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México D.F. Domingo 31 de agosto de 2003

Carlos Bonfil

Atracción

Es difícil disfrutar cabalmente una película como Atracción (The rules of attraction), o sentir una mínima atracción o simpatía por cualquiera de sus personajes; es difícil también sustraerse a la extraña fascinación de su tema, el desencanto juvenil radical, y de su narración y factura, extremadamente ágil e inventiva, a contracorriente siempre de la indolencia de los personajes en pantalla. En su segundo largometraje, el director de la ultraviolenta Killing Zoe (1994) elabora un retrato perspicaz y muy corrosivo de un grupo de universitarios adinerados en perpetua combustión de energía, asiduos a orgías que no les interesan, adictos a drogas que no les prenden jamás lo suficiente, enredados en conflictos sentimentales apenas convincentes. El procedimiento narrativo semeja al de la cinta Amnesia (Memento), y su continua regresión temporal, con saltos sorprendentes que redefinen a los personajes sugiriendo un nuevo punto de partida en la historia. Inclusive los créditos finales corren en orden inverso al acostumbrado, como en Irreversible, la cinta francesa de Gaspar Noé. Curiosamente, estos artificios técnicos no resultan ociosos ni tampoco entorpecen la narración, y son al menos signos de vitalidad en el paisaje de hastío nihilista que muestra la cinta. En una secuencia muy divertida se describe en escasos dos minutos el itinerario de un joven yuppie por Europa, su derroche financiero, sus múltiples conquistas, las plazas y monumentos de al menos seis países en una sucesión frenética de imágenes y anécdotas. Roger Avary en pleno ejercicio godardiano.

Atracción adapta con fidelidad una novela del estadunidense Bret Easton Ellis, autor y cronista emblemático de la llamada Generación X, de quien anteriormente se han filmado sus relatos Menos que cero (Less than zero, Marek Kanievska, 1987) y Psicosis americana (American Psycho, Mary Harron, 1999). La acción transcurre en la Universidad de Camden, en Nueva Inglaterra, y describe las peripecias sentimentales de Sean Bateman (James Van Der Beek), un joven enamorado de Lauren (Shannyn Sossamon) y asediado por Paul (Ian Somerhalder), antiguo galán de Lauren, convertido súbitamente a la bisexualidad. Lo que podría parecer en primera instancia una comedia de enredos de cine independiente, estilo Mi pareja equivocada (Chasing Amy, Kevin Smith, 1996), pronto se convierte en un relato de crueldad sobre el amor no correspondido. Las reglas de la atracción, parecen señalar novelista y cineasta, son implacables. Paul es incapaz de seducir a Sean, heterosexual imperturbable, en tanto éste ignora que un personaje más se consume literalmente por él en silencio. Quienes rodean a este trío, o cuarteto, los college boys educados en la paranoia sexual y los imperativos de la abstinencia, participan sin convicción en rituales de ligue instantáneo y de promiscuidad virtual, mientras la propia Lauren protege su virginidad de modo radical, escudriñando pacientemente un libro con ilustraciones de enfermedades de transmisión sexual. Y si ella parece un personaje extraño, habrá que admitir que es posiblemente el más equilibrado de un grupo marcado por una indiferencia casi total hacia todo lo que le rodea. La gran pasión de los personajes de Atracción es su propio cuerpo y los medios al alcance para mantenerlo joven y atractivo, así como la búsqueda de un buen estatus social y la asfixia sistemática de cualquier emoción que conspire contra este logro. Ese era ya el perfil de Patrick Bateman (Christian Bale), protagonista de American Psycho, quien podía tener una crisis al descubrir que la tarjeta de presentación de un colega tenía mejor formato que la suya. El interés de cineastas por la obra de Easton Ellis reside probablemente en la estupenda radiografía generacional que ofrecen sus ficciones, el modo en que describe las asperezas egocéntricas de jóvenes capaces de crueldad y de un autocontrol enfermizo, todo a un paso de lo que consigue magistralmente el dramaturgo y cineasta Neil LaButte en su película En compañía de los hombres (In the company of men, 1997). Atracción es un título irónico para una película en más de un sentido frígida, aunque visualmente provocadora. A algunos espectadores podrá irritarles la complacencia (y aparente empatía) de la cinta con el mundo que describe, y a otros perturbarles, no tanto la propia película, como las semejanzas que ésta sugiere con mucho de lo que les rodea.

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