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E D I T O R I A L
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México D.F. Sábado 7 de febrero de 2004

 


HORROR EN MOSCU, GUERRA EN CHECHENIA

El devastador atentado terrorista acontecido ayer en una línea del metro de Moscú constituye un acto criminal y bárbaro que debe suscitar una firme condena a escala internacional. Por la forma como se realizó este brutal ataque, dentro de un vagón repleto de personas, es claro que quienes lo cometieron buscaron infligir el mayor daño posible a sus víctimas -civiles inocentes- y suscitar horror y desasosiego en la opinión pública de Rusia, en primer término, y del mundo, en general.

A la hora de denunciar a los culpables de este atroz atentado, el gobierno ruso no ha dudado en voltear hacia Chechenia y ha involucrado genéricamente al "terrorismo internacional". El propio presidente Vladimir Putin ha dicho, en una actitud altiva y potencialmente irresponsable, que no necesita prueba ni investigación para culpar a los independentistas chechenos de la masacre de ayer en el metro moscovita. Empero los aludidos han negado tener relación con el ataque y expresaron su condena al terrorismo en todas sus formas. Pero más allá de la veracidad o la falsedad de las expresiones de uno y otro bando, resulta patente que el horror suscitado ayer en Moscú coloca una vez más al conflicto de Chechenia en el centro de la atención mundial, tal como sucedió tras otros ataques igualmente repudiables, entre ellos el secuestro de los asistentes a un teatro de la capital rusa en octubre de 2002 y la criminal represión policial que le siguió.

Desde el colapso de la Unión Soviética, el pueblo checheno ha sido reprimido, humillado y perseguido de forma cruel y sistemática a causa de sus reivindicaciones independentistas. Tras dos brutales episodios bélicos, que arrasaron prácticamente con Grozny y otras ciudades chechenas y sumieron a su población en la miseria y la zozobra, el gobierno y las fuerzas armadas rusas han mantenido vigente la ocupación y la represión en esa nación del Cáucaso y han enfrentado una persistente guerra de guerrillas, con saldo de miles de bajas por ambas partes.

Ciertamente, algunos estamentos del independentismo checheno optaron por el terrorismo en su combate contra los rusos, pero no puede afirmarse que todo movimiento o persona que reivindique la soberanía de Chechenia -como pretende hacer creer el gobierno de Putin- es automáticamente terrorista e integrante de una entidad criminal internacional. En contrapartida, las violaciones a los derechos humanos, la destrucción de ciudades y pueblos y otras atrocidades perpetradas en Chechenia por las fuerzas armadas rusas han sido denunciadas de forma reiterada a escala mundial y constituyen prácticas de terrorismo de Estado tan execrables y criminales como las cometidas ayer en el metro de Moscú o hace poco menos de año y medio en un teatro de esa ciudad.

En este contexto, resulta evidente que mientras persista la ocupación militar en suelo checheno y no se permita a sus habitantes decidir libremente y mediante el diálogo su vinculación o separación de la autoridad de Moscú no existirá seguridad ni tranquilidad para los pueblos de Rusia y Chechenia. Por ello, la política indiscriminada de aniquilación de "terroristas" emprendida por Putin no contribuirá a resolver el agudo conflicto en esa región del Cáucaso y sólo operará como acicate para la comisión de nuevos ataques y represalias mutuas.

Finalmente, cabe deplorar el silencio que gran parte de la comunidad internacional -sobre todo los gobiernos de las potencias de Occidente- ha mantenido en torno a la situación en Chechenia. Aunque se han denunciado repetidamente las atrocidades cometidas por las fuerzas rusas contra la población chechena, prácticamente nada se ha hecho para, desde el plano diplomático, frenar o neutralizar la barbarie emprendida por Yeltsin, primero, y Putin, después. Así, el drama de Chechenia es también un ejemplo más de la hipocresía y la inmoralidad de quienes, en Washington, Londres, Roma o Madrid, afirman defender a toda costa la libertad, la seguridad y los derechos humanos pero, al mismo tiempo, aprueban o toleran el arrasamiento y la humillación de todo un pueblo.
 

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