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México D.F. Jueves 10 de julio de 2003

Miguel Marín Bosch

Brasil con Lula, buen arranque

Para Luiz Inacio Lula da Silva, la cuarta fue la vencida. Tras tres intentos fallidos (en 1989, 1994 y 1998) alcanzó la presidencia de Brasil en la segunda vuelta de las elecciones del 27 de octubre de 2002. Ese mismo día Lula cumplió 57 años.

Al tomar posesión el primero de enero de este año, Lula se rodeó de personas competentes y comprometidas con su programa de gobierno. En poco más de seis meses ha echado a andar reformas sociales encaminadas a abatir la extrema pobreza, su principal meta de gobierno. Las decisiones que ha tomado se traducen en un mensaje de esperanza para la gran mayoría de los brasileños que ahora están empezando a creer que el cambio sí es posible y que sus vidas mejorarán.

Lula tiene una misión. Suele contar que cada día, cuando se levanta, platica con su esposa Marisa de la importancia de hacer las cosas bien. Cualquier gobierno, insiste, puede equivocarse pero el suyo no tiene ese lujo. La razón, explica, es que no fue electo con el apoyo de una compañía televisora o de los grandes intereses financieros o económicos. Tam-poco, dice, fue electo como resultado de su capacidad o inteligencia. Su elección se debió al alto grado de conciencia política de la sociedad brasileña.

He aquí algunos ejemplos de lo que ocurre en el Brasil de Lula, tanto en lo interno como en lo externo. A los pocos días de su toma de posesión, llevó a su gabinete a un viaje por algunas de las zonas más pobres del país con el objeto de que vieran, en vivo y en directo, la miseria que viven millones de personas. Puso en marcha su programa Hambre Cero. Cumpliendo otra promesa de campaña encaminada a combatir la discriminación social entre blancos y negros, creó una asignatura obligatoria sobre la historia de la cultura negra en todas las escuelas públicas y privadas con miras a fomentar la tolerancia y la igualdad entre razas. En los primeros días de su gobierno, aplazó un año la compra de 12 aviones cazabombarderos y anunció que los 760 millones de dólares que se ahorrarían se dedicarían a proyectos sociales.

En el plano internacional ha reactivado la política exterior de Brasil. Auxiliado por Celso Amorim, su capaz canciller, Lula se está convirtiendo en un líder natural del mundo en desarrollo.

Contra los pronósticos de muchos, en enero acudió a Davos, Suiza, para asistir a la reunión anual del Foro Económico Mundial. Se trata de una escala obligada para todo nuevo mandatario. Pero viajó a Davos desde Porto Alegre, sede del Foro Social Mundial, evento paralelo y crítico de lo que transcurría en Davos. Ahí recordó su militancia izquierdista y su pasado sindicalista.

En junio aceptó la invitación del presidente Chirac y estuvo presente en la cumbre del G-8 en Evian, Francia. Lula se pregunta: Ƒpor qué visito a los megaempresarios en Davos y me reúno con los líderes de los países más ricos en Evian? Y su respuesta: porque tengo algo que decir. En efecto, en Evian abogó por el diálogo norte-sur, pero de entrada advirtió que "la solución a nuestros problemas pasa necesariamente por el respeto a nuestras diferencias".

Para dar seguimiento inmediato a lo conversado por sus respectivos jefes de Estado durante la cumbre del G-8, el canciller Amorim invitó a Brasilia a sus homólogos de India y Sudáfrica, y el pasado 6 de junio esos tres países se constituyeron en el Foro de Diálogo que se reunirá cada año.

Quince días después, el 20 de junio, Lula concluía una exitosa visita a la Casa Blanca. Al parecer, dejó muy impresionado al presidente Bush. Los contactos con India y Sudáfrica, por un lado, y con las principales economías del mundo, por el otro, son parte de una estrategia bien pensada que busca un equilibrio político y resultados concretos en ciencia y tecnología, energía, educación, salud, desarrollo económico, comercio y agricultura.

Mucho de lo anterior es obra del canciller Amorim. Se ha hecho patente su visión del sitio de Brasil en el mundo y su sentido de justicia internacional e interna en su cancillería. Lo primero que hizo como canciller fue designar al embajador en Londres, cargo que él mismo venía ocupando. Nombró a José Bustani, ignominiosamente orillado a dejar su cargo de director de la organización para la prohibición de las armas químicas, con sede en La Haya. Su remoción fue parte de la campaña de limpieza de los cargos internacionales en manos de personas no muy dispuestas a acatar las sugerencias de Estados Unidos. Bustani fue una víctima, la alta comisionada para derechos humanos de la ONU, Mary Robinson, fue otra.

Brasil con Lula parece que va bien. Desde luego que ha habido críticas. Se dice que ha sacrificado parte de la agenda social en aras de complacer al mercado de capitales y las instituciones financieras internacionales. Pero el rumbo que ha fijado para su país es alentador. Por ello fue galardonado en junio con el premio Príncipe de Asturias de Cooperación como "símbolo de esperanza" y por su compromiso con los más pobres y el propósito de "hacer política con el corazón".

Concluyo con algo personal. De joven me interesé por Brasil. En la universidad estudié portugués y mi tesis de maestría en Historia fue sobre los intelectuales brasileños a finales del siglo xix. Hace 35 años di clases de historia del Brasil en la UNAM y el primer artículo que publiqué fue sobre el historiador João Capistrano de Abreu. Hay quienes dicen que Brasil lleva 500 años siendo el país del futuro. Las últimas décadas han sido duras para toda América Latina y por ello me da tanto gusto lo que está ocurriendo ahora en Brasil con el presidente Lula.

Ex subsecretario de Relaciones Exteriores e investigador de la Universidad Iberoamericana

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