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México D.F. Domingo 31 de agosto de 2003

Angeles González Gamio

El gozo cartográfico

Una de las maneras más deleitosas de conocer lo que ha sido una ciudad es a través de los viejos planos. La ciudad de México, auténtica ciudad de los palacios desde la época prehispánica, siempre bella e importante, ha quedado plasmada en multitud de planos. Sabemos que había varios a la llegada de los españoles. Juan de Ribera, amanuense de Hernán Cortés, llevó dos a la corte española; la descripción de uno de ellos suena impactante: "tiene de largo 30 pies, de ancho poco menos, tejido de algodón blanco, en el cual estaba escrita con extensión la llanura con las provincias, tanto las amigas de Moctezuma, como las enemigas". Estas obras que realizaron los tlacuilos indígenas, orientados por los mejores arquitectos del mundo azteca, sólo se conocen por referencias que hacen distintos historiadores y cronistas.

Tras la conquista se comenzaron a elaborar planos que detallaban cuestiones específicas, y algunos de toda la ciudad. El más antiguo de que se tiene noticia es el que dio a los regidores el virrey Luis de Velazco, en 1555, para la construcción de la albarrada que habría de proteger a la ciudad de las inundaciones.

Del siglo XVII los más conocidos son los del italiano Tomás Gage y el de Juan Gómes de Trasmonte, de 1628. Existen muchos que tratan el desagüe, problema permanente de la ciudad de México. En el siglo XVIII los planos se multiplican en número y aumentan en valor y exactitud. Entre los más relevantes están el del maestro en arquitectura Miguel de Rivera; el de don Pedro de Arrieta, arquitecto autor del Palacio de la Inquisición y alarife mayor de la ciudad, notable por su precisión y belleza. El que se considera el primer trabajo científico, fue elaborado alrededor de 1749 por don José de Alzate. El autor del Colegio de la Enseñanza, hoy sede del festejado Colegio Nacional, arquitecto Ignacio Castera, levantó varios planos de importancia, y el que se considera el rey de los planos de la época, "levantado por el teniente coronel de Dragones don Diego García Conde, en el año de 1793 y grabado en 1807, de orden de la misma ciudad".

Esta joya de trabajo, finamente coloreado, guarda una valiosa información sobre la ciudad y es a la vez una obra de arte, ya que en su elaboración participaron dos de los artistas más relevantes del siglo XVIII: Rafael Ximeno y Planes, quien lo dibujó, y José Joaquín Fabregat, que realizó el grabado en cobre. Un ejemplar se iluminó a la acuarela y es el que ahora ha sido motivo de un maravilloso libro que editó el Centro de Estudios Históricos de Condumex, custodio de la obra.

Para hablar de los distintos valores del plano de García Conde, como se le conoce en el medio de los historiadores, se invitó a tres especialistas en el tema: el doctor Elías Trabulse, quien en su ensayo nos permite ver con nitidez el desarrollo histórico de una comunidad urbana y la evolución de las técnicas científicas. De su mano realizamos un viaje por la historia de la cartografía mexicana. Nos enteramos del relevante trabajo de los agrimensores, ingenieros y cartógrafos, y la trascendencia que tuvieron los ingenieros militares que llegaron a la Nueva España en la segunda mitad del siglo XVIII, entre los que sobresalió el coronel García Conde.

La talentosa historiadora Guadalupe Jiménez Codinach, en su ameno ensayo nos acerca a los autores del plano. A través de su pluma conocemos los orígenes, vida y obra de Fabregat, Ximeno y Planes y del propio García Conde. De origen peninsular, formaron parte del mundo de la Ilustración. Según la autora, por medio de su labor en la academia de San Carlos de la Nueva España, fueron los responsables de la difusión del buen gusto y del patrocinio de la Ilustración y el neoclasicismo.

La doctora Alejandra Moreno Toscano nos brinda el análisis histórico del documento; en su ensayo nos enteramos de que lo mandó realizar el virrey Juan Vicente Güemes-Pacheco, segundo conde de Revillagigedo, ese gobernante verdaderamente sobresaliente, que en cinco años transformó a profundidad la ciudad de México. Como todo lo que hace el Centro de Estudios Históricos de Condumex, que dirige con pasión el doctor Manuel Ramos Medina, el libro es una obra de arte: magnífico contenido, fina y bella impresión y con la ventaja de que lo puede conocer y adquirir, precisamente el día de mañana. A las 19 horas, se va a presentar en el Palacio de los Azulejos, de la señorial avenida Madero, en el Centro Histórico. Participan Ernesto de la Peña, Vicente Quirarte y la que esto escribe.

Después del brindis, la merienda puede ser ahí mismo, en el gran patio de Sanborns, con sus románticos murales de aves y jardines, que ofrece apetitosos platillos para compartir, o sus legendarias enchiladas suizas, gratinadas y picositas.

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