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México D.F. Jueves 10 de julio de 2003

Angel Guerra Cabrera

La cumbre del Caricom

Como acaso ninguna cita de jefes de Estado en estos tiempos, la vigesimocuarta cumbre de la Comunidad del Caribe (Caricom), celebrada del 2 al 5 de julio en Montego Bay, Jamaica, hizo un diagnóstico exacto del mundo en que vivimos. El cauteloso y sofisticado lenguaje diplomático empleado no oculta lo sustantivo: el cambio hacia un escenario unipolar donde cuentan muy poco el derecho internacional y el multilateralismo re-sultantes de la Segunda Guerra Mundial; el grave peligro que ello representa para la estabilidad internacional, las soberanías nacionales y el desarrollo, sobre todo de los países pequeños. Frente a esta amenaza los gobernantes del Caricom concluyeron que es indispensable acelerar los pasos hacia la integración entre sus 14 miembros.

La región caribeña ha sido protagonista de acontecimientos de alcance universal que yuxtaponen la explotación y la resistencia de los pueblos. Las antiguas metrópolis se disputaron sus tierras y mares por el control del azúcar, el algodón y el pingüe negocio de la trata negrera -sustentos del take off capitalista- y también por su im-portancia geoestratégica. Allí se produjo la primera revolución antiesclavista triunfante de la historia, herejía que Europa y Estados Unidos aún no le han perdonado al pueblo haitiano, precursor y fundador de las luchas independentistas decimonónicas en América Latina. En contraste con la temprana independencia de Haití, entre las islas caribeñas sólo Santo Domingo y Cuba pudieron zafarse del coloniaje en el siglo XIX, pero a pesar de su tenaz rebeldía cambiaron el yugo español por el estadunidense. La segunda debió esperar a la revolución de 1959 para romper con éste, única en conseguirlo hasta hoy. Puerto Rico, que también pasó de manos de Madrid a las de Washington, es uno de los pocos remanentes coloniales en el siglo XXI, no obstante su inextinguible patriotismo y arraigado sentimiento nacional, manifestado de forma inusitada en la combatividad que logró sacar a la marina yanqui de la isla de Vieques.

Mientras, las islas y territorios conquistados por Inglaterra y Holanda vinieron a alcanzar su independencia formal en la década de los años 60 del siglo XX, aunque para entonces ya los sujetaba la dominación del nuevo imperio del norte. Ellos son los actuales miembros del Caricom -pequeñas islas en su mayoría-, cuyo trigésimo aniversario fue conmemorado en la cumbre de Montego Bay, que tuvo como punto central la creación del Mercado y Economía Unicos de la Comunidad del Caribe, objetivo que se proponen concretar en los próximos dos años.

El Caricom fue vislumbrado antes de que los países que lo integran accedieran a la independencia, cuando en 1947 el prócer jamaicano Norman Manley enfatizó en la necesidad de crear una comunidad caribeña. Pero sería una generación posterior de ilustres estadistas, en la que descuella su hijo Michael Manley, la que concretaría los primeros pasos de este empeño, cuyas ba-ses quedaron sentadas en 1973 en la Declaración de Chaguaramas. Entonces, Manley -a la cabeza del gobierno de Jamaica- fue impulsor de aquella idea de su padre junto al guyanés Forbes Burnham, el trinitario Eric Williams y el barbadense Erroll Barrow. No es casual que casi simultáneamente acordaran el restablecimiento de re-laciones diplomáticas con Cuba, que en ese momento sólo México mantenía entre los países al sur de Estados Unidos. Sentar las bases del Caricom constituyó uno de los actos de independencia más audaces que se hayan dado en nuestra América frente al monroísmo. El Caricom continuó avanzando desde entonces hasta proponerse ahora la ambiciosa meta de constituir el Mercado y Economía Unicos y crear este mismo año una corte superior de justicia con jurisdicción sobre los países miembros.

En carta dirigida a la cumbre, el presidente Fidel Castro valoró así su esfuerzo: "No hay otro grupo de países en nuestro hemisferio que haya alcanzado lo que Caricom en términos de concertación política, económica y social".

La reunión rechazó la supresión por Washington de la ayuda militar a 35 estados -entre ellos seis del Caricom- que no cumplan con su prepotente exigencia de admitir la impunidad de los estadunidenses ante el Tribunal Penal Internacional. Y no es que esa asistencia sea importante para países que apenas cuentan con fuerzas armadas, sino el desfachatado precedente que sienta al depender una mayoría de ellos de la ayuda de Estados Unidos, su principal so-cio comercial, que siempre ha intentado utilizarla como arma para doblegarlos.

El éxito del Caricom depende de la disposición de sus miembros más desarrollados de llevar la carga económica mayor en esta etapa crucial. Y, además, de su resolución para impedir la imposición del ALCA unido a quienes lo rechazan en América Latina.

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