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México D.F. Viernes 19 de marzo de 2004

Ana María Aragonés

Unilateralidad, mala política migratoria

La unilateralidad como política exterior de los gobiernos en un mundo cada vez más interconectado e interdependiente es simplemente inaceptable, ya que se hace valer la fuerza por encima de la convivencia democrática entre los países. Las víctimas son siempre seres inocentes que pagan con su vida los excesos de sus gobiernos, como lo muestran los terribles atentados sufridos en Madrid el 11 de marzo y en los que perdieron la vida más de 200 seres humanos, muchos otros están gravemente mutilados y hay cientos de lesionados.

Estados Unidos hizo valer su poderío militar y económico para lanzarse a una guerra sin importarle que los miembros del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidos estuvieran en contra. Y quien le siguió en tan terrible aventura, subestimando a 95 por ciento de la población que se manifestó en contra, fue el derechista español José María Aznar. Gracias a esos personajes el mundo es ahora más inseguro que antes. Sólo un cambio drástico de política puede quizá revertir tanto dolor, y tal parece que en España se aprestan a este cambio al ganar las elecciones el socialista José Luis Rodríguez Zapatero.

Parecería una exageración hacer un parangón con la unilateralidad de las políticas migratorias aplicadas por Estados Unidos, sin embargo no lo es. Esta ha sido la estrategia del vecino sin importarle que dichas políticas repercutan en seres humanos de distinta nacionalidad que la estadunidense y que por ello requeriría la discusión con los gobiernos a los que pertenecen.

El resultado ha sido un rotundo fracaso, además de ser altamente atentatorio contra estos trabajadores. Por ejemplo, el incremento del presupuesto del gobierno estadunidense, que se ha quintuplicado desde 1993 para reforzar la frontera, pasando de 740 millones a 3.8 mil millones de dólares, pensando que así se "desalentaría" a los migrantes, ha dado como resultado el incremento de migrantes muertos en la frontera que han alcanzado el terrible número de 2 mil personas desde 1995. Se ha incrementado el número de trabajadores indocumentados con el correlato de violación a sus derechos humanos, que van desde la imposibilidad de afiliarse a sindicatos, o de presentar denuncias en caso de abusos en sus condiciones laborales, así como enormes restricciones para tener algún apoyo en relación con programas sociales, etcétera.

La propuesta del 7 de enero de George W. Bush presenta la misma característica y tiene que ir al fracaso, no sólo porque sigue sin tomar en cuenta a México sino, lo que es peor, no toma en cuenta a los 9 millones de indocumentados que ya viven, trabajan y han tenido hijos que son ciudadanos estadunidenses desde hace mucho tiempo.

Vicente Fox puede argumentar que la migración hacia Estados Unidos es un problema heredado, sin embargo, hay que señalar que de acuerdo con los datos obtenidos en la encuesta aplicada a 200 migrantes, 73.9 por ciento tenían entre 6 meses y tres años de haber llegado a la península de Delmarva, es decir, corresponde estrictamente al tiempo de su gobierno. Lo más lamentable es que se están incorporando nuevas regiones, distintas a las ya conocidas como "zonas tradicionales de expulsión", entre éstas se encuentra Chiapas, estado del país que se había caracterizado por ser una entidad en equilibrio migratorio, ahora ya se ha convertido en expulsor.

Si México quiere cambiar el terreno de la negociación con Estados Unidos tiene que hacer realidad los mecanismos para que la posible población migrante sea finalmente absorbida. Y la única forma para lograrlo es realizando un cambio drástico de rumbo y abandonar el lesivo neoliberalismo que lo único que provoca es el incremento del trabajo informal, del desempleo y de la pobreza, y con ello de la migración, o de lo contrario Estados Unidos seguirá implementando unilateralmente sus políticas migratorias.

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