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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 28 de septiembre de 2004

Luis Hernández Navarro

Desarrollo desde abajo

Nublada por los pleitos de la clase política nacional, la construcción de autonomía en Chiapas arroja experiencias fundamentales para la reconstrucción de México desde abajo. En los hechos, sin esperar un hipotético futuro, ya se está construyendo un futuro diferente.

Durante el último mes La Jornada ha publicado diversos materiales sobre la Comuna de la Lacandona. Las ocho entregas del comunicado Leer un video, del subcomandante Marcos, el suplemento especial de aniversario del periódico Chiapas la resistencia, escrito por Gloria Muñoz Ramírez, y las notas y reportajes de Hermann Bellinghausen publicados durante septiembre, han puesto al alcance de los lectores información abundante, rica y compleja sobre una de las más profundas transformaciones sociales en curso.

Los pueblos zapatistas no sólo dicen no a lo que no quieren, sino que están construyendo día a día lo que creen que hay que hacer. A contracorriente producen y reproducen una sociedad diferente a la que existe en el resto del país y a la que ellos mismos tenían en el pasado. Levantan escuelas, hospitales, clínicas, bodegas y cooperativas.

La experiencia parece recoger lo mejor de las tradiciones indígenas de cooperación, comunidad y solidaridad sin renunciar a la ciencia y la tecnología que les sirve para resolver sus necesidades. La nostalgia por lo perdido no sustituye a la búsqueda de vías para solucionar las necesidades de la población. Están reinventando la tradición, seleccionando los conocimientos que les permiten su florecimiento como pueblos. Por ejemplo, ante la disyuntiva de promover la herbolaria ancestral o la medicina alópata escogen las dos.

Muchas organizaciones campesinas y comunidades indígenas en Chiapas intentaron en el pasado vías alternativas de desarrollo. Promovieron programas de salud y educación, formaron empresas campesinas para tratar de controlar la producción, comercialización, capacitación, abasto y crédito. La mayoría de ellas buscaron el apoyo gubernamental para hacerlo. Unas cuantas obtuvieron el financiamiento de la cooperación internacional. Algunas incluso procuraron hacer varias de estas actividades simultáneamente.

Su resultado fue desigual. La mayoría sólo estuvo en posibilidad -o puede, cuando sobrevive- de hacer una sola cosa a la vez. Otras se pelearon y dividieron. Muchas más fueron cooptadas por el gobierno o por partidos políticos.

Lo verdaderamente notable de la iniciativa zapatista es que se despliega simultáneamente en comunidades, municipios y regiones de manera integral. Abarca lo mismo aspectos sanitarios, que pedagógicos o productivos. Dedicarse a una actividad no los lleva a abandonar otras. Han recuperando las experiencias más avanzadas en cada uno de los distintos campos de acción en los que incursionan. En muchos sentidos las resumen.

Este laboratorio camina en dirección contraria a la política seguida por la mayor parte de la izquierda que, al confundir lo público con lo estatal, hace recaer el peso de la construcción de redes de protección social exclusivamente en el Estado. También se opone drásticamente a la visión empresarial que considera que el bienestar social es asunto estrictamente individual o, a lo sumo, de la caridad o la filantropía. La autogestión zapatista funciona con base en valores comunitarios y en lazos de cooperación y solidaridad.

El desarrollo que impulsa está basado en las propias fuerzas, cuenta con la solidaridad de ciudadanos y colectivos de muchas partes del mundo, pero rechaza el apoyo gubernamental. Es una expresión de la riqueza de la pobreza. Gran cantidad de recursos pueden movilizarse, no importa qué tan precaria sea la situación material de los ciudadanos, cuando los pueblos toman su futuro en sus manos, recuperan la fuerza de su identidad y actúan con organización, disciplina, inteligencia y generosidad. Aunque la pobreza subsiste su horizonte de vida es otro.

En contra de la tendencia cada vez más presente en fundaciones y organizaciones no gubernamentales de condicionar la entrega de financiamiento a que los donatarios acepten la agenda y las prioridades de los donantes, los pueblos en rebeldía son quienes deciden qué se hace y cómo hay que hacerlo. Están impulsando un de-sarrollo desde abajo. Los cooperantes, técnicos y profesionistas que colaboran se suman a un proyecto decidido por las comunidades, no por los externos.

Un desarrollo así sólo es posible porque los pueblos autónomos con su lucha, su resistencia -y sus vidas- han cambiado drásticamente la correlación de fuerzas dentro de sus parajes, ejidos y regiones. Han hecho una reforma agraria de facto y se han dado sus propias autoridades y normas: se gobiernan a sí mismos. Han desplazado de la gestión de sus asuntos a caciques, ganaderos, coyotes y políticos profesionales. Sólo acumulando fuerza política, es decir, transformando a su favor la red de relaciones sociales en las que el poder se materializa es factible promover el desarrollo desde abajo.

La experiencia está muy lejos de ser una autarquía. Por el contrario, tiene fuerte componente cosmopolita. Como en el resto del país los mercados funcionan en sus territorios, sólo que, al menos en parte, han logrado construir el contrasentido de hacer realidad mercados solidarios para comercializar parte de su producción. Las mercancías circulan, pero el precio de las medicinas no se establece por la ley del valor, sino por la necesidad. Decenas de centenares de voluntarios provenientes de muchos países, condiciones sociales y edades pasan temporadas en las comunidades.

Está a debate la replicabilidad de la experiencia zapatista y el papel que ocupa en una estrategia más general de transformación. Pero no es motivo de discusión el que está reconstruyendo el país de abajo hacia arriba y creando una referencia para otra política internacional. Y, contra lo que los coyotes de angora, los politicastros y tecnoburócratas advirtieron, en el rebelde sureste mexicano ondea, sin demagogia y sin chovinismo, la bandera nacional.

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