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México D.F. Martes 17 de febrero de 2004

Magdalena Gómez

Saldos de San Andrés

Ocho años ya de la firma de los acuerdos de San Andrés y mientras el Estado se mostró incapaz de cumplir, los pueblos indígenas avanzan en su reconstrucción autonómica, no sin dificultades, en la vía que parece ser su destino histórico: los hechos.

Los acuerdos establecieron que el reconocimiento a la autonomía y libre determinación se haría en el marco de una profunda reforma del Estado y, sin embargo, de la parte indígena y zapatista se aceptó iniciar con la propuesta Cocopa, entendiendo que el avance de las mesas pendientes en el diálogo implicaría la referida reforma. Ni lo uno ni lo otro, la trayectoria política del país nos ha mostrado que la llamada transición democrática no pasa por cambiar al Estado y que lo que era una vía inicial, la reforma electoral, se ha convertido en un fin en sí mismo. Hoy estamos sometidos al imperio de los partidos políticos, a su lógica, a sus componendas, mientras la sociedad y sus demandas más sentidas caminan por vías alternas sin puntos de encuentro.

En los hechos, la postura asumida por los tres poderes del Estado en materia indígena definió que no entra en la óptica neoliberal prevaleciente la compatibilidad con el reconocimiento y ejercicio de la autonomía y libre determinación de los pueblos originarios en nuestro país.

Lo grave de la situación es que desde el poder se ha trivializado la demanda indígena, sometiéndola a un proceso de apropiación del discurso despojándola de su contenido esencial.

Aún recuerdo cuando el ex presidente Miguel de la Madrid entregó a Guillermo Bonfil una medalla y en los pasillos del indigenismo oficial se expresaba temor en torno al discurso del amigo de los pueblos indígenas. Llegó Bonfil y planteó que este país no será plenamente democrático si no incluye a los pueblos indígenas, lo que causó tensión en Los Pinos por tan "profanas" palabras. El Presidente apretó las quijadas estoico y "tolerante". Sin embargo, hoy se presume del lado oficial con el uso de los términos convertidos en frases huecas. Se llega a la ONU a defender la autonomía en el proyecto de declaración que se discute en ese espacio, presentando como prueba de supuesta congruencia el texto de la contrarreforma indígena de nuestro país. El neoindigenismo foxista va acompañado de un "neoliderazgo indígena" que hace de las reuniones internacionales el espacio para desahogar un discurso combativo que no se acompaña de la legitimidad que otorgan los procesos de los pueblos.

Por fortuna los pueblos no se han quedado con los brazos cruzados. Los saldos de la parte indígena son altamente positivos, han asumido que los acuerdos de San Andrés son sus acuerdos y se han dispuesto a ponerlos en práctica. Hoy por hoy las juntas de buen gobierno en Chiapas tienen una dimensión internacional más allá de los pasillos de las instancias oficiales, pues está demostrando que la autonomía es un camino viable. Sin ser el único proceso en curso es el más vigilado y asediado incluso por la creciente presencia militar en la zona.

Habrá que ver si el nerviosismo que genera el avance de la autonomía no se desborda; Montes Azules es una virtual bomba de tiempo, pues al respecto ya anunciaron los zapatistas que defenderán a los pueblos que pretendan desalojar.

En otras regiones también está a prueba la gobernabilidad. Tenemos el caso de Tlalnepantla, Morelos; los municipios autónomos en Guerrero; los yaquis movilizados a su manera y a su modo para presionar a las autoridades para que cumplan acuerdos; en Oaxaca los procesos están inmersos en la resistencia ante los cacicazgos y el poder local en época electoral.

Sin duda hay avances: los wirrárikas caminan en la recuperación territorial; en Bernalejo los tepehuanos lograron la restitución de sus tierras, y en Chimalapas también obtuvieron un respiro.

Así que San Andrés y sus acuerdos no son una mera "efeméride", sino un programa vivo, cuyo avance pondrá en jaque al Estado y mostrará la necesidad de su auténtica reforma. Ahí están los pueblos organizados y otros reorganizándose sin ruido, después de todo las primeras planas están cubiertas con las disputas de la clase política. Habrá que ver cuánto aguanta nuestro país en esta esquizofrenia.

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