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México D.F. Viernes 24 de octubre de 2003

Murieron hace un año 130 personas en Moscú por gas tóxico usado contra grupo checheno

Recuerdan a víctimas de la operación de rescate de rehenes en el teatro Dubrovka

Inauguró el alcalde estela dedicada "a las víctimas del terrorismo", pero sin sus nombres

JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL

Moscu, 23 de octubre. La sensación de asistir a dos actos distintos, pero a la misma hora y en el mismo sitio, se apoderó de cuantos se dieron cita hoy en la explanada frente al teatro Du-brovka de la capital rusa -en el primer aniversario de la toma masiva de rehenes por un comando checheno-, para recordar a las víctimas de la operación de rescate, las 130 personas que murieron por el empleo de gas tóxico y falta de asistencia médica oportuna.

Sin embargo, no podía durar mucho la forzada convivencia de duelo oficial y dolor auténtico, del mismo modo que son incompatibles el afán de los altos funcionarios de minimizar su responsabilidad y la certeza de los familiares de que sus seres queridos pu-dieron haberse salvado.

Pronto el alcalde Yuri Luzhkov y su séquito de invitados especiales se fueron quedando solos, con sus corbatas negras y sus discursos contra el terrorismo, junto a la estela que acababa de inaugurar el jefe del Ejecutivo de Moscú, "monumento que no es nuestro", a decir de Tatiana Frolova, cuya hija de 13 años perdió la vida durante el asalto.

Esta mujer y los familiares de las otras víctimas mortales, tras un año de plantear preguntas que invariablemente obtienen por respuesta el silencio de las autoridades, prefirieron apartarse hasta formar -con la mayoría de los supervivientes de la tragedia- un nú-cleo en otro extremo de la plaza.

Mientras aquellos lloraban en silencio a sus muertos, el alcalde y varios oradores más pa-recían leer un mismo texto, cuya factura tuvo en el lugar común su principal componente.

Veinte minutos duró la ceremonia oficial y, cuando se retiraron los funcionarios, algún familiar propuso poner en cartulina blanca nombres y apellidos de todos los que murieron en el rescate, pues la estela sólo lleva como inscripción "a las víctimas del terrorismo".

Se volverán a reunir ahí mismo, ya sin funcionarios, el domingo 26 de octubre, justo un año después del infortunado día.

Por la noche, acordonada la explanada por agentes del servicio federal de seguridad, el presidente Vladimir Putin depositó una ofrenda floral. La hora impropia de su aparición se debió, según la versión oficial, a que el mandatario estaba llegando de su gira por varios países de Asia; de acuerdo con una hipótesis más creíble, Putin no quiso enfrentar la ira de los familiares, que sostienen que el titular del Kremlin elude decir la verdad.

El presidente ruso insiste en que ningún rehén murió como consecuencia del uso del gas tóxico en la operación de rescate. Así lo reiteró en entrevista reciente con medios estadunidenses, previa a la visita que realizó a finales de septiembre al rancho de su colega George W. Bush:

"Esa gente no murió como consecuencia del gas, porque no era tóxico, era inofensivo. Y este gas no pudo ocasionar daño a nadie. Las personas se volvieron víctimas de un cúmulo de circunstancias: deshidratación, dolencias crónicas, el hecho mismo de estar encerradas durante varios días", afirmó Putin.

Los familiares de las víctimas circunstanciales rechazan esta explicación y formulan dos preguntas básicas: ¿quién dio la orden de emplear gas tóxico, presumiblemente un de-rivado de fentanil u otro compuesto opiáceo de similar efecto mortífero de no aplicarse a tiempo el antídoto? ¿Sabían los servicios médicos qué tipo de gas se utilizó, estaban preparados para reanimar a los rehenes?

Las respuestas a estas y muchas otras preguntas siguen formando parte del secreto de Estado, que permite no desvelar los detalles de la operación de rescate y también sirve para justificar cualquier exceso.

Para Putin, 130 muertos no son razón suficiente para poner en duda el pretendido éxito del asalto al teatro Dubrovka: mes y medio después de ocurrida la tragedia, el jefe de la operación de rescate, Vladimir Pronichev, a la sazón primer director adjunto del servicio federal de seguridad, recibió de manos del presidente la máxima condecoración que se otorga aquí, la medalla de Héroe de Rusia.

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