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México D.F. Viernes 24 de octubre de 2003

Inculcar en los niños ese género, labor del pianista

Alain Lefèbre: ''el público de la música clásica envejece''

ERICKA MONTAÑO GARFIAS

La situación de la música clásica no es ideal: su público envejece y los jóvenes no están educados para escucharla, expresa el pianista canadiense Alain Lefèvre, quien pugna por el acercamiento de los niños a este género. Lefèvre tocará este viernes y domingo como invitado de la Orquesta Sinfónica Nacional que, bajo la dirección de Enrique Arturo Diemecke, concluye su temporada de otoño.

Parte de su trabajo como pianista, Lefèvre lo dedica a inculcar en los niños el gusto por la música clásica. ''Lo más importante es mostrarles que existen alternativas al pop y al rap. Ofrecerles un panorama completo y que ellos decidan qué les gusta. Eso sería lo normal. Lo que no es normal es que existan jóvenes de 15 o 16 años en Estados Unidos, Francia o Canadá que nunca han tenido contacto con la música clásica".

Llevarlos a las obras de los clásicos desde un punto lejano a la teoría, de una forma lúdica, parecería sencillo pero no es fácil, pues los niños están acostumbrados a la velocidad del mundo que los rodea. Internet, el cine, los videojuegos o el zapping televisivo (cambiar los canales constantemente) resulta más atractivo que escuchar a Beethoven o Chopin.

Este trabajo es muy difícil, explica el también compositor. ''Hace 15 años, cuando comencé a trabajar con niños, éstos eran capaces de escuchar temas clásicos durante 10 minutos. Pero hoy, en muchas escuelas, a los tres minutos pierden la concentración. La música clásica representa la posibilidad que tienen de trabajar con su imaginario, pero hay que llevárselas sin imposición, porque de lo contrario es como alterar su mundo".

Su labor con los pequeños lo llevó a trabajar con niños autistas o con síndrome de Down. ''Tengo una clase con unos 40 niños y se ha logrado mucho con ellos, tienen gran capacidad de concentración. Lo más increíble es que, para mí, resulta más fácil un concierto con estos niños que con los 'normales' en escuelas normales".

Se trata de llevar la música clásica más allá de la sala de conciertos a lugares en los que de otra manera no llegaría, como los barrios pobres, donde los niños se olvidan por unas horas de su miseria.

Con esta labor busca demostrar, además, que la música clásica no es para un sector exclusivo, fenómeno que subraya ''está muy arraigado en el mundo". Por ello el principal problema que enfrenta el género es que ''el público envejece y los jóvenes no están en contacto con ella. Lo que vamos a lograr con eso es que permanezca la creencia de que la música clásica es para gente de cierta posición social, que es música elitista, pero entonces Mozart, Chopin y Bethoveen se deben estar retorciendo en sus tumbas, porque ellos murieron pobres".

Círculo vicioso

Otra aventura que atraviesa es la composición, aún a sabiendas de que la música contemporánea no es bien recibida. ''El problema es que el público de la música clásica es reducido y los organizadores de los conciertos tienen un problema muy grande, que es llenar las salas de conciertos, porque se necesita dinero. Esos organizadores están en un círculo vicioso obligados a montar las mismas piezas que la gente ya conoce, como la Novena sinfonía de Bethoveen, pero cuando tratan de programar música contemporánea el público lee el programa y si la pieza es la primera entonces el público llega después, y si la pieza contemporánea es la última del programa se va antes. Eso es catastrófico, y para cambiar esa situación hay que comenzar con los niños.

El programa del concierto de clausura de la Sinfónica Nacional está integrado por Concierto de Varsovia, de Richard Addinsell; Rapsodia en azul, de George Gershwin, y la Primera sinfonía de Mahler. Los conciertos son el viernes a las 20:30 horas y el domingo a las 12:15 horas en el Palacio de Bellas Artes.

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