DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   LUNES 8 DE MAYO 2006 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Barum, Balam, el jaguar
Alvar González Christen,

Los jaguares del noreste de Yucatán
Juan José Morales

Jaguares, hermanos de los hombres
Raúl Kuanenemy

La liberación del jaguar de luz
Fernando Guadarrama Olivera


Correo electrónico:

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Los jaguares del noreste de Yucatán

Juan José Morales
Editorialista del diario Por Esto! de Quintana Roo
Correo electrónico: [email protected]
Foto: Isaac Michán

Media docena de jaguares en un área de 20 mil hectáreas no parece gran cosa. Pero es una cantidad considerable si se toma en cuenta que ese felino -el mayor de América y el tercero del mundo por su tamaño- es un gran depredador y cada ejemplar requiere un amplio territorio de caza. Por ello, los biólogos se encuentran muy satisfechos de que en la Reserva de la Biosfera de Río Lagartos, en el noreste de Yucatán cerca de los límites con Quintana Roo, se haya encontrado una población de jaguares de esa magnitud.

Sobre todo, porque en esa zona la intensa deforestación para abrir campos ganaderos ha reducido a sólo una quinta parte la superficie original de selvas bajas y medianas, que constituye el hábitat de esa especie.

Además, durante años el jaguar ha sido objeto de intensa cacería, tanto por su hermosa piel como porque los ganaderos lo consideran una amenaza para sus reses. En tales condiciones, una población de seis jaguares en 200 kilómetros cuadrados resulta considerable.

Además -y esto es también importante- durante el estudio se encontró buen número de ocelotes, tigrillos, pumas, venados, jabalíes, pisotes, pavos de monte, zorras grises y otros animales, lo cual denota la existencia de una nutrida fauna silvestre.

El hallazgo de esta concentración de jaguares en el noreste de la península de Yucatán es resultado de un estudio realizado por los biólogos Juan Carlos Valler, Gerardo Ceballos y Cuauhtémoc Chávez, del Instituto de Ecología de la UNAM, y Stacey Jonson, del Zoológico de Fort Worth, Texas.

Esta investigación, dicho sea de paso, es la primera de su tipo que se realiza en el norte de la península. Hasta entonces, los estudios sobre ecología, magnitud de las poblaciones y conservación del jaguar, se habían limitado a Belice y a la reserva de Calakmul, en el sur de Campeche.

La presencia de jaguares se determinó mediante el uso de cámaras-trampa fotográficas, que se disparan cuando el animal se aproxima. Éste es uno de los métodos más adecuados para monitorear especies raras y que por el color y diseño de su pelaje se confunden con la vegetación.

Además, tiene la ventaja de que como cada jaguar posee un patrón característico de manchas, se le puede identificar individualmente. Por ello, aunque se obtuvieron numerosas fotografías, se pudo establecer que correspondían a seis ejemplares distintos.

Por lo demás, al extrapolar los resultados de este estudio, los investigadores llegaron a la conclusión de que en el rincón noreste de la península, en un área de 400 mil hectáreas situadas al norte de los primeros 80 kilómetros de la carretera Cancún-Mérida, puede haber todavía, a pesar de los desmontes y otras afectaciones al medio ambiente, entre 113 y 267 jaguares en edad reproductiva, lo cual es un buen número dado que se trata de animales solitarios que requieren de amplios territorios.

Ésta es, sin embargo, la parte positiva de la cuestión. El lado negativo es que esa población podría estar cerca del límite de su persistencia a largo plazo.

El problema estriba en el aislamiento. Cuando un pequeño número de animales se mantiene confinado en determinada área, los repetidos cruzamientos entre ellos propician la aparición de rasgos genéticos recesivos que, por lo general, son negativos y causan la aparición de enfermedades o defectos orgánicos y por tanto el progresivo deterioro de sus posibilidades de supervivencia.

En este caso, la población de jaguares del noreste se encuentra aislada de las que se hallan más al sur y el suroeste, como las del centro de la península, la reserva de Sian Ka’an yh la de Calakmul: la autopista Cancún-Mérida, con su doble barrera de alambres de púas a los costados del camino, actúa como un obstáculo infranqueable.

Por otra parte, la deforestación ha eliminado en su casi totalidad la vegetación selvática por la cual los jaguares podrían desplazarse hacia otras zonas. Si no se encuentran medios de romper este aislamiento, seguirán prisioneros en un área que -por otro lado- irá reduciéndose como ha venido ocurriendo durante las últimas décadas.

Pero, por lo pronto, es muy satisfactorio que, contra lo que muchos pensaban, el jaguar no haya desaparecido del rincón nororiental de la península sino que siga siendo relativamente abundante.

Para terminar, un recordatorio que debía ser permanente. El pasado primero de mayo, fue el día sin transnacionales. Pero todos los días, por solidaridad con los mexicanos del otro lado, no debíamos consumir productos norteamericanos ni en establecimientos norteamericanos.

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