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México D.F. Lunes 1 de noviembre de 2004

Tres de ellos cuidan, ordenan y prestan los casi 5 mil libros que conforman su club

De asaltantes a bibliotecarios, internos noveles del reclusorio de Iztapalapa

Novelas y terror, de los más solicitados, dicen; "¿por qué leemos?, porque tenemos mucho tiempo"

SUSANA GONZALEZ G.

libreria-recluEntre custodios y audiencias judiciales, encuentros con sus abogados y familiares pero también con sus acusadores y víctimas, jóvenes procesados o sentenciados por robo y diversos delitos menores, incorporan a su vida carcelaria historias y personajes que nunca conocieron.

Reyes de la Edad Media, casas embrujadas, animales que hablan, seres de ultratumba u hombres devastados por la pérdida de un amor hacen compañía a los primodelincuentes recluidos en el Centro de Readaptación Social Varonil (Ceresova) del gobierno del Distrito Federal, que la semana pasada cumplió su primer año en funciones y donde actualmente existen 2 mil 264 presos.

De asaltantes de negocio y transporte público, tres de los presos se convirtieron en bibliotecarios, quienes se encargan de cuidar, ordenar y prestar al resto de los internos los libros del club que han creado tras las rejas.

"Nos preguntan qué les podemos recomendar porque muchos dicen: 'Es que nunca he leído, explícame'. Entonces primero que nada les doy un cuento o fábulas. Después les presto un libro de historia o una novela", comenta Pepe, de 26 años de edad, sentenciado a cuatro años y medio de prisión por robo a transporte, quien fue invitado a hacerse cargo de la biblioteca Elena Garro porque "siempre estaba metido ahí".

El 15 por ciento de los internos (326 en total) son miembros del libro club del penal juvenil, construido atrás de la Penitenciaría de Santa Martha, en Iztapalapa. El acervo bibliográfico consta al menos de cinco mil ejemplares, la mayoría de texto para las clases de educación básica y otros cursos (desde autoestima, escuela para padres, reinserción social o proyecto de vida) que imparten en el centro escolar Valentín Campa, mientras que apenas mil 210 ejemplares son de literatura y otras materias, pero se espera que en breve llegue una donación del proyecto Un metro de libros, impulsado por librerías Gandhi.

Pepe asegura que la novela que más sugiere es El rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda, pues ha corroborado que a los internos les gusta y se identifican en algo con la historia de ese rey que se encuentra solo y pide ayuda a Merlín para liberarse del mal que arrastra consigo para conseguir ser un buen monarca. "Cuando lo regresan lo primero que me dicen es 'muchas gracias'; entonces corren la voz de que el libro les gustó y otros vienen a pedirlo", dice. Lo mismo pasa con la poesía, sobre todo la amorosa, como los romances de Federico García Lorca o los versos del chileno Pablo Neruda.

Hay otros libros solicitados por los internos, sin que los bibliotecarios los recomienden, tanto que casi siempre están prestados, entre ellos, los de terror.

"Uno de los más pedidos se llama Cañitas -sobre una casa embrujada por el rumbo de Popotla-. Otro que casi nunca está en la biblioteca y que nos acaban de donar es Drácula (de Bram Stoker). Llegan y nos dicen: "oye, me lo recomendaron, préstamelo"; por lo general tenemos que decirles: "ven mañana, porque está prestado", "¡Ah! ¿por qué lo prestaste?'", comenta el Pequeño Juan, otro bibliotecario del penal, a quien por faltarle apenas 10 centímetros para medir 2 metros de altura, lo rebautizaron con el nombre de uno de los personajes de Robin Hood.

-¿Por qué leemos? Será porque aquí tenemos mucho tiempo -dice Pepe entre carcajadas. "Como que me identifico con mucho de lo que leo pero también ¿qué podría decir ? Pues me deja la sensación de cambiar muchas cosas dentro de mí". Pondera que, por lo mismo, Aura, de Carlos Fuentes, es su libro favorito.

En cambio, el Pequeño Juan, acusado de robo a negocio, dice que por ahora prefiere los libros que necesita para terminar la secundaria. "Yo fui de los primeros en llegar a este reclusorio, el 27 de octubre del año pasado, y me vine pa'cá a pedirle trabajo al director del centro escolar y me lo dio como encargado de la biblioteca. Yo nomás había estudiado hasta quinto de primaria pero ya la terminé aquí y ahora ya estoy con la secundaria".

La biblioteca es apenas un aula de menos de 10 metros cuadrados ubicada en la planta baja del edificio escolar, al lado del salón de cómputo. El reglamento pone horarios de lectura a los internos, pues sólo prestan libros entre semana; "el viernes todos los tienen que devolver porque hacemos inventario y sólo hasta el lunes pueden volver a pedirlos", explica Pepe, quien no descarta trabajar en una biblioteca cuando quede libre, en diciembre de 2005.

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