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México D.F. Viernes 19 de marzo de 2004

Leonardo García Tsao

Que no le peguen a Diosito

Dado que la religión ha sido causa de la mayoría de las guerras y conflictos en la historia de la humanidad, no sorprende que su representación cinematográfica siga siendo motivo de polémica. Así, el escándalo ha rodeado La pasión de Cristo, tercer largometraje de Mel Gibson, desde que corrieron rumores sobre cierto contenido antisemita.

La última ostentación de Gibson es, en realidad, una versión sadomasoquista de las últimas 12 horas en la vida de Cristo, que se concentra en su sufrimiento a manos de ju-díos y romanos torvos. Las fijaciones crísticas del cineasta han sido evidentes para cualquiera que haya comprobado cómo en sus películas representativas -la trilogía de Mad Max, la serie Arma mortal- sus personajes siempre pasan por un brutal castigo físico antes de cobrar venganza. En su debut como realizador, El hombre sin rostro (1993), aparecía con la cara desfigurada; mientras en Corazón valiente (1995) era sometido nuevamente a torturas excesivas.

Ahora Gibson ha invertido 30 millones de sus propios dólares para llevar sus obsesiones de martirologio a su consecuencia lógica. La pasión de Cristo juega la carta de un supuesto realismo -estar hablada en arameo y latín, no llevar a actores conocidos en el reparto fuera de Jim Caviezel y Monica Bellucci- para ofrecer una visión esquemática, tendenciosa e históricamente dudosa de los hechos.

En la primera hora, Gibson y su coguionista Benedict Fitzgerald describen cómo Jesús (Caviezel) duda en el jardín de Getsemaní, es traicionado por Judas (Luca Lionello) y se vuelve objeto de una conspiración de fariseos cuya finalidad es darle muerte. Llevado ante un titubeante Poncio Pilatos (Hristo Shopov), quien no se atreve a condenarlo influido por su compasiva esposa, el nazareno es puesto en manos de sus enemigos, no sin antes sufrir nuevos castigos corporales. A partir del momento en que Cristo es cruelmente azotado con varas y látigos, Gibson pierde todo recato e inaugura la épica bíblica gore. Una y otra vez nos mostrará en cámara lenta, con un regodeo casi pornográfico, cómo el Mesías es atormentado por judíos y romanos malos, fáciles de distinguir por ser feos, con dientes chuecos y podridos (los judíos y romanos buenos, en cambio, portan facciones nobles y el beneficio de la odontología).

Valga el estreno tardío -pero oportuno- de La última tentación de Cristo (1988) para establecer un importante punto de comparación. Reprobada por sectores fundamentalistas, la película de Scorsese se basa en la novela homónima de Nikos Kazantzakis, no en las escrituras, para plantear un verdadero dilema religioso: la duda existencial de Cristo (Willem Dafoe), inseguro de tener la fuerza de sacrificarse por la humanidad como hombre, para aceptar su divinidad. Además de presentar a un Jesús neurótico y coloquial, la secuencia de la tentación misma fue interpretada como blasfemia, cuando su sentido real es de una sincera reafirmación de la fe. La muerte de ese Cristo es ilustrada como un acontecimiento jubiloso, pues ha conseguido la redención.

En cambio, La pasión de Cristo es una película que se nutre de una sensación de sufrimiento y muerte. Poco se sabe de la doctrina de Cristo, fuera de un flashback a la última cena, cuando recomienda a sus discípulos amar a sus enemigos. Haciendo caso omiso, Gibson los retrata con odio. Aunque abundan las hostias (en la acepción del argot español) no hay un sentido de comunión en el sacrificio. La imagen dominante es la de un mártir estoico (caracterizado como estampita religiosa, Caviezel sólo mira hacia arriba, en permanente expresión de "perdónalos, porque no saben lo que hacen"), reducido a víctima sanguinolenta.

Un amigo cineasta recordaba cómo sufrió un trauma infantil cuando vio El mártir del Calvario en uno de sus tradicionales pases televisivos de Viernes Santo, al grado de que en la secuencia de los tormentos empezó a llorar "šQue no le peguen a Diosito!" La anécdota viene a cuento porque me pregunto cuál será la reacción del creyente impresionable ante La pasión de Cristo. Triunfadora en la taquilla gringa, publicitada por el morbo (al grado de circular ya en DVDs piratas), aprobada por el Papa (y recomendada por el cardenal Norberto Rivera, nada menos), la película de Gibson se ha convertido en un evento. Lo pernicioso de ello es que su catolicismo conservador, impregnado de sangre y rencor, será difundido entre millones de espectadores.

LA PASION DE CRISTO

(The Passion of the Christ)

D: Mel Gibson/ G: Mel Gibson, Benedict Fitzgerald/ F. en C: Caleb Deschanel/ M: John Debney/ Ed: John Wright/ I: Jim Caviezel, Monica Bellucci, Maia Morgenstern, Hristo Shopov,/ P: Icon Productions. Marquis Films. EU, 2004

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