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México D.F. Viernes 13 de junio de 2003

Cinco países rechazan someter a control sus inventarios de lanzadores de misiles

Riesgo de rompimiento de alianzas militares entre repúblicas ex soviéticas

Crece la posibilidad de que los separatistas chechenos sigan comprando armamento

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 12 de junio. Los encargados de diseñar la estrategia militar de Rusia en el espacio que ocupaba la Unión Soviética, a diferencia de los contadores de chistes que anuncian una noticia buena y otra mala, no dan a escoger cuál sueltan primero y reportan sólo éxitos, que muchas veces carecen de elemental sustento en la realidad.

El más reciente ejemplo de esta mañosa práctica se dio esta misma semana, en la forma de presentar los resultados de la reunión del Consejo de Ministros de Defensa de la CEI (Comunidad de Estados Independientes, integrada por 12 repúblicas de la antigua Unión Soviética, que participan en grado desigual en sus distintas instancias), celebrada en la ciudad kazaja de Schuchinske.

Convendría, para tener más elementos de juicio, hacer antes un rápido repaso de los antecedentes:

El ministro ruso de Defensa, Serguei Ivanov, convocó a sus colegas para discutir el delicado problema de la venta incontrolada de lanzadores portátiles de misiles Igla (Aguja) y Strela (Flecha), armamento de características muy efectivas y relativamente más barato que los análogos fabricados en Estados Unidos y otros lugares.

El asunto podría parecer una reverencia a los líderes de los países más industrializados, quienes -en la reciente cumbre del Grupo de los Ocho en Evian- compartieron con el presidente ruso, Vladimir Putin, su preocupación por la proliferación de este tipo de armamento.

Pero para Rusia, establecer un severo control sobre la venta de los lanzadores portátiles de misiles (LPM) tiene un significado más directo e importante: es la única manera de impedir que los separatistas chechenos sigan adquiriendo esta modalidad de arma, que irrumpió en el escenario bélico del Cáucaso del norte el 19 de agosto del año pasado.

En los casi cuatro años que van de guerra, así como en su primera edición de 1994-96, los chechenos ya habían usado LPM contra helicópteros rusos, aunque nunca antes habían derribado, como sucedió ese día junto a la base de Hankala, el cuartel general del ejército federal en Chechenia, un Mi-26, el aparato más grande que tiene la fuerza aérea de Rusia. Por un solo misil disparado desde un lanzador portátil murieron 118 oficiales y soldados rusos.

Los combatientes chechenos, a partir de entonces, han empleado LPM en numerosas ocasiones, mientras los portavoces del ejército ruso reconocen sólo tres casos más: los derribos de un helicóptero Mi-24, el 31 de agosto del año pasado, y de dos Mi-8, el 29 de octubre y el 3 de noviembre, también de 2002.

La prensa local -por los números de serie encontrados en fragmentos de misiles usados cerca de la base de Hankala- sospecha que los separatistas chechenos compran los LPM a oficiales corruptos del ejército ruso.

Caos al desintegrarse la Unión Soviética

Asimismo, se sabe que la desintegración de la Unión Soviética provocó un caos completo en los inventarios de armamento convencional -por fortuna, el nuclear quedó a buen resguardo de las fuerzas estratégicas de Rusia, y pronto inclusive se retiraron los cohetes de Ucrania, Bielorrusia y Kazajstán-, y hasta la fecha se desconoce la cantidad de LPM que desaparecieron de los depósitos de armas de los diferentes distritos militares (el equivalente de las zonas militares mexicanas).

La procuraduría de Rusia, que seguramente se reserva más datos, reconoce un faltante de no menos de 150 lanzadores portátiles de tan sólo dos distritos militares, el de los Cárpatos (Moldavia) y el del Cáucaso (Georgia, Azerbaiyán y Armenia).

Nadie tiene ni la más mínima idea de cuántos LPM pudieron haber llegado a manos de los separatistas chechenos a través de intermediarios, principalmente las repúblicas ex soviéticas, pero también algunos países árabes y asiáticos cercanos.

Según Nikolai Gushin, ingeniero en jefe de KBM (Konstruktorskoye Biuro Mashinostroyeniya), una de las empresas rusas que producen este tipo de arma, los LPM rusos se exportan a 30 países -la Armada de México, cabe apuntarlo, adquirió sus primeros cinco LPM Igla en diciembre pasado- y, en el mundo, de acuerdo con estimaciones de los expertos, podría haber algo así como 50 mil misiles para este tipo de lanzadores portátiles.

En ese contexto, se llevó a cabo la ya mencionada reunión del Consejo de Ministros de Defensa de la CEI, en la cual -de acuerdo con la versión oficial de Rusia- se registró un "notable avance" en los esfuerzos para establecer un control más estricto sobre la venta de lanzadores portátiles de misiles.

La buena noticia es que seis países de la CEI -Armenia, Bielorrusia. Kazajstán, Kirguistán, Moldavia y Tadjikistán- apoyaron la iniciativa de Ivanov, el ministro ruso de Defensa.

ƑY por qué los militares rusos callan la mala? Cinco países -Azerbaiyán, Georgia, Ucrania, Uzbekistán y uno que ni siquiera asistió a la reunión, Turkmenistán, cada vez más distanciado de Rusia- no aceptaron someter a ninguna forma de control sus inventarios ni operaciones de compra o venta de lanzadores portátiles de misiles, ni los de fabricación rusa ni los de cualquier otro origen.

Tampoco se tomaron la molestia de argumentar sus razones ni les preocupa, al parecer, que el dedo índice de altos funcionarios rusos apunte hacia por lo menos tres de estos países como principales beneficiarios de la venta ilegal de LPM.

Es claro que la negativa de estos cinco países incrementa la posibilidad de que los separatistas chechenos continúen usando ese tipo de armamento y, lo que también debería preocupar al Kremlin, confirma la existencia de fisuras que están por derivar en un serio rompimiento, en términos de alianzas militares, en el espacio post soviético.

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