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México D.F. Viernes 24 de octubre de 2003

Orlando Delgado Selley

2006: Ƒen qué estado llegaremos?

Mientras algunos medios debaten si el país está preparado para ser gobernado por una mujer o quiénes serán los candidatos para 2006, el tejido económico se desmorona y el desempleo avanza a pasos agigantados. En tanto el gobierno federal y sectores del PRI se preparan para mayoritear en el Congreso la reforma eléctrica, crecen las voces de importantes economistas, gobiernos nacionales y hasta de algún organismo financiero internacional reconociendo que las reformas económicas basadas en el Consenso de Washington no lograron su cometido, pero sí incrementaron la exposición al riesgo de los países en desarrollo.

Ya parece reiterativo decir que el modelo basado en el pensamiento único, recetario de la "buena economía", no logró erradicar las crisis recurrentes ni reducir los niveles de pobreza ni mejorar la calidad de los empleos, ni mucho menos crear los nuevos empleos que requieren desempleados y contingentes diversos que han ingresado a la fuerza de trabajo. No obstante, siguen presentes las propuestas de reforma eléctrica y laboral que ya han mostrado su inoperancia en muchos países, así como su incapacidad para resolver los cuellos de botella. Por ello, otra vez, hace falta proponer nuevas ideas, alternativas viables que se propongan el desarrollo.

En esta dirección se ubica el denominado Consenso de Buenos Aires, planteamiento que hicieron los presidentes Lula y Kirchner en contraposición a la ortodoxia vigente. Se trata de una convergencia capaz de producir nuevas políticas económicas con prioridad social. No sólo políticas sociales, sino acciones económicas que mejoren las condiciones de vida de la población. Por ello, el crecimiento tiene que corregir la desigualdad del ingreso y de la riqueza. De igual modo, los pagos de la deuda externa se harán siempre y cuando no pongan en riesgo el cumplimiento de los compromisos con la gente.

El Banco Mundial, en el recientemente publicado Informe sobre el desarrollo mundial 2004, sostiene que "entramos al nuevo milenio con grandes esperanzas; por primera vez en la historia de la humanidad existe la posibilidad de erradicar la pobreza en nuestro tiempo de vida". Los ocho objetivos para el desarrollo del milenio ratifican esa visión: erradicar la pobreza y el hambre, alcanzar una educación primaria universal, promover la igualdad de género y fortalecer la participación de las mujeres en niveles de decisión, reducir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el sida, la malaria y otras enfermedades; asegurar la sustentabilidad ambiental y construir una sociedad global para el desarrollo.

Estos propósitos son compartibles, pero difícilmente alcanzables si continuamos con la misma política y las mismas propuestas de reforma. Hace falta una nueva agenda para el desarrollo. El punto inicial es el reconocimiento de que las reformas instrumentadas, pese a los equilibrios macroeconómicos alcanzados, no mejoró el funcionamiento económico. El fortalecimiento del sector privado a través de sucesivas privatizaciones no se acompañó de un mejoramiento de la situación del sector público. La reducción de la inflación, prioridad central de la política gubernamental, debe sustituirse por una nueva prioridad: creación de empleos. La privatización de las grandes empresas públicas debe cambiarse por la promoción para crear nuevas empresas. Todo ello claramente configura una alternativa viable.

Pese a que estas ideas van ganando consenso, nosotros seguimos enfrascados en una discusión sobre la reforma eléctrica que nos ha hecho olvidar que poco importa que seamos la novena economía del mundo -medida por el tamaño del PIB en dólares corrientes-, si tenemos un producto per cápita casi cuatro veces menor que Canadá, octava economía del mundo y 2.44 veces menor que España, décima economía. No se diga de las otras siete economías mayores, salvo China: Estados Unidos tiene un per cápita de 35 mil 60 dólares, Japón 33 mil 550, Reino Unido 25 mil 250, Alemania 22 mil 670, Francia 22 mil 10, Italia 18 mil 960 y nosotros 5 mil 910.

Sin crecimiento, sin generación de empleo, con cientos de empresas que cierran mensualmente, las esperanzas se terminan. Amparados en un crecimiento de la economía estadunidense, que no parece sólido, nuestro Presidente viaja y ofrece sin concretar nada. Los tiempos han cambiado y ciertamente no sabemos quién será el próximo primer mandatario. Eso no es lo central, sino con qué país se encontrará.

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