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México D.F. Sábado 27 de septiembre de 2003

Raciel Garrido Maldonado

Normales rurales, esencia de México

"El presupuesto destinado a la alimentación de los caballos del Ejército es superior al destinado a los estudiantes de las escuelas normales rurales". Esta era la bandera que utilizaban los líderes de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) desde los años 60, cuando presentaban el pliego de peticiones a los funcionarios de la Secretaría de Educación Pública (SEP), demandando aumento en las becas. Y tal vez tenían razón, puesto que el monto asignado a la ración de los caballos era de 12.50 pesos y el de los alumnos apenas sumaba 4.25 pesos.

En varias ocasiones, ante la negativa de las autoridades educativas, la FECSM amenazó, y cumplió, con realizar una huelga estudiantil en las 29 normales rurales que hasta 1968 existían en 23 estados de la República. Pero a pesar de esta unidad normalista, los funcionarios siempre pusieron oídos sordos a las peticiones de los futuros mentores de la educación. Hoy sucede lo mismo. Basta observar los problemas y planteamientos de los normalistas de Mactumactzá, Chiapas, cuyo reclamo debería tener eco en las autoridades de la SEP.

Es importante recordar que la Constitución de 1917 le dio a la educación una inclinación socialista, ajena a dogmas religiosos. Siguiendo este esquema, por mandato presidencial, surgieron las primeras escuelas normales rurales en el país, para que pudieran estudiar los hijos de los campesinos. Esta decisión conmocionó, en aquellos días, los escenarios caciquiles que se oponían a la educación popular. No obstante, el presidente Lázaro Cárdenas del Río impulsó vigorosamente el artículo tercero constitucional, al reorganizar las instituciones educativas, fortaleció las normales rurales y con ellas ofreció un nuevo destino a los niños pobres del país. De éstas salieron generaciones de profesionistas.

En 37 años (que van de 1932 a 1969), las normales rurales formaron más de 200 mil maestros, con una clara vocación de servicio, pues muchos de ellos tuvieron que aprender las diversas lenguas para comunicarse con sus alumnos y después los alfabetizaron, sobre todo en los estados de Chiapas, Guerrero, Michoacán y Oaxaca; a esto habría que agregarle la falta de medios de comunicación, ya que a la mayor parte de las comunidades se llegaba a pie o en bestias.

Después del movimiento estudiantil de 1968, que conmovió las entrañas mismas de la nación y cambió muchas de las inercias imperantes, con el argumento de la falta de presupuesto, de un plumazo fueron eliminadas 14 escuelas normales rurales del país, y las convirtieron en escuelas técnicas; sus enemigos tachaban a estas instituciones como "nido de comunistas".

No obstante, el pueblo de México está atento y preocupado por los problemas de la juventud normalista y más aún, cuando las autoridades, escudadas en la ley, utilizan la violencia para justificar sus soluciones. Señalamos esto por la forma arbitraria empleada en el tratamiento de los hechos registrados en el mes de agosto próximo pasado, en la Escuela Normal Rural de Mactumatczá, Chiapas, pues la respuesta conlleva el golpe final para desaparecer a las 16 restantes normales rurales que, pese a sus detractores, siguen en pie de lucha.

El gobernador chiapaneco, Pablo Salazar Mendiguchía, debe entender que sus funcionarios de educación estatal le han mentido deliberadamente, orillándolo a tomar medidas atrabiliarias, al no imaginar y buscar medios para acercarse y dialogar con los alumnos. Los burócratas le informaron que "son rojillos y a darles con todo". El mandatario estatal afirmó: "aunque saquen machetes, la escuela se cierra" y luego sostuvo que "para mí y otros 16 gobernadores que albergan las escuelas normales, éstas se han convertido en un dolor de cabeza".

Los mexicanos repudiamos los actos de violencia; por eso, nos solidarizamos con los padres de familia, maestros y estudiantes de esa institución y hacemos nuestras sus demandas, porque para elevar la calidad de la educación, ésta no debe pasar por la represión de los alumnos. Ojalá Salazar Mendiguchía tenga la sensibilidad para buscar una salida digna al problema y reprenda a los funcionarios de educación, porque son los directos responsables de cuanto pase en las escuelas, dado que tienen departamentos de evaluación, planeación y capacitación, y su obligación es resolver problemas, no crearlos.

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