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P O L I T I C A
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México D.F. Jueves 10 de julio de 2003

Adolfo Sánchez Rebolledo

Contrastes del 6 de julio

1) El hecho positivo es que la maquinaria electoral funcionó a la perfección: con exactitud cronométrica se instalaron las casillas, los votos se captaron y contaron, se atendieron las quejas de candidatos y partidos, y al final los resultados fluyeron sin contratiempos a la vista de todo el mundo. Los incidentes en las elecciones federales, casi todos mínimos o francamente previsibles, no alteraron la limpieza general de los comicios. Ganadores y perdedores aceptaron de buen grado la decisión de los ciudadanos. Por su parte, los medios realizaron una cobertura exhaustiva que no dejó detalle sin escudriñar y por primera vez la autoridad electoral hizo sus propios conteos rápidos con un grado de acierto superior incluso a los de las empresas especializadas. Al final, el dato sobresaliente fue la participación desinteresada de un verdadero ejército de ciudadanos que tuvo a su cargo todas y cada una de las actividades de la jornada electoral. Una vez más la eficacia de la institución electoral estuvo por encima de las torpezas recurrentes de los capos de la vida pública y de las campañas indolentes cuando no vacías de los partidos, cuyos representantes se esforzaron hasta el último minuto en hacer de la contienda electoral un insignificante pleito de vecindario. En cierta forma, tenemos instituciones de lujo para partidos subdesarrollados.

2) Los resultados del 6 de julio constituyen un severo golpe al presidente Fox, a su concepción del juego democrático como un ejercicio de imagen y mercadotecnia. La caída electoral del PAN, que es el dato político sobresaliente de la jornada, revela el cansancio ciudadano ante la idea oficial del cambio que perdió uno a uno todos sus contenidos originales. El propio Vicente Fox entiende que los resultados lo obligan a trazar una ruta de negociaciones, alianzas y compromisos con el resto de la fuerzas nacionales. Bienvenida dicha interpretación, pero cabe preguntarse si los ansiados consensos serán posibles cuando el Mandatario sigue concentrado en la obsesión de lograr las reformas estructurales (que no son de obvia resolución) concebidas al margen de una concepción articulada sobre el futuro de México. A juzgar por las declaraciones presidenciales después de los comicios, prevalece la visión estrecha, de corto plazo, si acaso la confianza de que ahora sí la mayoría priísta -con Elba Esther y Madrazo, pero sin Bartlett y cía.- venga a sacarle las castañas del fuego al gobierno.

3) El abstencionismo fue, según la frase hecha, el gran ganador de los comicios. Sin embargo, las cifras se usan indiscriminadamente para descalificar la legitimidad de los procedimientos democráticos. Se entiende que detrás de toda actitud abstencionista hay una reacción políticamente consciente a la conducta de los partidos, los gobiernos y todos los demás poderes legislativos federales y estatales, de modo que la indiferencia hacia la vida pública pasa a convertirse en desencanto activo ante el fracaso de la democracia para atender los problemas de la gente. Pero esta interpretación interesada es básicamente incorrecta. Un alto abstencionismo es hasta cierto punto normal en las elecciones intermedias mexicanas, sobre todo si las campañas no consiguen despertar el interés de ciudadano, si en la contienda no aparece tampoco ningún asunto nacional trascendente y todo se limita al bombardeo inicuo de la propaganda. ƑCómo se puede esperar, además, una alta votación si a un buen número de mexicanos el Congreso y, en particular, los diputados no les merecen el menor respeto? ƑPodría ser de otra manera en un Estado en el cual la educación pública hace mucho que no educa y, por lo mismo, tampoco transmite valores cívicos entre unos ciudadanos, que en muchos sentidos siguen siendo imaginarios?

El PAN y el Presidente saben mejor que nadie que de las cifras totales de abstencionismo cabe subrayar la ausencia en las casillas de las capas de electores nuevos que en 2000 se volcaron en la urnas convocados por la idea del cambio. Es esta capa de ciudadanos desencantados de todos los signos la que eleva el abstencionismo a cifras preocupantes y la que debiera abrir un interrogante sobre la salud de nuestra vida política.

4) El PRI llevó a su plana mayor al Congreso con vistas a 2006, recuperó la mayoría simple de escaños, ganó plazas tan importantes como Nuevo León. y salió airoso de la prueba política y moral planteada por el llamado Pemexgate que, por lo visto, no afectó en lo más mínimo la lealtad de sus electores, lo cual debería decirnos algo sobre el estado de nuestros valores democráticos, que por lo visto no son muy consistentes.

5) El PRD -que sigue sin ser un partido nacional- recuperó la mayoría de los "votos útiles" que en 2000 se fueron con Fox, y acrecentó su fuerza electoral en el Distrito Federal, donde el éxito abrumador abre nuevas interrogantes sobre el futuro de Andrés Manuel López Obrador. El PRD tiene la oportunidad de probar de que ser mayoría absoluta en la Asamblea no significa volver a las prácticas del carro completo y que es factible crear relaciones productivas con las oposiciones. De lo contrario, la mayoría absoluta se podría convertir, paradójicamente, en el talón de Aquiles de las aspiraciones perredistas.

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