Número 131 | Jueves 7 de junio de 2007
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

En el picadero no existe el dolor

Con un alto índice de infecciones de VIH por vía intravenosa, Ciudad Juárez, junto con el resto de las ciudades fronterizas, concentra a la mayoría de los usuarios de drogas inyectables. Las pocas acciones de prevención entre esta población se realizan a contracorriente de la criminalización del uso de drogas. Una crónica describe la visita a algunos picaderos de la ciudad y en un reportaje se sigue el trabajo de la organización Compañeros, pionera en la realización de programas de intercambio de jeringas para un consumo con menores daños.

Huir del dolor, ¿cuidar el cuerpo?

Por Fernando Mino

Los anuncios televisivos del gobierno federal son elocuentes: la “guerra” en contra de los cárteles que mueven la droga en tránsito para Estados Unidos y para el consumo interno “es por ti, es por tus hijos”. El saldo es una escalada de violencia en las zonas de operación del narcotráfico y múltiples ejecuciones, que prometen superar las más de dos mil de 2006.
Detrás de la muerte, nada. El plan del gobierno no incluye a los consumidores, muchos de los cuales se encuentran atrapados entre su necesidad física, la presión de los vendedores de drogas y la extorsión de los cuerpos policiacos.

En Ciudad Juárez se concentra la mayor población consumidora de drogas intravenosas, en particular heroína, del país. Según datos de las autoridades de salud del estado, se trata de cinco mil personas, pero el cálculo es siempre aproximado. El mismo patrón geográfico se observa en la violencia: con 37 ejecuciones entre enero y abril de este año, Juárez es la tercera ciudad más violenta del país, sólo detrás de Culiacán y Tijuana.

La violencia también favorece la criminalización del consumo que entorpece las iniciativas de la sociedad civil que buscan reducir el daño en el uso de drogas, estrategia que en el caso de consumo de heroína incluye el intercambio de jeringas y la información para protegerse de riesgos colaterales, como el sida.

El riesgo de picarse
Trabajar en la prevención del VIH/sida con usuarios de drogas intravenosas no es fácil. La percepción del riesgo tiene sus peculiaridades entre esta población: los peligros no están afuera, sino dentro del cuerpo. El síndrome de abstinencia —la malilla— marca la vida de las personas adictas a la heroína y es miedo que los hace buscar la cura a como dé lugar. El precio es alto: además de los daños provocados por la droga, la altísima posibilidad —90 por ciento de los casos— de infectarse del virus de hepatitis B y C, o de VIH/sida —con una prevalencia de 3.4 por ciento.

“Es paciencia”, dice Isabel Urzúa, consejera en VIH/sida y adicciones de la organización civil Compañeros, de Ciudad Juárez, Chihuahua. En esta organización se hace trabajo de reducción del daño en campo —brigadas que van directamente a los lugares de consumo, conocidos como picaderos—, y también rehabilitación para quienes han decidido quebrarse, es decir, dejar de inyectarse. En 15 años han trabajado con más de dos mil personas a través de sesiones de acupuntura que ayuda a los pacientes a soportar el síndrome de abstinencia los primeros días y terapia para superar la tentación de volverse a drogar. Tratamiento que dura dos años. “Por supuesto ha habido personas que han tenido éxito y otras que no”, aclara.

Las cifras de éxito no parecen alentadoras de primera impresión, pero dan cuenta de las dificultades relacionadas al consumo de drogas duras. “No hemos hecho un estudio, pero creo que alrededor de 20 por ciento de los que han estado en rehabilitación han tenido éxito”.

Los saldos de la política
Los picaderos son lugares seguros de inyección en los que difícilmente entran las policías. En estos predios —casas abandonadas, viviendas, etc.—, Compañeros realiza labores de prevención de infecciones de transmisión sanguínea, a través del intercambio de jeringas —recoger las usadas, dejar nuevas— y la provisión de folletos informativos para saber qué hacer para prevenir el VIH o la hepatitis. La labor es realizada por jóvenes de la misma comunidad, que se convierten en enlace con los usuarios de drogas y conocen los problemas a los que se enfrentan.

La labor de intercambio de jeringas tiene sus detractores. Quizá de ahí que las autoridades mexicanas no hagan suyo este tipo de programas. “Se ha hablado mucho de que sí se va a hacer —explica Rolando Licón Marrufo, coordinador del Programa de VIH/sida del Estado para Ciudad Juárez— pero falta visión en las autoridades de que la mitigación del daño es buena; aun piensan que dando jeringas promueven el consumo, cuando existen muchos estudios que dicen que no es así”. Con todo, el gobierno estatal y el federal, a través del Centro Nacional para la Prevención y Control del VIH/sida, proveen cierto número de jeringas a las organizaciones civiles para el trabajo de prevención en campo.

“Falta sensibilidad en los políticos”, coinciden tanto Licón, como María Elena Ramos, directora de Compañeros. La extorsión policiaca alcanza a las brigadas de trabajo. “La policía municipal es la que hasta ahora ha realizado en Juárez los operativos de combate al narco, pero también de extorsión a los usuarios. A los compañeros de la organización les quitan las jeringas y los condones que reparten y los acusan de ser distribuidores de drogas encubiertos”, señala Ramos.

Cuando se aparece el bicho
De acuerdo con los cálculos estatales, alrededor de mil 800 personas viven con VIH/sida en la entidad, mil 400 de las cuales están en Ciudad Juárez. El subregistro es enorme, pues ni siquiera hay acceso gratuito a las pruebas de detección en la entidad. Hasta hace algunos meses, el costo por prueba de detección en sangre costaba casi 100 pesos.

Para quienes viven con VIH/sida, además, es requisito no usar drogas para recibir medicación antirretroviral o estar en rehabilitación, explica Licón Marrufo. Las personas que siguen usando la droga no toman la medicación como es indicado o de plano la abandonan, lo que hace que desarrollen resistencias a los fármacos. Por todo esto, dice Licón, “la cobertura con usuarios en activo es muy baja”.

Detrás de la violencia —apenas el 29 de mayo dos policías fueron baleados en la avenida Gómez Morín de Ciudad Juárez— hay una población ignorada, en el mejor de los casos, o acosada. Es la “guerra”, como se ha dicho una y otra vez desde el gobierno federal, y en las guerras siempre hay bajas colaterales.

 

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