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P O L I T I C A
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México D.F. Domingo 31 de agosto de 2003

Guillermo Almeyra

No basta sólo un no

Quienes nos oponemos a la política de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y del capital financiero internacional y deseamos construir relaciones internacionales (económicas, sociales, culturales) equitativas y solidarias vamos, sin embargo, en orden disperso a la cita de Cancún. Las actividades, protestas, manifestaciones, acciones, conferencias de explicación, de denuncia o destinadas a estimular la reflexión, son múltiples, de muy diverso tipo, y corresponden a todos los sectores sociales, desde los indígenas hasta los campesinos mestizos, pasando por los estudiantes, los sindicatos, las ONG de los más diferentes pelajes, hasta inclusive sectores empresariales afectados por la política de las grandes trasnacionales. Pero todas ellas son en cierta medida paralelas, no se intersectan ni traslapan, no confluyen sino en el NO como único objetivo.

Evidentemente, la magnitud y el carácter multitudinario de este NO tan contundente, como en el caso del Foro Social Mundial o del de Porto Alegre, no sólo tienen y tendrán un gran peso en la opinión pública y en la construcción de una nueva relación política de fuerzas a escala mundial, sino que también representan otro paso adelante en el camino de una protesta multiforme que comenzó en Seattle y hace poco, y con un calor literalmente asesino, llevó un cuarto de millón de franceses al campamento campesino de Larzac. La mezquina provocación policial de la fiscalía francesa, que impide a José Bové ocupar su lugar junto a Vía Campesina en Cancún, sólo servirá para agrandar la influencia de aquél y de ésta y debilitar políticamente a quienes lo encarcelaron y lo quieren aislar.

Pero la potencia del NO, sin embargo, no oculta el hecho de que hay escasa claridad en las propuestas alternativas, sobre todo en el terreno de la agricultura mundial y del comercio de productos agroalimentarios. Y, particularmente, de que los diversos sectores y organizaciones que protestan contra el gran capital no se esfuerzan por discutir las posiciones respectivas, por buscar puntos de consenso en ellas, por hacer una síntesis común que haga las veces de un programa, con algunas ideas-fuerza que no consistan sólo en la oposición a las medidas de las grandes trasnacionales -cosa que existe- sino que aparezcan como un contraplan, como una política creíble, viable a condición de acabar no sólo con la política neoliberal (que es nada más que la política de turno del capital financiero internacional) sino también con la dominación y la explotación de los pueblos y del ambiente por éste.

Es verdad que la diversidad y la variedad de oposiciones a la OMC constituyen una fuerza y no una debilidad del movimiento, como declararon en cambio algunos sectarios a quienes molestó, en Florencia o en Porto Alegre, ver junto a los trabajadores a políticos que buscan reformas al capital, como la tasa Tobin. Esos dogmáticos que dicen ser marxistas, en efecto, no saben que la pérdida de apoyo, por parte del capital, en sectores sociales fundamentales es también un aporte a la fuerza del núcleo anticapitalista y que la lucha contra la dominación, o sea, contra la hegemonía politicocultural del capital, es parte esencial del combate por construir otra sociedad a partir de la experiencia misma de millones de personas.

Pero la diversidad debería incluir un intento de comprender y discutir las posiciones de quienes, al menos, militan en el mismo campo antineoliberal, aunque por distintas razones. Y también un esfuerzo por dar a conocer las propias propuestas, como una contribución al debate. Sabemos, por ejemplo, que el EZLN estará en Cancún, protestando. Pero no conocemos sus propuestas concretas ni sus diferencias (en tanto que campesinos indígenas) con las de Vía Campesina, donde militan las organizaciones que componen El campo no aguanta más, que sin embargo tienen un programa y hacen movilizaciones a escala nacional como la que harán en Cancún. Lo mismo vale para estas últimas, que no han hecho públicas propuestas de acción común ni al EZLN ni al Congreso Nacional Indígena (otra organización presente en el repudio a la política de la OMC, pero muda en cuanto a sus posiciones concretas). Tampoco se ha buscado, por parte de los estudiantes e intelectuales que estarán en Cancún, ligar el problema de la enseñanza con el rechazo a la política hambreadora que afecta tan duramente a los productores campesinos, tanto indígenas como mestizos, ni, en momentos en que se está cocinando la futura acción parlamentaria, se ha elaborado un plan popular para la utilización del presupuesto ni para la elaboración de leyes fundamentales, como una sobre la autonomía, para reconstruir el campo y la economía desde abajo y democráticamente.

La protesta es fundamental -en el principio está el NO-, pero no basta. El movimiento contrario a la mundialización dirigida por el capital financiero internacional y al servicio del mismo debe pasar lo antes posible a una fase superior, uniendo a decenas de millones de personas bajo un programa común que se base en la extensión de la democracia, de la autogestión, y en la absoluta prioridad a las necesidades de las mayorías, discutidas y establecidas por ellas mismas.

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