ASTILLERO

Julio Hernández López

La verdadera apuesta: Quart, Rosario

Jugadas de distracción
El video y los sótanos de la política
Un Volvo en el reino de los Tsurus

CUARENTA Y OCHO horas antes de que estallara el escándalo del secretario de Finanzas apostador, el gobierno capitalino dejó escapar la oportunidad de denunciar plenamente los actos de corrupción que se habían llevado a cabo en varias delegaciones de la ciudad de México y que involucran a varios empresarios, entre ellos a Carlos Ahumada y su grupo Quart, largamente favorecidos en el pasado por afectos dispensados desde la cúpula del poder perredista capitalino, en especial durante la administración de Rosario Robles. Con la idea de fundamentar de mejor manera las acusaciones en curso, y de no poner sobre aviso a los involucrados, el Gobierno del Distrito Federal decidió retener la difusión de las indagaciones hasta entonces realizadas (que llegaban incluso a la suposición de que campañas perredistas para ocupar delegaciones políticas habrían sido financiadas por los grupos empresariales que luego cobrarían con contratos tramposos su ayuda original), sin saber ese gobierno que en otras instancias, hasta ahora desconocidas, le madrugaban activando la difusión del video de Gustavo Ponce Meléndez y su afición a los juegos de azar, a dejar buenas propinas y a faltar en días de trabajo para irse a disfrutar de los tapetes verdes del desierto de Nevada. Sacrificando un alfil financiero se pretende tirar el tablero de ajedrez y culpar al Rey Peje de permitir corrupción en su gabinete, mientras la Torre Independiente y la Dama Acompañante tratan de ponerse a salvo.

LA DIPUTADA DOLORES Padierna incluso ha dicho que desde la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal se filtró el video de los juegos de casino: "Creo que estaban a punto de darse a conocer las cosas" respecto a las pillerías por más de 30 millones que se habían realizado desde la delegación Gustavo A. Madero, pero con terminales en la Secretaría de Finanzas. "Se estaba en el momento de averiguar qué fue lo que pasó, quiénes fueron los que ayudaron, porque esto no se podía hacer sin la Secretaría de Finanzas. En eso estaba el procurador Bátiz; sabíamos que ya los tenía ubicados y que iba a haber sanciones", añadió la legisladora. Por cierto, el nuevo rosario de cuitas que ha ahumado la imagen de López Obrador ha reavivado al mismo tiempo las expectativas políticas de uno de los dos miembros principales de la corriente perredista que cual Rosca recompuesta ahora se hace llamar Unyr. Tiempo es, o parecería ser, de cobrar cuentas a la honestidad valiente caída en un bache; ahora o nunca en cuanto a hacer bajar a Andrés Manuel de las nubes de la popularidad inalcanzable. Los panistas y los priístas creen llegado el momento de pedir auditorías en general al gobierno capitalino, y en el PRD también consideran posible cobrar al tabasqueño la sana distancia con que ha tratado las pugnas internas de tribus y corrientes.

PERO LA HISTORIA del secretario apostador y la pareja empresarial perredista va más allá. Cero y van dos: el del Niño Muerde y ahora el del secretario de apuestas del gobierno capitalino. El video como instrumento de ajuste de cuentas con los opositores políticos y como generador de escándalos que hagan olvidar, entre otras cosas, los hervores precedentes de las finanzas de Vamos México. Follow the winner: una figura emerge con pretensiones victoriosas de esas filmaciones selectivas, la del Presidente de México que trata de montarse en el discurso de la ética política y la honestidad, como si no fuera el suyo un gobierno altamente descalificado en ambas materias. Pareciera, pues, que alguien, algunos, algo, hubiera entrado al rescate del Presidente náufrago; las cañerías del sistema, le llamaban antes, o los sótanos de la política. De allí, de las precariedades presidenciales solícitamente asistidas por los expertos en la guerra sucia, surgieron luego los negocios con el narcotráfico para compensar económicamente a quienes desde la oscuridad se sacrificaban en aras de la estabilidad institucional; hoy, del vacío de poder, de la incapacidad política mostrada por Los Pinos, pueden encontrar asidero los grupos y los personajes que ofrecen soluciones, tretas, espionajes, videos vitamínicos a un Ejecutivo de anemia crónica que en unos días ha visto desfilar en pantalla dos filtraciones de gran densidad política, mientras su antecesor, Ernesto Zedillo, sólo necesitó de ellas para enfrentar el pretendido retorno de Carlos Salinas de Gortari haciendo difundir una llamada telefónica entre los hermanos Raúl y Adriana.

SIN EMBARGO, NADA puede atemperar las graves, sintomáticas pifias del gobierno capitalino en relación con su secretario de Finanzas. Véase: en el Reino de los Once Tsurus no causó la menor sorpresa que en su declaración patrimonial el responsable de los dineros chilangos hubiera informado meses atrás de un Volvo de 550 mil pesos; la contraloría capitalina tan inservible como la federal (la sintonía entre Francisco Barrio o Eduardo Romero con Bertha Luján no sólo es en cuanto al acento norteño, sino especialmente en cuanto a la palabrería que no acierta a castigar más que al oído del público así asaltado por radio y televisión); un producto de segundo plano de la ingeniería burocrática del salinismo y del zedillismo es acogido con benevolencia (a la que Gonzalo N. Santos llamaría de altisonante manera) por el pejelagartismo que entrega ni más ni menos que la Secretaría de Finanzas a su futuro jugador estrella de los casinos de Nevada (la Iglesia en manos de Lutero; Finanzas en manos de Las Vegas). En la lista de errores del jefe de gobierno debe apuntarse también esa especie de reivindicación de los derechos de aquel a quien al mismo tiempo condenaba al cesarlo como funcionario. Derecho de réplica en Televisa, pidió para quien ni siquiera se presentó a una prometida rueda de prensa de las 10 de la mañana. El aguzado Gus no es Nico; éste fue mero accidente menor, pero lo del secretario apostador puede resultar piedra duradera en los zapatos que hacia el futuro encaminan los pasos de López.

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