DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   LUNES 8 DE MAYO 2006 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Barum, Balam, el jaguar
Alvar González Christen,

Los jaguares del noreste de Yucatán
Juan José Morales

Jaguares, hermanos de los hombres
Raúl Kuanenemy

La liberación del jaguar de luz
Fernando Guadarrama Olivera


Correo electrónico:

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Jaguares, hermanos de los hombres

Texto: Raúl Kuanenemy
Fotos: Gerardo Sánchez Vigil

"…en los ojos de los jaguares,
el ser humano puede sorprender su propio reflejo y
entonces pensar sobre su propia condición".

Kent H. Redford y John G. Robinson

Los jaguares son los felinos más grandes de América y ocupan el tercer lugar en tamaño dentro de su género Panthera.

Se cree que descienden de una especie que vivió hacia la mitad del Pleistoceno, la Panthera gombaszoegensis. A su linaje se suman el león, el tigre y el leopardo, aunque el jaguar es el más misterioso y menos estudiado de ellos, al parecer porque habita lugares demasiado cerrados.

Todos pertenecen a la familia de los félidos, integrada por más de treinta grupos, entre los que sobresalen el ocelote y el puma.

Relacionado siempre con la fuerza y la valentía, es un icono cultural muy fuerte en las culturas indígenas de América. En Colombia, un mito Basarana menciona que el primer hombre fue hijo del sol original y de una mujer-jaguar; una leyenda Matacao dice que el jaguar fue el primer ser humano; y una narración de los Bororo lo acredita como el guardián del fuego. (Benson: 1997)

La relación hombre-jaguar tiene igualmente bases biológicas importantes, ambos están en la cima de las cadenas tróficas (cadenas de alimentación) del geotrópico. Dentro de su nativo continente americano, es la única especie que puede cazar al ser humano y viceversa. Hermanados, hombre y jaguar comparten una identidad en el reino animal, posiblemente de ahí la referencia indígena de que los hombres se convierten en jaguares y éstos a su vez en hombres.

La especie está mundialmente considerada en peligro de extinción. Ha desaparecido en El Salvador y casi en Estados Unidos. En México, se encuentra desde el norte del país hasta los estados de Oaxaca, Campeche, Veracruz, Chiapas y Quintana Roo; estos dos últimos albergan la mayor cantidad.

Su cacería está estrictamente prohibida en cualquier parte del territorio nacional; sin embargo al igual que sucede con muchas otras especies la norma es violada y no hay autoridad que garantice el cumplimiento de la NOM-059-ECOL-2001 y la cita en el Apéndice 1 de la Convención Internacional contra el Tráfico de Especies Silvestres (CITES), elementos jurídicos para su protección.

El libro El jaguar en el nuevo milenio (Rodrigo A. Medellín, Clementina Equihua, et al., FCE, 2002) recoge distintas narraciones que ilustran esta situación. Aparece, por ejemplo, la de los investigadores Rodrigo Núñez, Brian Miller y Fred Lindzey:

"Fueron cazados ilegalmente dos jaguares con radiocollar, una hembra dentro de la reserva y un macho joven cuando se dispersaba fuera de la reserva. La hembra de jaguar tenía cachorros de cuatro meses de edad cuando la mataron, e indudablemente éstos murieron de hambre después de que ella murió. Otros dos jaguares fueron cazados ilegalmente antes de que los capturáramos en nuestras trampas, (habíamos estado siguiendo sus huellas) uno era un macho grande y fue cazado hacia el este de la reserva, y el otro era una hembra adulta cazada dentro de la reserva. Un cachorro de seis meses a ocho meses de edad sin radiocollar también fue cazado ilegalmente y desollado dentro de la reserva. En total, cuatro pumas y cinco jaguares han muerto como resultado de los cazadores desde principios de 1995…"

En la misma obra, los científicos Octavio C. Rosas y Juan H. López-Soto mencionan en una indagación llevada a cabo en la Gran Sierra Plegada en Nuevo León durante 1992-95: "Documentamos que ocho jaguares fueron eliminados ilegalmente de 1990 a 1995". Los investigadores Carlos A. López-González y David E. Brown apuntan:

"Cuando menos han muerto 27 jaguares en el noreste de México desde 1989, 23 en 20 municipios de Sonora… y cuatro en Chihuahua… Todos menos uno de los 27 fueron eliminados en respuesta a la depredación de ganado…"

Por cacería o destrucción de su hábitat y de las especies con que se alimentan, no sólo está en peligro de extinción esta carismática especie, sino todo lo que de ella depende.

Su presencia en un lugar es indicador de que el ecosistema está sano, y que los procesos ecológicos están en marcha; su existencia es clave para la contribución en la estructura integral y funcionamiento de las selvas (su principal hábitat), de ahí que se les llame "los señores de la selva" o guardianes de la selva. Por último, las palabras de Kent H. Redford y John G. Robinson invitan a una reflexión todavía más profunda:

Tal vez sea cierto que "el jaguar fue enviado al mundo como una prueba de voluntad y la integridad de los primeros seres humanos" (Davis 1996), si es así, entonces éste puede ser el momento de mirar nuevamente a los ojos del jaguar y evaluar cómo nos hemos comportado ambos. Mientras continúe esta larga historia de asociación y oposición entre los jaguares y el ser humano, debemos preguntarnos si nuestra arrogancia no pone en peligro el espejo de nuestra propia existencia".

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