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México D.F. Martes 28 de septiembre de 2004

Teresa del Conde

Cerámica

Ultimamente he visitado en forma sucesiva tres exposiciones y un taller donde el barro ocupa lugar predominante, si no es que absoluto, en el quehacer de los respectivos autores. La primera corresponde a Marco Vargas, con reconocida trayectoria como escultor en cerámica, a quien paradójicamente ''el barro le hacía ya un ruido tremendo".

Vargas, quien expone en la Galería de Florencia Riestra, hace sus piezas a partir de resina de cristal y las califica de ''experimentos técnicos". Afirma que la resina le permite una convivencia más fácil con los posibles poseedores de las piezas, porque el material ''no cuenta tanto como presencia", y es cierto, pues al ser transparente admite reflejos que incorporan elementos cercanos.

Algunos de sus objetos están esmerilados y esgrafiados y hay uno -en forma de cascada- que según mi sentir emite de su fuente un chorro integrado por formas tubulares que parecen pertenecer a algún quirófano. Otra pieza que parecía de ónix, era igualmente de resina.

''La pulida es el gran reto aquí. Hay una pérdida importante de corporeidad debido a la índole del material", que se torna, por tanto, muy costoso. Sus piezas esbeltas, metamorfosis de columnas, en su mayoría ostentan su color natural, que es ámbar claro, aunque hay una pieza morada que tiene forma de corazón.

La segunda exposición se presenta en la Galería de la Secretaría de Hacienda (Guatemala 8), recinto ad hoc para albergarla. Son varias instalaciones de un artista del barro que ha adquirido, desde años ha, sitial alto en este campo. Se trata de Adán Paredes, quien vive en San Agustín Etla (Oaxaca), donde tiene su taller y horno de alta temperatura, que ha sido utilizado inclusive por Francisco Toledo en unas piezas de reciente producción.

Paredes utiliza además henequén y otras fibras de carácter vegetal, por lo que el término ''cerámica" viene hoy día a englobar materiales de índole diversa, el papel incluido. Para El Collar de la giganta, Paredes empleó anillos de ónix. Las torsiones de lo que yo veo como una serpiente enorme, gracias al alma de acero que posee, hacen de ésta un ámbito transitable, con erecciones, declives y curvas animadas por los anillos dispuestos en tramos regulares.

Paredes se muestra estrictamente geométrico en otras composiciones, conocedor de leyes ópticas que rigen la percepción y además es obsesivamente perfeccionista al grado de que se dice que ninguna pieza se le quiebra en el horno. Hay un impactante relieve de barro rojo de Oaxaca, tratado con encausto e integrado de siete piezas montadas en un solo soporte. La piel de los sueños consta de cinco paneles, cada uno constituido de tres cuadrados perfectos, en los que se marcan los pequeños recuadros a modo de retícula. Una pieza más es la pared-biombo de lajas cuadradas hendidas con cuñas, tiene dos vistas y es de poco espesor, su color es natural y la trama se acentúa mediante sellos que remiten al arte antiguo, no sólo de México, sino de varias latitudes.

Una instalación exenta evoca a los atlantes. Son cuatro y cada uno tiene ''ojo de cíclope" pero quizá, desde el punto de vista metafórico, la más interesante de todas las piezas exentas sea Hombres de barro. El prisma redondeado en sus aristas configura un túnel a simple vista profundo (porque usa el recurso de las falsas perspectivas de Borromini) los ''hombres" que contiene son piezas pequeñas adheridas al suelo del túnel, que se encuentra recargado en su soporte por dos fuertes cuñas de madera, de modo que la ''entrada" resulta ser romboidal. En relación con ésta y debido al efecto binocular que produce, se asocia Lluvia, en cerámica y cantera. Esta requirió ser colocada sobre una base más alta, para que sus oquedades circulares convergentes coincidieran con la visión de un espectador de estatura normal.

Paredes, egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, ha estudiado arqueología y ha sido profesor en Instituto Nacional de Antropología e Historia. Sus piezas tienen reminiscencias de esos acercamientos.

Una de sus construcciones en forma de nido está integrada por residuos cerámicos que parecen huesos. Su exposición se titula Tierra etérea, porque ofrece esferas algo achatadas por los polos (como nuestro planeta) que penden estratégicamente del techo alternando con otras que están ancladas. Utilizó elementos como fibra de plátano, kenaf y tierra de adobe, que facilitaron que las esferas, de apariencia dura y pesada, engañen al ojo, son pesos muy ligeros y no difíciles ni de transportar ni de integrarse a un montaje que me pareció de muy buen nivel. A otras experiencias con exposiciones de esta índole, que borran fronteras entre medios varios, me referiré próximamente.

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