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E C O N O M I A
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México D.F. Miércoles 9 de julio de 2003

Alejandro Nadal

Renace Kondratief en Estados Unidos

Ya se sabe que la capacidad de predicción de los economistas es pobre. Pero hoy que todos preguntan cuándo saldrá la economía de Estados Unidos del estancamiento, las cosas se ponen difíciles para la profesión.

La economía estadunidense alcanzó en junio una tasa de desempleo de 6.4 por ciento, el nivel más alto en nueve años. Las solicitudes de seguro de desempleo alcanzaron 430 mil, lo que revela una contracción severa del mercado laboral. Junto con la pérdida de 30 mil empleos, éstas son señales claras de que la recuperación está todavía lejos. Si a esos indicios se añade la deuda abultada de los consumidores y empresas en Estados Unidos, las perspectivas no son alentadoras.

Por otro lado, la política macroeconómica aplicada en Estados Unidos no está surtiendo efecto. La tasa de interés ya está en su nivel más bajo, la tasa real ya es casi negativa, y la economía sigue sin reaccionar. Por el lado de la política fiscal, un superávit de 1.4 por ciento del PIB hace tres años se ha transformado en un enorme déficit de 4.6 por ciento del PIB. La estrategia de Bush (reducir los impuestos) va a empeorar esa situación, y probablemente no sirva para estimular la inversión.

Así que los economistas siguen buscando las causas profundas de la recesión actual. Y por eso ha renacido el interés en los trabajos de un economista ruso poco conocido fuera del círculo de expertos en las llamadas ondas largas o ciclos Kondratief.

Nicolai Dimitriyevitch Kondratief trabajó en el Instituto de Investigaciones sobre Agricultura del gobierno zarista hasta 1917. Ahí estudió los ciclos de las economías de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania desde 1789. Pudo reunir complejas bases de datos sobre precios de materias primas, salarios, productividad, depósitos bancarios, tasas de interés, salarios, flujos de comercio internacional y productividad industrial en esos cuatro países.

Después de la revolución rusa, las luchas entre distintas facciones pasaron por un fuerte debate sobre la naturaleza de las economías capitalistas y los trabajos de Kondratief no pasaron desapercibidos. Inicialmente se consideró que sus conclusiones contradecían las tesis marxistas de la crisis terminal del capitalismo. Pero eso no fue lo peor: al desafortunado Kondratief se le acusó de ser trotskista en 1930, fue arrestado y deportado a Siberia, donde murió en 1938.

Aunque Kondratief no explicó las causas de los ciclos largos, observó que durante la fase expansiva los precios aumentan lentamente, pero la inflación se acelera después de unos 25 años, sentando las bases de una fase recesiva. Aunque algunas economías siguen creciendo, dando la impresión de que la fase expansiva se mantiene, las cosas se complican cuando surgen síntomas de deflación en varias economías hasta que sobreviene una crisis abrupta. La economía mundial pasa varios años en la recesión hasta que se abre una nueva fase de expansión asociada a una serie de cambios tecnológicos importantes.

A partir de Schumpeter, muchos analistas han concluido que en cada fase recesiva la economía prepara una nueva base tecnológica capaz de sostener una nueva oleada de expansión y rentabilidad capitalista. Pero este análisis no ha avanzado mucho porque se carece de conceptos adecuados que permitan conectar el sector real de los cambios tecnológicos con lo que pasa en la esfera financiera.

En la actualidad no es fácil predecir el rumbo que seguirá la economía de Estados Unidos. La deflación ya apareció en Japón, y el riesgo de que la economía estadunidense se hunda en un proceso similar ya nadie lo descarta: en abril el índice de precios al consumidor cayó 0.3 por ciento y en junio se mantuvo en cero. Este fenómeno indicaría que todavía no toca fondo.

Por otro lado, también han aparecido las señales de reducciones significativas en el gasto en investigación y desarrollo experimental (IDE). Por ejemplo, Sun Mycrosystems ha reducido su presupuesto en IDE de 2 mil millones de dólares a 1.8. Y la caída en el gasto total de IDE ha sido de aproximadamente 1.8 mil millones de dólares entre 2001 y 2002, reducción cercana a 8 por ciento, lo que es muy importante. Esto podría ser presagio de una tasa de innovaciones inferior a lo necesario. Sin embargo, las empresas que mantienen un perfil alto en la IDE reorientan sus laboratorios hacia un trabajo más cercano a la producción, lo que permitiría anticipar un mayor flujo de innovaciones, siempre y cuando funcione bien el resto de la economía. Quizá sea mucho pedir.

En resumen, no se puede hacer una predicción del resultado neto de estas fuerzas y tendencias encontradas. Lo cierto es que la economía estadunidense no saldrá rápidamente del hoyo, cualquiera que sea el flujo de innovaciones. Y el fantasma de Kondratief sigue desvelando a los economistas.

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