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México D.F. Miércoles 9 de julio de 2003

Luis Linares Zapata

Una elección para el recuerdo

Los ciudadanos entregaron este 6 de julio un paquete electoral que expresa de múltiples maneras sus dictados. Uno de ellos, el contingente más numeroso, emitió un sonoro reclamó con su negligente ausencia de las urnas. La otra fracción, la de los votantes, dividió sus preferencias, rechazos e intenciones a futuro. Los significados de tan masivo fenómeno alcanzan a tocar no sólo a las organizaciones que la sociedad se ha dado, sino a ella misma. Así, los partidos políticos entran de lleno en la escena evaluativa y, en su paso por las campañas, muestran sin recato sus méritos y debilidades ante un auditorio que al final los ha juzgado con severidad.

El gobierno federal también quedó expuesto con todo y sus variadas facetas y actores y, aunque hasta hoy se niega a enfrentarlas de manera pública, las consecuencias se reflejarán en su accionar cotidiano. Consideraciones similares habrán de hacerse en aquellos estados donde se renovaron los distintos poderes ejecutivos y legislativos. Lugar importante ocupa el mensaje enviado a las fracciones de los partidos que irán a la Cámara de Diputados. Y, por último, también habrá que meditar en las derivaciones que todo el proceso electivo le ocasionó a la comunidad externa, en especial a sus centros de poder, muchos de las cuales ya empezaron a trasladarse a través de sus medios de comunicación. El contenido de sus posturas y críticas van directos contra la personalidad del Presidente y sus disminuidas capacidades ejecutivas.

El enorme abstencionismo es un síntoma en el que se puede apreciar el estado que guarda el ánimo y hasta la salud actual de la nación. Muchas causas pueden atribuirse al alejamiento de los ciudadanos de las urnas. Algunas apuntan al desencanto con las formas y los contenidos del accionar de su sistema político. Otras se enfilan hacia la revisión de los magros resultados que ofrece el gobierno en todos y cada uno de sus ramas y niveles, pero en especial en aquellos pocos que han logrado sus poderes Ejecutivo y Legislativo, sin que ello implique ignorancia del Judicial, que también cuenta. Pero el vocinglerío desatado por los partidos, ahora pertrechados con un caudal, al parecer inagotable de recursos, no puede ser soslayado.

El desuso de la propaganda, sobre todo la que se difundió en televisión y radio, fue una verdadera catapulta para la actitud abstencionista de millones de compatriotas. El aturdimiento ocasionado no ha sido medido ni apreciado en sus efectos, pero un somero examen lo sitúa como el sospechoso principal de la desmovilización observada. El famoso marketing electoral puso su parte y los pendones, mensajes vacíos, frases de intencionado impacto, que se diluyeron en simples vaguedades y rostros opacos que sólo se reconocen a la millonésima mirada, quedaron situados como los villanos del momento. El gasto partidista, financiado con notorio dispendio con haberes públicos, ha ofendido la conciencia colectiva y ésta exige la inmediata reparación del daño. Los partidos y, en particular los diputados entrantes, están emplazados a una inmediata reforma del Cofipe que supla los vacíos ya bien conocidos y reduzca drásticamente el costo electoral. No pueden continuarse experimentos que cuestan mil millones o más para probar la penetración que pueden concitar nuevos partidos con registro condicionado. Conseguir votos a 220 pesos como lo hizo el PT, a 173 como los del Verde o aun los 76 que emplearon el PRI y el PAN o los 60 que gastó el PRD, son injustificables. Y eso que en estos cálculos no se toma en cuenta el gasto corriente para mantener funcionando las maquinarias partidistas, sino únicamente los estrictos gastos de campaña. Ya nos libramos de esa pesadilla que significó el paso de chamberos como los del PSN, el PAS y demás comparsas; ojalá que no se vuelva a repetir el numerito.

Para el gobierno de Fox y después de haber fracasado en su fútil intentona de alzarse con la mayoría de la Cámara para redondear la pretensión de quitarle el freno al cambio o de situarse, al menos, como la primera minoría, el golpe recibido es de tal dureza que todavía no logra asimilarlo. Vaga por el ámbito público sin asideros concretos, desprovisto de respuestas efectivas que lo rearmen y con apoyos decrecientes, se asemeja a un fantasmagórico y desfondado buque a la deriva. Lo cierto es que no podrá imponer, como hasta ahora ha pretendido con todo y su ineficaz efecto mediático, el modelo de gobierno y hasta de Estado que pretendieron los gerentes seleccionados por Fox, sus amigos y financieros, muchos de los cuales lo han abandonado (abierto mensaje desde Nuevo León). Ahora tendrá que sentarse a pactar las leyes venideras, los cambios estructurales y del Estado pendientes con una crecida oposición que se sitúa en otro de los segmentos operativos e ideológicos del espectro político. La fuerza que desplegará el PRI y el PRD, con sus aumentadas fracciones, es simplemente apabullante para la mermada camada panista. Fracción que tomará las restantes curules que les dejó un electorado por completo insatisfecho con su retórica farisaica, pleitos, difusos planteamientos, conceptos de poca monta y ambiciones achicadas. Su descarapelada legitimidad todavía pendiente de castigo (Amigos de Fox), no les permitirá encontrar, de nueva y fácil cuenta, los apoyos con que contaron en un inicio y que malograron con arrogante y presumida superioridad moral.

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