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P O L I T I C A
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México D.F. Viernes 24 de octubre de 2003

Jorge Camil

ƑDónde estamos?

En julio de 2000 derrotamos al PRI y nos fuimos a casa con la conciencia tranquila y el orgullo de haber realizado una proeza: finalmente habíamos derrotado a la bestia mitológica que gobernó, como personaje de fábula infantil, por "espacio de cien años".

Teníamos la certeza de que el país se dirigía hacia puerto seguro: la modernidad prometida por el sexenio salinista, la superación del subdesarrollo y la reforma política, entonces confirmada por las primeras elecciones libres de nuestra historia republicana. Nos dimos palmadas en la espalda y, en un día con más llamadas telefónicas que el Día de la Madre, nos comunicamos incrédulos con amigos y familiares para confirmar las noticias que salían de la tele y brindamos eufóricos por el futuro de México. (El presidente electo bebió champaña a pico de botella en el Angel de la Independencia, rodeado de personajes que tuvieron poco que ver con su triunfo electoral, pero deseaban salir en la foto del siglo: la nomenklatura panista, Porfirio Muñoz Ledo, amigos y familiares del candidato.) La solución al problema de Chiapas estaba a 15 minutos de distancia y pronto vendría la cascada de reformas estructurales que permitirían consolidar nuestra transición democrática y regresar al desarrollo económico sostenido: la reforma energética, la financiera (para impulsar los changarros) y la fiscal (la política la dimos por buena en medio de la euforia electoral). Habría créditos internacionales, inversión extranjera y el acuerdo migratorio con el amigo Bush (no olvidemos el crecimiento prometido de 7 por ciento anual).

Todo pareció una realidad cuando el nuevo presidente de Estados Unidos manifestó que México, y la arrumbada Latinoamérica, serían prioridad de su gobierno (Ƒy cómo no creerle si hablaba un poco de español y jamás se había preocupado por conocer Europa?). Sin embargo, para saber dónde estamos es necesario recordar de dónde venimos.

El triunfo electoral se hizo posible por una serie de factores que ponen la situación en perspectiva. Uno de los actores principales fue Ernesto Zedillo, porque al romper con todos los moldes del sistema desmitificó la Presidencia: encarceló al hermano del antecesor, a quien obligó a tomar la ruta del exilio, y gobernó al margen del partido oficial sin aparato presidencial. Su desinterés por la política y el hartazgo popular por los excesos salinistas abrieron un vacío, brillantemente olfateado y ocupado por empresarios y genios de la mercadotecnia que, conscientes de la oportunidad histórica, imaginaron, construyeron, envasaron y vendieron exitosamente el producto Fox. (El PRI, enemigo a vencer, había dejado de ser un verdadero partido político 25 años antes, cuando permitió que presidentes sin experiencia electoral, ungidos por el mandatario anterior, descendieran en Los Pinos en el helicóptero presidencial, en vez de ascender al poder por el escarpado camino de la lucha electoral.) Tampoco olvidemos que en julio de 2000 sufríamos aún el temor provocado por los asesinatos políticos: el cardenal, el presidente virtual, el secretario general. šImposible resistir la tentación de subir al carro de los Amigos de Fox!

Hoy, cuando todo eso ha quedado en el cajón de los recuerdos convertido en curiosidad histórica, algunos se congratulan porque en medio de la parálisis no estemos sumidos en una crisis económica como la de 1994 con el peso en caída libre; aunque el desempleo siga en aumento y la inflación comience a trepar, como esas enfermedades malignas que se ocultan sigilosamente en el organismo esperando el momento para poner al paciente in articulo mortis. Nadie sabe adónde vamos, porque nadie parece tener control de la situación. Pero, eso sí, haciendo honor a nuestro extraño proceso democrático, šel IFE siempre vigila! (A pesar de todo, continúa pitando mecánicamente los fuera de lugar y sacando tarjetas rojas y amarillas en un partido de futbol donde los fanáticos abandonaron hace tiempo el estadio.) Nos dirigimos, eso sí, en la saga de nuestra transición interminable, a otra elección histórica: se confirma la transición o regresamos a la prehistoria, a la era jurásica, cuando los dinosaurios gobernaban la tierra y rendían pleitesía al Tiranosaurio Rex.

En la próxima (lo bueno es que siempre hay una "próxima") los mexicanos, con tradicional apatía hacia los asuntos del Estado, seremos llamados a elegir al próximo presidente entre candidatos patrocinados por un PRI profundamente dividido, sin la fuerza del aparato presidencial, pero con deseo incontenible de regresar al poder, un PAN que sin haber sido el verdadero partido de Vicente Fox (esa función correspondió a los Amigos de Fox) pudiese pagar el precio de los errores atribuibles al Presidente, y un PRD enraizado en el Distrito Federal, pero bajo sospecha de la petite bourgeoisie. Con excepción de Andrés Manuel López Obrador, que está haciendo un buen gobierno, la caballada está tan flaca que casi todos aseguran que el ganador será un candidato independiente.

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