras no pueden verse tan sólo como el trabajo de autores notables: son momentos cardinales de un idioma.

Fernando Pessoa nació en Lisboa el 13 de junio de 1888 y murió en la misma ciudad el 30 de septiembre de 1935. Escribió su vasta obra con otros nombres: Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Alvaro de Campos. Los llamó, con agudeza y justicia, heterónimos, no seudónimos. Ellos son su descubrimiento. Ellos son, también, su fuerza. A partir de los heterónimos, su obra es varias obras, su poesía es un encuentro de estilos, de corrientes y de crítica. El poeta fue varios poetas. Su obra nació como una generación de poetas.

II

En los apuntes sueltos publicados por vez primera en 1960, con Ficçoes de interlúdio, encontramos el desarrollo de varias ideas sobre el género dramático que ayudaron a Pessoa a aclarar la creación de sus heterónimos:

''Aristóteles dividió la poesía en lírica, elegiaca, épica y dramática. Como todas las clasificaciones bien pensadas, es útil y clara; como todas las clasificaciones, es falsa. Los géneros no son diferenciables con tanta facilidad, y si analizáramos bien aquello de que se componen, nos encontraríamos una gradación continua de la poesía lírica a la dramática. Remontándonos a los orígenes mismos de la poesía dramática -Esquilo, por ejemplo-, será más acertado decir que encontramos poesía lírica en la boca de diversos personajes.''*

Estas afirmaciones, no del todo exactas, son útiles para comprender a Pessoa. El metro y los temas de la epopeya homérica, por ejemplo, diferían en mucho del carácter religioso de la poesía elegiaca o de los himnos religiosos a partir de los cuales nacieron los poetas dramáticos. Plantear una relación entre la poesía dramática y la épica es más conveniente que entre aquélla y la lírica. Esquilo llevó la poesía dramática a su madurez, a una redefinición de los valores épicos y, al decir de Aristófanes, a una nueva construcción poética, a la creación de otro lenguaje. Pero en los valores esquilianos que resaltó Aristófanes no se encontraba el de la lírica.

Podemos inferir de ello que Pessoa tenía en mente, cuando mencionó a Esquilo, más que los metros y condiciones de los géneros, la condición expresiva individual. Por eso explicó:

''El primer grado de la poesía lírica es aquel en que el poeta, concentrado en su sentimiento, logra expresar tal sentimiento. Si él, empero, fuese una criatura de sentimientos variables y distintos, expresará algo como una multiplicidad de personajes, unificados solamente por el temperamento y el estilo.''

La nota primordial de este primer grado de la poesía lírica para Pessoa es la concentración en el sentimiento como objetivo de la expresión: el poeta lo mira como un hecho del mundo, o mira un hecho del mundo como su emoción misma; el sentimiento humano es la pequeña soledad donde el mundo se refleja. La ''multiplicidad de personajes" será resultado de la concentración en los sentimientos y de la vivencia de que nuestros sentimientos son inconstantes, no sólo varios, sino distintos, acaso opuestos, y que podrían pertenecer a distintos hombres. Ante esta inconstancia, Pessoa puede decir que más parecemos actores, más una máscara, un canal para que los sentimientos se expresen, que nosotros mismos; de ahí su empleo de la palabra ''personajes" en lugar de ''personas".

''Un paso más en la escala poética y tenemos al poeta que es una criatura de sentimientos varios y ficticios, más imaginativo que sentimental, y que vive cada estado de alma, antes que por la emoción, por la inteligencia. Este poeta se exprespessoa_OKará como una multiplicidad de personajes, unificados ya no por el temperamento y el estilo -puesto que el temperamento está sustituido por la imaginación y el sentimiento por la inteligencia, sino solamente por el simple estilo.''

El análisis atiende más a las emociones que a elementos propiamente estilísticos o poéticos. Considera el sentimiento a merced de la inteligencia; nuestro carácter, a merced de la imaginación. No es una gradación en la poesía, sino en la vida del hombre. Es la creación de sentimientos, más que de poemas; la creación de opuestos interiores, más que de versos.

''Otro paso en la misma escala de despersonificación, o sea, de imaginación, y tendremos al poeta que en cada uno de sus diversos estados mentales se integra en él de tal modo que de todo se despersonaliza, de suerte que viviendo ese estado del alma analíticamente, lo convierte como en la expresión de otro personaje, y por ello el estilo tiende a variar.''

Estas líneas son los supuestos que pueden observarse en la obra de Pessoa. No está hablando de una escala lírica, sino de una escala de despersonalización. Es la conciencia de que en uno mismo otros personajes nacen y mueren, transcurren y recuerdan; que en sus diálogos oímos las muchas voces y conocimientos con que nos abraza la vida, sin saber quién verdaderamente somos. Conocemos que somos muchos, sí, pero no basta: es necesario desprendernos de cada uno de ellos, no identificarnos con ellos. La contemplación de lo mútiple y su distanciamiento origina la aceptación de esas vidas y la aceptación, por ello, de otros estilos, de otros lenguajes.

''Dése el paso final y tendremos un poeta que sea varios poetas, un poeta dramático escribiendo en poesía lírica.''

Supuso que los muchos hombres del interior de un poeta son muchos poetas (aunque no indica cómo esos otros hombres llegaron también a ser poetas). Pessoa sintió con el Guardador de rebaños de Alberto Caeiro que había descubierto a su maestro. Más tarde lo reconocieron también como maestro Ricardo Reis y Alvaro de Campos. Por la imaginación de otros poetas interiores un autor se convierte en poeta dramático. Como cada una de esas personalidades hablan de sí mismas, de sus sentimientos, ese poeta dramático escribe poesía lírica. Si hasta aquí llegara la diferenciación propuesta por Pessoa, podríamos afirmar que la gradación dramática va del poeta único al poeta multiplicado un número indefinido de veces:

''Cada grupo de los más cercanos estados de alma insensiblemente se convertirá en un personaje con estilo propio, con sentimientos acaso diferentes, incluso opuestos, a los típicos del poeta en su persona real. Y así será llevada la poesía lírica -o cualquier forma literaria semejante en sustancias a la poesía lírica- hasta la poesía dramática, sin darle todavía la forma de drama, ni explícita ni implícitamente.''

Esto le permitió explicar que la plenitud del drama sintético se alcanza con el drama en verso y que en esta poesía dramática subyace no la imaginación de personajes, no la imaginación de lenguajes y almas que en un escenario aparecen a través de actores, sino la síntesis de estados de alma despersonalizados que se cristalizan en lenguaje, en vivencias, en poetas. El podría considerarse, pues, un poeta dramático. De aquí que sus heterónimos tuvieran biografía, tuvieran mezquindades, envidias unos con otros, maestros y recuerdos.

III

Pessoa argumentó que Shakespeare pudo haber escrito un drama de un solo personaje con Hamlet, un monólogo prolongado y analítico, sin más personajes que lo rodearan. De haber sido así:

''No sería legítimo ir a buscar en ese personaje una definición de los sentimientos y de los pensamientos de Shakespeare...''

Antes señaló un encuentro de muchas vidas en nuestra vida; ahora, que esa imaginación puede ser independiente de nuestra vida: vidas de las que se sabe mucho, pero, principalmente, que no son la nuestra. A partir de esta inversión, defiende a sus heterónimos de sí mismo y sobre todo a sí mismo de ellos: no solamente no sienten como él, sino que son opuestos, no son él mismo. Esto contradice en el fondo su gradación dramática, pero establece en definitiva su idea de la poesía dramática como lírica:

''Por algún motivo de mi carácter que no me propongo analizar, ni importa que analice, construí dentro de mí varios personajes distintos entre sí y distintos de mí, a los que atribuí poemas diversos que no son tal como yo, en mis sentimientos e ideas, los hubiera escrito.

''Así tienen que ser considerados estos poemas de Caeiro, de Ricardo Reis y de Alvaro de Campos. No hay que buscar en ninguno de ellos ideas o sentimientos míos, pues muchos de ellos expresan ideas que no acepto, sentimientos que nunca tuve. Hay que leerlos simplemente como son, que es, por otra parte, como se debe leer.''

ƑHasta qué punto creyó en estas afirmaciones? ƑSe esforzó en dotarlos realmente de una autonomía de ideas y de vida? Es tentador creer que los heterónimos expresan distinas vidas; pero también es claro que sienten y viven muy semejantemente. Su actitud ante el destino, el ser muchos hombres, el esoterismo, el escepticismo de la vida real, del mundo real, son elementos que comparten todos; no así objetos, sustantivos y estilos. Su distancia es léxica y estilística. Aunque es posible, como dijimos, que a Pessoa le importara distinguirse de ellos, en tanto que varios poemas en realidad temía hacerlos suyos.

Un ejemplo: ''escribí con sobresalto y repugnancia el poema octavo del Guardador de rebaños, con su blasfemia infantil y su antiespiritualismo absoluto. En mi personalidad propia, y aparentemente real, con que vivo social y objetivamente, no uso de la blasfemia ni soy antiespiritualista. Sin embargo, Alberto Caeiro, tal como yo lo concebí, es así; así tiene él, pues, que escribir, quiéralo yo o no; piense yo como él o no. Negarme el derecho de hacer esto sería lo mismo que negarle a Shakespeare el derecho de darle expresión al alma de Lady Macbeth, basándose en que él, poeta, ni era mujer ni, que se sepa, histérico epiléptico ni capaz de atribuirle una tendencia alucinatoria y una ambición que no retrocede ante el crimen. Si así es de los personajes ficticios de un drama, es igualmente lícito de los personajes ficticios sin drama, puesto que es lícito porque ellos son ficticios y no porque están en un drama''.

Pessoa reveló en este pasaje la congruencia de su razonamiento. No los hizo personajes de un drama, pero sí les concedió biografía; no los hizo claramente personajes escénicos, pero sí hombres, sí críticos de sí mismos y de los otros. Cuando estos valores, según él decía, eran llevados al drama en verso, alcanzaban su plenitud. En otras palabras, la obra de Pessoa alcanzó la plenitud de una poesía lírica dramática:

Quiso que pensáramos en sus heterónimos como el resultado de su imaginación dramática. El los creó, los imaginó, los construyó; fue capaz de imaginar poetas que pudieran sentir lo que él no sentía; que pudieran cantar lo que él olvidaba cantar. Solemos confundirlo con sus heterónimos porque se trata de una poesía lírica; se nos dificulta distinguirlo de ellos, porque no vemos su obra como poesía dramática.

''El punto central de mi personalidad como artista es que soy un poeta dramático; tengo, continuamente, en todo cuanto escribo, la exaltación íntima del poeta y la despersonalización del dramaturgo... Desde que el crítico establezca que soy esencialmente un poeta dramático tendrá la llave de mi personalidad (...) Provisto de esta llave, él puede abrir lentamente todas las cerraduras de mi expresión. Sabe que como poeta dramático siento despegándome de mí; que como dramaturgo (pero poeta), traslado automáticamente lo que siento a una expresión ajena a lo que sentí, construyendo en la emoción una persona inexistente que la sienta verdaderamente, y por eso, siento, en consecuencia, otras emociones que yo, puramente yo, me olvidé de sentir.''

Pessoa trabajó teniendo como objetivo la coherencia de los pensamientos y temperamentos de sus heterónimos, y no solamente los suyos; trabajó pensando y creando especiales formas de vivir, de sentir y de responder incluso ante su obra misma. Olvidar esto sería olvidar la mitad del portento que constituye su obra. No es la obra de un poeta, sino de los hombres que un poeta imaginó. Olvidar esto sería reducir a cero el sustrato íntimo de las cuatro firmas principales: Caeiro, Pessoa, Reis y Campos.

Concedamos que el nombre de poeta lírico es una innovación en el lenguaje retórico; Pessoa es un poeta de varios poetas ficticios, lo cual en ningún momento equivale a decir que son falsos o prescindibles, como no podemos decirlo del Rey Lear o de Lady Macbeth; su dimensión literaria es la misma; su contorno poético, diferente.

Son demasiado reales los heterónimos como para sentir que no son él, que son ficciones. Son demasiado reales sus sentimientos como para pensar que vemos sólo un personaje sin escenario ni actor. Son demasiado escépticos de la realidad de la vida como para creer que no pertenecen a la realidad de nuestra vida.

IV

Sabemos que Ricardo Reis fue, de los cuatro poetas, el más disciplinado, el crítico más férreo, que sobreponiéndose a la emoción y la simpatía enjuició los errores de Caeiro y de De Campos. La crítica a Alvaro de Campos es particularmente aguda. No sólo consideró que en él la emoción era más fuerte que la inteligencia, sino que su lenguaje revelaba el poco dominio que tuvo sobre sus emociones y ordenamientos. Negó que De Campos escribiera en verso; afirmó que escribía en prosa y que su ritmo no provenía de la poesía, sino de la prosa. No criticó los temas; no hizo caso de las máquinas del ingeniero De Campos, ni del mundo concreto que para el ingeniero fue relevante, no; el clásico Reis no impugnó el canto a la civilización y la ciudad, impugnó el estilo, negó el verso.

De Campos, por su parte, afirmó que Ricardo Reis hablaba de su arte poética, no del arte poética. Le pareció complicado definir la disciplina de la emoción por un balance aritmético de sílabas y versos, donde la emoción, más que disciplinarse, se constriñe o se sofoca, y en las más de las veces logra salvarse a pesar del poeta mismo.

La crítica de Reis, empero, es importante. Pessoa temió al anticatólico octavo poema del Guardador de rebaños, pero ante De Campos nunca temió sus excesos. Excesos emocionales, excesos literarios, excesos de versificación. No hubo barreras para expresar sentimientos personalísimos; para expresar valores o disvalores; bondades o ruindades. No hubo tema poético que no castigara con el sarcasmo. No hubo miseria que no quisiera, benignamente, hacer suya, y defenderla, y hacernos llorar por ella. Su tendencia de reunir en sí mismo todas las vidas, los objetos, las ruindades, hizo de De Campos un poeta perdido en las cosas; hizo de él, por ello, fatalmente, un poeta enamorado y necesitado, en vano, del panteísmo de Caeiro.

Si Ricardo Reis criticó a Caeiro por no ser en todo momento lo pagano que debía, podríamos decir de De Campos que no fue todo el poeta de las máquinas y de la civilización que debía, sino el poeta del hombre escéptico rodeado por las máquinas y la civilización. De Campos fue un poeta personal; Reis un poeta inteligente; Caeiro un poeta pagano, panteísta, el más whitmaniano de ellos. De Campos tuvo como esperanza el impulso panteísta de Whitman, pero sólo fue el testigo de la desunión, del desmoronamiento personal, del insomnio, de la lejanía de la infancia, de la indolencia y la noche. Fernando Pessoa fue el más sabio, el más sobrio, el menos doliente.

* Los apuntes sueltos a los que pertenecen este y otros pasajes que iré citando fueron transcritos por María Aliete Galhoz y publicados por vez primera en Obra Poética de Fernando Pessoa, Ed. Aguilar, Sâo Paulo, 1960. Fueron incorporados después en Fernando Pessoa, Páginas íntimas e de auto-interpretação, textos establecidos e prefaciados por Georg Rudolf Lind e Jacinto do Prado Coelho, Edições Ática, Lisboa, s.f. En esta obra aparecen estos fragmentos en la sección III, ''Para a explição da heteronimia''.

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