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Ver día anteriorSábado 6 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Versión 31 del FIMNME
E

se extraño título le informa, lector, que se ha llevado a cabo la versión 31 del Foro Internacional de Música Nueva Manuel Enríquez. En algunas de sus ediciones recientes, el Foro había sido visitado por cuatro poderosas jinetas del Apocalipsis Musical, llamadas Abulia, Ataxia, Apatía y Anomia, quienes engendraron a una quinta, llamada cariñosamente Anhedonia. A juzgar por el entorno y el ambiente del concierto inaugural del Foro 2009, parece que esas cinco damiselas fueron desterradas debido al soplo de algunos saludables vientos de cambio. La Sala Xochipilli de la Escuela Nacional de Música de la UNAM registró lleno total y sobrecupo, y en la multitud se hallaba presente un número significativo de compositores e intérpretes. Este sólo hecho garantizó de entrada que en el concierto inaugural se estableciera un auténtico ambiente de foro, propiciando esa noche, de inmediato, el intercambio de ideas, la crítica, y la siempre saludable polémica.

De manera emblemática, esa primera sesión del Foro, protagonizada por la Camerata de las Américas dirigida por José Luis Castillo, fue dedicada por entero a la música mexicana. De las cinco obras programadas, dos resultaron ejemplares, por razones diversas. La primera de ellas, L’échange, de Jorge Torres Sáenz, es una pieza madura (y madurada) que se desarrolla en un contexto refinado y poético cuya ancla principal, pero no única, es una filigrana instrumental compleja, detallada y diversificada. La dotación instrumental propuesta por Torres Sáenz contempla la presencia de un acordeón (ejecutado de manera impecable por la alemana Eva Zöllner) que si bien juega un papel de notable importancia tímbrica y estructural, no llega a adquirir la relevancia de una parte solista. Dicho de otra manera: a pesar de lo que el compositor afirma, L’échange no se percibe como un concierto para acordeón y ensamble, lo cual tiene finalmente poca relevancia: sea nombrada de una forma u otra (Shakespeare dixit), esta obra es una muestra clara del avance y decantación del lenguaje y el oficio de Torres Sáenz, y así le fue reconocido por el multitudinario público de la sesión inaugural del Foro.

La segunda obra relevante del programa, por razones diversas, fue Tlachtli (1976) de Manuel Enríquez (1926-1994). Más allá de la evidente pertinencia de incluir música suya en el Foro que él creó y promovió con asiduidad, la ejecución de Tlachtli sirvió para refrescar la memoria musical de los presentes y para elaborar una reflexión puntual. Sí, a esta pieza de Enríquez, pródiga en modos alternativos de producción sonora y de episodios aleatorios, se le nota a leguas su origen setentero. Sin embargo, en sus propios términos y analizada en su contexto particular, Tlachtli es una obra indudablemente moderna, insertada con convicción en la modernidad de su tiempo. Lo menciono porque las líneas de conducta musical de Enríquez en Tlachtli (así como en el resto de su catálogo) contrastan cabalmente con las actitudes revisionistas, los impulsos retro y las numerosas concesiones a la platea que se perciben en la obra de numerosos compositores mexicanos de hoy.

El resto del programa inaugural del Foro 2009 fue cubierto por sendas obras de Juan Sebastián Lach (‘round and Ruby), Tomás Barreiro (La noche de Takemitsu) y Leonardo Coral (Arquetipos), partituras en las que fue posible percibir logros y carencias en proporciones diversas. Si por un lado cabe destacar el rigor conceptual en la transformación y glosa de materiales ajenos, o la interesante componente colorística que proveen dos guitarras eléctricas, o la solidez y homogeneidad de las texturas instrumentales, también es posible cuestionar las referencias poliestilísticas que no parecen desembocar en un lenguaje propio, y dudar de la pertinencia contextual de una salvaje cita de Debussy a ritmo de rock, y tomar conciencia de que cualquier compositor mexicano que decida explorar las espinosas avenidas del danzón y otros sones, se está metiendo en un riesgoso berenjenal, si no por otra cosa por la comparación inmediata que provoca.