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México D.F. Martes 17 de febrero de 2004

Marco Rascón

El poder es necesario

Para transformar el país y sacarlo de sus ataduras hace falta el poder, pero el problema no es la búsqueda del poder en sí, sino la manera en que se estructura y cuáles son los intereses que lo conforman. Entender el poder como altura, simple maldad, fama o dinero es una concepción deficiente y limitada, pues se trata del instrumento necesario para un proyecto.

México se encuentra hundido en la falsa modestia de políticos que dicen no aspirar al poder. La negación revela, a partir de quienes lo tienen, que han sabido luchar por el poder, pero que no ha servido ni a quienes lo han ganado ni mucho menos al país. ƑPara que luchar por el poder si en el momento en que se obtiene se neutraliza, integrando las opiniones de las minorías en primer término?

Esto ha llevado a que los gobiernos del PRI, del PAN o del PRD, en el caso mexicano, terminen haciendo lo mismo: apoyarse en los oligarcas de siempre, cuyo poder económico les permite ostentar un poder que no está sujeto ni a procesos electorales ni a campañas ni a promesas, pues los que detentan el poder económico han terminado adueñándose de la política, de las comunicaciones, del temario nacional y de todas las candidaturas.

El poder económico se ha sobrepuesto a los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial para conducir el país, no en función de las necesidades nacionales, sino de sus achatados intereses de corto y mediano plazos. Esto explicaría por qué la lucha por la sucesión presidencial de 2006 empezó en diciembre de 2000 y por qué los gobiernos y las acciones de los políticos están ceñidas a sus pretensiones, más que a sus responsabilidades.

En México no existe el presente. Vivimos una estampida hacia el futuro en la disputa por el poder que se ha convertido en un juego en el que la regla central, por ahora, consiste en que los candidatos traten, ocultos o expuestos, de escoger a sus adversarios, anulando incluso a los de su propio bando. El ruido domina sobre razones y proyectos, pues el poder simplemente consiste en ganar la interlocución con el imperio, el derecho a mentir, y en ir a la vanguardia para hundir al país.

Siendo los gobernadores la estructura que queda en pie del viejo edificio corporativo y clientelar, ahora quieren ser presidentes. La lucha por el poder es un mar de lugares comunes, de gastos en imagen, peinados, maquillajes y publicidad que los medios electrónicos regresan en encuestas.

Mientras la pasarela transcurre con la presentación de los trabajos escolares que hacen los precandidatos en un concurso de oratoria y ocurrencias, el verdadero poder económico va integrando las estructura y los intereses del nuevo poder.

A diferencia del pasado, el Presidente que elegirá la oligarquía no es un hombre fuerte, sino un títere sin poder propio, pues éste reside en las alianzas comerciales y financieras, herederas del poder del dedazo que tuvieron los presidentes, así como de la vieja liturgia de la sucesión presidencial.

Las televisoras y la radio han sustituido a Mario Aburto. Las Lomas Taurinas, de hoy son las políticas informativas y el mar de encuestas manipuladas para determinar la popularidad de los precandidatos, que terminarán matando aspirantes por docenas. Por ejemplo, es obvio que Marta Sahagún es una invención del PRI y los medios, pues al elevarla han anulado la posibilidad de que el PAN elija un candidato. Los medios y el PRI escogen el candidato de Acción Nacional, que ahora, para deshacerse de la ingenuidad de Marta, tendrá que pagar un costo.

Y en el PRD, mientras la burocracia se despedaza por las deudas, el Gobierno del Distrito Federal y las prerrogativas, Cuauhtémoc Cárdenas trabaja en otro terreno: en un proyecto de nación basado en la congruencia, en tanto López Obrador defiende sus encuestas, fuerza y debilidad de su propia estrategia amenazada por el apoyo de todas las corrientes perredistas cuya principal aportación a su campaña es el desprestigio.

El PRI, como el gran partido de la oligarquía, continúa en su estrategia de "caballo negro" inmaculado con su frente opositor.

Bajo esta perspectiva sólo una estrategia de ruptura frente a las reglas del poder podría ganar el respaldo necesario para un candidato con poder suficiente que pudiera imponer las reformas derivadas de un proyecto de nación.

El poder necesario es un instrumento que debe responder al clamor de las urnas, pero el voto transformador no puede llegar si no se rompen las reglas impuestas por el poder económico, que se ha apoderado de la vida interna de los partidos y que elige descaradamente a los candidatos.

El poder económico necesita anular al poder político para restarle capacidad transformadora; eso, no más, es la lucha central para 2006.

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