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México D.F. Miércoles 9 de julio de 2003

En los Altos de Chiapas, las elecciones de autoridades son siempre concurridas

Abstencionismo en tierra de indios libres

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

San Cristobal de las Casas, Chis., 8 de julio. El distrito cinco, correspondiente a los Altos, tuvo un desarrollo peculiar esta jornada electoral. Su participación fue la más elevada de todo el estado y, sin embargo, no pasó de 36.41 por ciento. Es decir, más de 63 por ciento del padrón no votó. El promedio estatal fue de 32 por ciento, pues sólo tres de cada diez electores chiapanecos registrados por el IFE acudieron a votar.

Como se sabe, en este páramo de sufragios, el PRI fue rotundo ganador. En los Altos, el candidato tricolor recibió 25 mil 34 votos, una de las cifras más altas, y no obstante, representa apenas la octava parte de su electorado potencial (204 mil). Como era previsible, el abogado chamula Florencio Collazo venció sin dificultad a los demás candidatos. Lo notable resulta qué partidos lo siguieron: el PAS obtuvo 10 mil 408 votos y México Posible 6 mil 562; ambos por arriba de PRD y PAN. No hay que olvidar que San Cristóbal de las Casas, la única ciudad del distrito cinco, es gobernada por el PAS. Pero salta a la vista la inexistencia del PRD, al que supuestamente apoyan las organizaciones indígenas independientes del corazón indígena de Chiapas. En fallida reciprocidad, el PRD no postuló ningún indígena para diputado, salvo el suplente en Ocosingo. Como sea, ganando el PRI, llegaron más indígenas a San Lázaro de los que hubiera llevado el PRD.

Otros récords estatales confirman lo peculiar de la región. En el distrito electoral de los Altos se anuló el número mayor de votos: 4 mil 410. A esto se agrega que, de 408 casillas, se instalaron 365. Es decir, por distintas razones no hubo votos en unas 40 localidades. En los municipios autónomos San Andrés Sakamch'en de los Pobres y San Pedro Polhó las bases de apoyo del EZLN impidieron la instalación de numerosas casillas. En menor medida, lo mismo ocurrió en Pantelhó. (Los casos de Cancuc y San Juan de la Libertad no se consideran aquí, pues no pertenecen a este distrito electoral.) Otras casillas fueron destruidas en Zinacantán y San Cristóbal de las Casas por conflictos diversos. Las denuncias electorales de la PGR también alcanzan cifra récord en los Altos: más de 20, y podrían aumentar.

El "cómodo" triunfo del PRI en la entidad (donde sólo perdió la capital, Tuxtla Gutiérrez) y el estratosférico abstencionismo podrían conducir a conclusiones equivocadas sobre los niveles de participación política. En pocos lugares de la República existe tanta efervescencia social y política como en los Altos, donde el zapatismo posee una presencia amplia e indeleble, pero también los tzotziles de Chamula y Zinacantán se mueven con pies alados, sea dentro del PRI o en sus márgenes.

Además, el abstencionismo no es novedad. En 1997 fue de 34 por ciento. Cuando el PRI reinaba, en Chiapas "votaban" hasta las piedras. Si en 1988 y 1991 el gobierno no proclamó un ciento por ciento de sufragios, fue por guardar las apariencias. A partir de 1994, los resultados electorales se encogen considerablemente, pero aún permiten un último y atrevido fraude priísta. Sólo que ese gobernador nunca llega a gobernar.

Un récord chiapaneco que resulta razonable "cruzar" con este fenómeno electoral es la militarización. En los Altos, junto con la selva y la zona norte, la vida política de las comunidades está marcada por el cerco militar en torno (y dentro) de cientos de comunidades indígenas, las cuales resisten desde hace una década en unos 40 municipios autónomos.

Ya forma parte de la historia nacional el que las comunidades mayas del estado llevan 30 años de transformación extraordinaria. Movimientos de tipo religioso, agrario, político e insurgente han revolucionado el panorama político de la entidad. La gente decidió cambiar: de religión, de accionar político, de ubicación territorial. La Teología de la Liberación también abrió camino a esa liberación. Desde la década de los 90, Chiapas es un referente político, para los indígenas mexicanos en primer lugar, y también para un sinnúmero de movimientos sociales nacionales e internacionales. Es tierra de indios libres.

La debacle electoral en Chiapas, en especial dentro del vasto territorio indígena, debe ser leída a la luz de todos estos hechos. No es dato marginal que los acuerdos de San Andrés, que están en la médula de las demandas indígenas del país, se hayan negociado y firmado aquí, en los Altos.

Como escribían recientemente dos comunicadores tzeltales en el boletín Sts'ana'bul C'op, de la organización Yomlej (mayo de 2003), para explicar la función de las autoridades ejidales, "en las comunidades, antes se manejaba la ley del gobierno. Eso era cuando todavía no estaban organizados, pero después, cuando surgen las organizaciones, dejan la ley del gobierno y se empiezan a unir para hacer sus reglamentos internos, donde se tomaron acuerdos con todos los habitantes de la comunidad y se elaboraron documentos donde firman las autoridades ejidales y todos los habitantes de las comunidades, para así darle poder al documento".

Los pueblos indios de Chiapas se han dado el poder. Nada contrasta más con el reciente desaire electoral que cualquier elección de autoridades en pueblos lo mismo oficialistas que rebeldes: siempre son muy concurridas, acaloradas y, en fin, políticas.

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